Día Internacional de las Personas con Discapacidad en Ibiza: la independencia supervisada

Once personas con discapacidad intelectual disfrutan en la vivienda supervisada de alta intensidad de Amadiba en Sant Llorenç de un espacio en el campo ideal para su desarrollo y su crecimiento en todos los aspectos

Isaac Vaquer

Isaac Vaquer

«Hola, ¿cómo estás?» Noemí saluda desde una de las mesas de un amplio salón a los recién llegados. Ella y sus compañeros de casa tienen visita. Junto a ella Diana, Toni, Carlos, Yimmy, Ailin, África, José Enrique, Alberto y Raúl preparan las decoraciones de Navidad que adornarán el hogar que comparten, una casa sobre una loma con vistas a las feixes de Safragell.

En el porche de la casa está Mario, sentado en un columpio. No tiene el día para visitantes.

Todos ellos, cada uno con sus historias, sus afinidades y discusiones, como pasaría entre hermanos o compañeros de piso, residen en la vivienda supervisada de alta intensidad que tiene Amadiba en Sant Llorenç.

Un servicio asistencial, concertado con el Consell de Ibiza, que atiende a personas con un grado de minusvalía igual o superior al 65% y que requieren de control y supervisión por motivos de conducta o asistenciales.

«Es su casa», indica el coordinador de centros, recursos y atención a la persona de Amadiba. La expresión no es baladí en este caso. «Es uno de los momentos más emocionantes que vivimos con todos ellos, cuando nos dicen: vamos a casa. Eso es lo que perseguimos, que sea su casa y ellos lo vean así», explica la trabajadora social y responsable de comunicación, Marian Vives.

Te lo digo en dibujos

En la casa de Amadiba la jornada empieza entre las 7 y las 7:30 de la mañana. Las rutinas son muy importantes para los residentes en la casa. Anticipar lo que pasará después les da seguridad y control sobre sí mismos. Es por ello que tras asearse tienen preparado el panel de anticipación, un cuadro con pictogramas en el que ven todo lo que harán ese día. También indican junto a ese cuadro de qué humor están, un detalle importante que ayuda a los cuidadores a tratar con los jóvenes residentes.

Entre semana, tras el desayuno que toman todos juntos, lo habitual es que vayan a la escuela o al centro de día hasta las 17 horas, pero un día festivo desarrollan talleres, actividades y tiempo libre a lo largo del día.

«Estoy haciendo un árbol de Navidad, porque ya llega y vendrá Papá Noel. Aunque yo sé quiénes son, explica riendo, pero no hay que decírselo a los niños pequeños», cuenta Noemí mientras recorta cintas de colores. A su lado, Raúl ya ha terminado el suyo y lo muestra orgulloso a la cuidadora que les ayuda en la mesa.

Aunque tienen sus ratos de ocio, la jornada suele estar bastante programada. Después de comer suelen dar algún paseo si hace buen tiempo y tomar parte en alguna actividad o taller. Su participación es fundamental para que crezcan en autonomía. Su plaza en la vivienda es un derecho asistencial de por vida, pero si alguno de los residentes evoluciona para pasar a una vivienda asistida con más independencia se le facilitará dar el paso.

Para alcanzar esa independencia es importante tener límites y que aprendan que hay cosas que, sencillamente, hay que hacer porque es algo bueno para ellos.

En la habitación de Alberto hay una pizarra. Está dividida en dos: Alberto quiere y Alberto no quiere. Es un modo de comunicarse con los cuidadores, que le deja espacio y tiempo. Tiene dificultad para anticipar algunas decisiones. Sin embargo, aunque Alberto diga que no quiere se procurará que al menos asista o participe en la actividad de algún modo.

Por la noche es hora de dormir, pero siempre hay alguien de guardia. «Las horas de sueño son sagradas para todos», apunta González, «pero siempre tiene que haber alguien para estar atento a cualquier tema conductual y cuentan con asistencia telefónica si lo necesitan».

La difícil relación con los padres

Algunos fines de semana y festivos, los residentes en la vivienda visitan a sus familias y viceversa. Muchas veces con supervisión de un psicólogo. Debido a los problemas de conducta que tienen, la relación con los padres es compleja.

«Hay veces en que los padres no saben relacionarse con sus hijos, vemos muchos casos en los que su única relación es a través de la comida. Nosotros trabajamos con ellos para que ,a través de pictogramas, con revistas, puedan compartir esos ratos juntos», explica González.

Pero la independencia que tienen en la vivienda asistida hace que en muchos casos sean ellos los que piden estar allí. «Procuramos dar bastante libertad en este tema, pero, por ejemplo, los padres de uno de los chicos querían que fuera a dormir a casa y fue él mismo el que insistió en que quería venir aquí a dormir», apunta el coordinador de centros.

También pasa al revés. «Hay una madre que nos dijo que su hijo se embrutecía si se quedaba mucho con ellos. Que el primer día recogía las cosas, pero el segundo ya perdía las rutinas que había adquirido con nosotros».

Es tiempo de ocio y Noemí aprovecha para cantar con Juan, el psicólogo. «¿Le cantamos nuestra canción?», le pregunta Juan a Noemí. Pone en Youtube ‘Vivo por ella’, interpretada por Andrea Bocelli y Marta Sánchez y, como dos amigos, cantan el karaoke.

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