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Rey Melchor en Ibiza: «Traemos muchos regalos y un poquito de carbón para los niños de Santa Eulària»

Miles de personas reciben a los Reyes Magos en Santa Eulària y les acompañan en un recorrido en el que los cans eivissencs de uno de los grupos de pajes se convierten en las auténticas estrellas

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Mira aquí la galería de fotos completa de los Reyes Magos en Santa Eulària Marta Torres

«Traemos muchos regalos y un poquito de carbón para los niños de Santa Eulària que se han portado mal», afirma Melchor horas antes de arribar al puerto de la localidad. «Les llevamos carbón, pero siempre dejamos también regalos», matiza el barbiblanco, que junto con Gaspar y Baltasar afronta las últimas horas de viaje desde Oriente con la misma ilusión con la que los niños y niñas les aguardan, poco antes de la caída del sol, en el puerto.

El punto de llegada tradicional, el mismo de antes de la pandemia, está abarrotado cuando aún falta más de media hora para que lleguen sus regalonas majestades. Anna Katerina Roig Kechagia aguarda acabándose un helado de chocolate. A los reyes les ha pedido unos auriculares de color lila, explica mientras su abuela le saca la larga melena por fuera del abrigo. Leo Adán Torres no para quieto. Espera a Melchor, Gaspar y Baltasar a lomos de su flamante bicicleta nueva. Se la trajo Papá Noel y ahora confía en que algunas de las cosas que le escatimó el simpático barbudo se las dejen los reyes en casa de sus abuelos, que es donde, desde hace años, celebran el día 6. Leo será muy feliz si en los paquetes hay un kimono nuevo para sus clases de judo y un todoterreno teledirigido.

A falta de que lleguen los tres sabios, las estrellas en el puerto son los cans eivissencs. Una veintena de ellos acompañan a una escuadra de pajes. Ellos, con túnicas azules. Los perretes, con luminosos collares a juego. Los pequeños se arremolinan junto a ellos para acariciarlos y hacer miles de preguntas. A todos, pero sobre todo a Alma, una cachorra de apenas un mes y medio que les roba el corazón a todos.

Los gritos infantiles alcanzan decibelios insospechados cuando, en el mar, se distingue la silueta del barco real. Completamente forrado de luces. Melchor, Gaspar y Baltasar se desviven por saludar y dar los primeros caramelos de la noche a quienes aguardan a pie de puerto.

La noche va a ser larga. Y complicada. Porque repartir regalos a todos los pequeños y pequeñas no es tarea fácil, asegura el primero de los sabios de Oriente. Tampoco lo es recorrer las calles y conseguir que todas y cada una de las criaturitas que les miran con adoración se marchen a casa convencidos de que su rey favorito les ha visto. «No puedes darle la manita a todos. Eso es lo más duro», reconoce Melchor, que confiesa que ni él ni sus compañeros se sienten amenazados por Papá Noel: «Los niños pasan la Navidad esperando esta noche, esperándonos. Es un momento muy especial y es el que aguardan con más ilusión en todas estas fiestas».

Las carrozas de los tres sabios inician su recorrido acompañados de música en directo, un hada que lanza confetti desde una copa gigante, pajes con antorchas de colores, bailarinas orientales, el ángel en una burbuja, zancudos, clowns de oro y un grupo de pilotos de motocross, de todas las edades, cargados con los regalos. Una comitiva que es, también, una lluvia de más de mil kilos de caramelos. «La mañana siguiente siempre tengo agujetas en los brazos», comenta Melchor, riendo. Él es el primero en bajarse de su trono al llegar a la capilla de Lurdes, donde les aguarda, para la tradicional adoración del Niño Jesús, el obispo de Ibiza, Vicent Ribas Prats. Espera en la puerta, rodeado de decenas de fieles, a los que desea feliz año y con los que habla, incluso, de la Copa del Rey.

El final de ese recorrido, la plaza del Ayuntamiento, donde les esperan los más afortunados, aquellos que reciben, al menos, uno de los regalos de manos de sus Majestades. «Es el mejor momento de la noche, es algo muy especial», afirma el rey, que asegura que es en esos instantes, al entregar los regalos en persona, cuando ven «la inocencia» de los niños. Su ilusión. «Esa que no debería perder nadie al hacerse adulto», comenta Melchor acabando de vestirse para la noche más mágica de Santa Eulària, ésa para la que llevan, explica, meses trabajando «intensamente». Y todo para conseguir que ningún niño ni ninguna niña de Santa Eulària se quede sin regalos.

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