Entrevista | Maria Tresserra Svab Médica de familia emérita y Cruz de la Orden Civil en Sanidad

Maria Tresserra, médica de Ibiza: «Hay que escuchar al paciente, dejar que te cuente qué le pasa»

«Me han ofrecido ir en listas electorales y cargos de gestión sanitaria, pero he preferido ser médico de cabecera»

Maria Tresserra Svab, enlas instalaciones de  Diario de Ibiza.

Maria Tresserra Svab, enlas instalaciones de Diario de Ibiza. / Juan A. Riera

Marta Torres Molina

Marta Torres Molina

Maria Tresserra Svab, «medio catalana, medio checa y sobre todo ibicenca», llegó a Ibiza en el 77, animada por una amiga azafata. Le gustó el trabajo, le gustó la isla, hizo amigos, se echó novio... Y se quedó. Primero trabajó en Urgencias, en el viejo hospital, lo que ahora es la comisaría, y luego ya como médico de familia. Fue una de las que estrenó el centro de salud de Can Misses, en 1986. Ahí desempeñó toda su carrera hasta que, para desconsuelo de sus pacientes, dejó la labor asistencial. Pero no se jubiló. Es la única médico emérita de Ibiza y no ha parado de trabajar hasta hace poco más de un año, con 70. Tras la consulta se dedicó al plan de cronicidad y, con la llegada de la pandemia, teletrabajó haciendo seguimiento de los casos. Hace un año decidió que quería dedicarse a cuidar a su madre. La semana pasada recibió de manos de la ministra de Sanidad la Cruz de la Orden Civil. Un momento en el que estuvo arropada por buena parte de sus excompañeros. «Para trabajar a gusto en un grupo no hay que hablar mal de los demás, si tienes que decir algo, en privado», comenta Tresserra, que destaca que la «discreción» ha sido una de sus máximas: «He sido una tumba. Y lo sigo siendo. El secreto profesional continúa más allá de la profesión».

¿Qué supone para usted la Cruz de la Orden Civil?

Fue una sorpresa, los médicos de familia no solemos estar entre los premiados. Y una enorme gratitud.

En su discurso pidió más tiempo, diez minutos, para los pacientes.

Sí, tiempo necesario y suficiente para atender a tu población es una reivindicación y una necesidad. Cuando el tiempo baja de ciertos límites no se puede mantener la calidad y, lo que es peor, se pueden cometer errores. Pasar por alto cosas.

¿Los pacientes también lo piden?

No sólo lo piden, sino que lo practican. Una vez sentados en la consulta es su tiempo. Si quieren contarte algo no quieren que les cortes, quieren explicarlo todo y, si de alguna forma, intentas dar la consulta por finalizada, te lo cuentan de pie en la puerta.

Mientras más pacientes están en la sala de espera, hay citas con retraso...

Sí, no dar abasto, ir contrarreloj, sumar retrasos... Genera un gran estrés. Trabajas bajo presión. Mucha.

Se tiende a pensar que ese estrés lo sufren más los médicos de hospital.

No es así en absoluto. Compartimos riesgo y responsabilidades. Los médicos de familia resolvemos más del 80% de lo que nos llega, lo que evita derivaciones al hospital. Y, además, los enfermos que visitan otras especialidades vuelven para que les expliques con palabras cercanas qué tienen. Para que les ayudes a entender los tratamientos y a tomar decisiones.

¿Siempre tuvo claro que quería ser médico de familia?

No. Decidí estudiar Ciencias de la Salud, que era una cosa nueva, en la Autònoma de Barcelona, en el Hospital de Sant Pau, pero me lo repensé. Vi que no tenía muchas salidas y me cambié a Medicina. Al acabar, lo de la especialidad de médico de familia no estaba muy claro. Dudaba entre eso y Medicina Interna, pero estoy muy contenta de haber sido médica de familia.

¿Qué debe tener un buen médico de familia?

Pues no creo que dependa mucho de la especialidad, salvo aquellas que no tratan tanto con las personas, como Radiología o Laboratorio. Te tiene que gustar el trabajo, pero también les tiene que gustar a los fontaneros, los mecánicos o los periodistas, y te tienen que gustar las personas. Tienes que tener paciencia, mucha. Y empatía. E intentar superarte, buscar objetivos para hacer bien el trabajo.

Y escuchar, dijo en su discurso. ¿Hay médicos que no escuchan a sus pacientes?

Hay mucha gente, en general, que no escucha. Dentro de la medicina de familia, pertenezco al grupo de Comunicación y Salud, en el que trabajamos la relación con el paciente, algo que ayuda mucho a llevar una buena entrevista y rentabilizar el tiempo. Si no escuchas, interrumpes y no dejas hablar al paciente no ganas tiempo, lo pierdes, porque no has dejado que te cuente. Tendrás respuestas, pero no su historia.

¿A veces qué quiere decir el paciente es jugar a las adivinanzas? No todo el mundo se explica bien.

Sí, pero un buen profesional sabe reconducir, hacer preguntas que centren un poco el tema. A veces, incluso, tienes que decirles que la consulta da para resolver dos, tres o cuatro temas. Hay gente que viene con una lista en la que igual hay hasta diez demandas. Hay que tratar las que son más importantes y dejar las demás para otra consulta.

María Martín-Rabadán dijo el día del homenaje que era usted de batallas silenciosas. ¿Ha tenido que reivindicar mucho?

Me puede la injusticia. Cuando he reivindicado algo, antes lo había pensado bien, a fondo, y tocaba hacerlo. No soy una quejica, no me gustan las personas que se quejan de todo. Si lo hacía era porque tocaba. Y nunca sola, siempre en equipo.

¿Cuál fue la más importante?

Una, la de disponer de un tiempo que dé dignidad al encuentro entre el enfermo y su médico. Otras especialidades han dispuesto siempre de más medios, medios que teníamos vedados nosotros: radiología, ecografías... Básicamente, técnicas de imagen. Siempre me ha parecido injusto. Cuando los médicos de familia pedimos una prueba complementaria es positiva en una proporción mayor que en las especialidades que las pueden pedir. Siempre me pareció injusto. Y hay otra cosa.

Dígame.

En régimen antiguo teníamos menos tiempo, pero teníamos un auxiliar de clínica en la consulta. Estaban muy preparados y de toda la parte burocrática se encargaban ellos. Esa figura desapareció al abrirse el centro de salud, pero el resto de especialidades aún mantienen ese apoyo. Tenemos mucha burocracia que tenemos que asumir solos. Hay administrativos y auxiliares, pero no pueden llevar la iniciativa de todas las consultas. Cuando llegas cada mañana, en vez de repasar historias y preparar el trabajo tienes que mirar si te queda papel, si hay tinta en la impresora, si hay sábanas... Otro fallo de no tener ese apoyo es cuando tienes en la sala de espera gente con prisa porque tiene que ir al trabajo o que no se encuentra bien de verdad o que se molesta porque ve que le pasa otro por delante. Tienes que salir tú y lidiar con eso. Explicar que el que ha pasado antes era un caso urgente, que vas con retraso porque se ha colgado el sistema... Eso me estresaba muchísimo.

¿Cuál ha sido el mejor momento de su carrera?

Los años 80. Aún en el hospital viejo y recién abierto el centro de salud. Éramos menos profesionales, casi todos jóvenes, bien formados, con mucha ilusión. Colegas y amigos. Y accesibles. Te surgía una duda con un enfermo y al otro lado del teléfono tenías a un compañero que te daba una opinión y te echaba una mano. Compartir, hablar de los casos, ayuda muchísimo. Fue el momento que recuerdo con más cariño, pero toda mi carrera está llena de anécdotas agradables.

¿Y el peor momento?

Cuando uno vive momentos malos no es por causas profesionales. Hay momentos de la vida personal que pueden ser dolorosos, épocas duras y tienes que dar la cara y seguir trabajando.

En sus años de carrera, ¿qué es lo que más ha cambiado?

Se ha feminizado mucho la profesión. Cuando llegué, muchas veces entraba el paciente, miraba y preguntaba que dónde estaba el médico. La auxiliar decía «¿no ve que es la doctora?». Ahora casi todo somos mujeres. Tenemos más medios, hay más tratamientos, avances que permiten que algunas enfermedades se curen, que los enfermos crónicos tengan más calidad de vida y que alargan la vida de la gente. Pero luego está la accesibilidad.

¿Qué pasa?

Pedir hora o visitar al especialista es complicado. No es ágil. Incluso comunicarse con los demás profesionales del hospital resulta difícil porque hay una centralita y un contestador. Son cosas necesarias. Siempre, cuando enviaba a alguien a Urgencias y era algo que me preocupaba, me gustaba llamar allí y decir «mira, te envío a este paciente». Y luego me solían contestar: «Ya está en la UCI» o «no te preocupes, que no era grave». No he dejado de seguir a un paciente que enviaba al hospital hasta que sabía que estaba bien atendido. Las listas de espera me desesperan. Me preocupa que, mientras, pueda pasarle algo al paciente.

A un médico de familia también se le mueren pacientes...

En su casa. Uno de los trabajos más gratificantes que tenemos es acompañar a los enfermos al final de su vida en su casa. Es una labor exigente, pero muy necesaria. Las familias hacen esfuerzos tremendos cuando tienen a un enfermo grave en casa al final de sus días.

De hecho, en su discurso dio las gracias a sus pacientes y también a los cuidadores de éstos.

Sí, es que los cuidadores son... Hay una cantidad enorme de cuidadores que lo hacen superbién. Listos, dedicados, que inventan cosas para que estén cómodos... Maravillosos. Silenciosos. Ignorados.

Antes los médicos de familia trataban a toda la familia, ahora cada miembro tiene uno.

Sí, antes el padre tenía una cartilla y ahí estaban la mujer y los hijos. Ahora no. A veces tienes familias enteras y otras, no. Y tienes hasta varias generaciones de la misma familia. He llegado a tener hasta cuatro. Pero si no es así no pasa nada porque acabas conociendo a la familia.

Los últimos años se dedicó a la estrategia de cronicidad. A usted, la gente mayor se le ha dado muy bien. De hecho, tenía usted muchos pacientes mayores.

Sí, son mi debilidad. Los mayores y los jóvenes. A la gente mayor le tengo mucho respeto y me gusta tratar con ellos, pero tener un cupo de mucha edad es una dificultad añadida porque la gente mayor da trabajo.

¿En los centros de salud debería haber consultas específicas para la gente muy mayor, de la misma forma que hay consultas de pediatría?

Creo que es bueno tener una población diversificada, pero a la gente mayor o muy enferma se le debería dar un tratamiento especial. Tener más tiempo, por ejemplo. Si nos dejan gestionar agendas, les podemos asignar más tiempo a esos casos complicados, pero las citas vienen de un call center, es frío y no tiene en cuenta esas características.

¿Qué debería cambiar en cómo se atiende a los mayores o los crónicos? ¿Se está haciendo bien?

Todo es mejorable. Lo primero es decirles a esos enfermos que tomen las riendas y se cuiden. Lo que ellos pueden hacer por su salud no puede hacerlo nadie más. Dejar de fumar es una de las cosas que puede hacer uno mismo con gran repercusión en su salud y calidad de vida. A estas personas las tratan muchos profesionales y es imprescindible que estén bien comunicados entre sí, que no repitan pruebas que aún tienen vigencia. Son personas mayores o enfermas, ir a hacerse pruebas les supone un gran esfuerzo.

En su discurso habló de llevar la consulta a las casas, ¿no?

Sí, el enfermo que se visita en casa está en fases en las que ya no tiene movilidad y no puede ir al hospital. Pero pensemos en los que tienen varias enfermedades y van a varios profesionales. Hay que rentabilizar las pruebas ya hechas. Deberían reunirse los profesionales que lo llevan para discutir el caso y ver la mejor estrategia a seguir. Tenemos a la enfermera gestora de casos, cuya función es coordinar y tratar de que esas pruebas se hagan el mismo día. Y hay otra cosa muy importante, sobre todo cuando se tienen varias enfermedades: la historia clínica. Por algún motivo que no logro entender, no es única. Primaria se informatizó diez años antes que el hospital y éste se informatizó con otro sistema. Tenemos dos historias separadas y es muy engorroso consultarlas todas.

¿La información de un paciente no está en una misma historia?

No. Con la tecnología existente y con lo que se sabe hoy día creo que debería haber una historia única. Que debe ser propiedad del paciente y, si cambia de comunidad, debe ser accesible desde esa otra comunidad. Pues no. Las comunidades no se comunican entre sí. Los hospitales no se comunican con la Atención Primaria. Y los hospitales no se comunican entre sí. Y no es sólo la historia clínica. Son las pruebas de imagen, las analíticas, anatomía patológica... Esto debe arreglarse porque un enfermo crónico reúne mucha información y debe estar en un mismo lugar. Y tendría que revisarse periódicamente. Resumirla y estructurarla para que el compañero que viene después lo encuentre todo claro.

Pero eso es algo muy básico.

¡Me gusta que me hagas este comentario! Otra cosa que pasa con los enfermos crónicos es que toman muchos fármacos. Éstos se eliminan por los riñones o el hígado y ellos ya tienen los órganos dañados, de manera que los efectos secundarios son mayores y algunos especialmente peligrosos. Como los calmantes, que aumentan el riesgo de caídas, una de las preocupaciones de los mayores. Hay que revisar la medicación y reducir o eliminar aquella que ya ha cumplido su función. Reduce la mortalidad, la morbilidad, las visitas a urgencias y los ingresos.

Pero hay quien piensa que cuantas más medicación, mejor.

Sí, y si esos medicamentos están prescritos por un médico de pago o un profesional de Barcelona... ¡Para toda la vida! Pero si se lo explicas bien y con paciencia, lo entienden.

¿Le han ofrecido alguna vez entrar en política?

Discretamente, pero sí. Me llegó una oferta para formar parte de unas listas, pero nunca he querido. Me interesa la política, me gusta estar informada, pero no me ha gustado participar. Quiero ser libre.

¿Y cargos en la gestión sanitaria?

También, pero he preferido ser médico de cabecera. He tenido responsabilidades, pero siempre he tenido muy claro qué sitio me gustaba.

¿Cómo vivió la pandemia?

Fue una sorpresa, pero no sé por qué, porque pandemias ha habido siempre y las habrá siempre. Ha sido un toque de humildad, de lo mucho que no sabemos. Adaptarse a estar en casa encerrados fue duro, pero vi series, que es algo que normalmente no hacía. ‘Downton Abbey’ me alegró la tristeza que nos envolvía. Desde entonces salgo menos y no sé si me he recuperado del todo. Bajar de revoluciones nos va bien a todos, pero el aislamiento y no poder ver a la gente que quieres fue una prueba dura. Mi madre cogió el covid y luego yo. Dos personas en una casa, ella bastante enferma y yo asintomática, y sin que nadie pudiera venir a ayudar. Fue tremendo. Cuando estuve haciendo seguimiento y llamaba a las familias para explicarles cómo tenían que hacerlo, a veces me contestaban que tenían tres hijos y que no podían hacer los aislamientos.

¿Echa de menos la consulta?

Lo llevo bien. No tengo todo el tiempo libre que querría porque soy cuidadora de mi madre, que hace dos días cumplió 98 años. Tengo aficiones que por fin puedo poner en práctica, como el yoga, nadar en ses Salines, leer, la música, la danza y ver a los amigos. Estoy bien. No echo de menos la consulta. Cuando te haces mayor este trabajo es muy exigente y llegas muy cansada a casa. Coincidió, además, con los años en los que nos alargaron el horario y recuerdo el día que hacíamos de ocho a ocho. Todo el día de consulta. Estabas al límite.

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