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«Salir del centro de día de Can Raspalls fue fácil, que readmitan a mi hija enferma está siendo muy difícil»

La madre de una mujer con un trastorno esquizoafectivo critica que los trámites para la readmisión de su hija en este recurso se hayan demorado tres meses

Fachada de la residencia y centro de día de Can Raspalls. Juan A. Riera

«Salir del centro de día de Can Raspalls fue fácil, no nos pidieron nada. Volver está siendo muy complicado», indica una vecina de Vila, que asegura que lleva tres meses a la espera de que el recurso para personas con discapacidad psíquica y trastornos mentales vuelva a acoger a su hija, que sufre un trastorno esquizoafectivo, relata.

La afectada, que supera los 40 años, entró en contacto por primera vez con el centro a través del programa de respiro, comenta la madre. Permaneció un mes ingresada en la residencia, ubicada en los alrededores de Sant Jordi, explica, porque tuvieron que operarla de una rodilla y durante todo ese tiempo, el que estuvo hospitalizada y el que tardó en recuperarse no podía hacerse cargo de su hija.

La joven, cuya vida se torció en 1999, cuando sufrió una anorexia grave, acudía al centro de día. Eso sí, al entrar en este recurso perdió lo que cobraban por atención a la dependencia. «Iba tres horas y media y nos suspendieron la dependencia», señala la madre, que destaca que muchas familias perdieron este recurso durante la pandemia por cierres o brotes sin que el Estado se lo compensara abonándoles la parte proporcional de la dependencia correspondiente al tiempo que tuvieron que estar en casa.

La joven renunció a su plaza en el centro de día de Sant Jordi porque se sentía agobiada y quería probar en un recurso similar que gestiona la Asociación Pitiusa Pro Salud Mental (Apfem). De hecho, la madre había sido voluntaria de esta entidad en sus inicios, recuerda. «Entonces era muy diferente», señala la mujer. Lo que no se esperaban fue todos los trámites burocráticos y de pruebas que debería pasar la joven antes de acceder a ese recurso. «Nadie nos informó de nada, no sabíamos lo difícil que sería», relata la madre, que destaca, eso sí «la amabilidad» y lo bien que la están tratando todos los trabajadores que las están atendiendo.

El 8 de julio, la joven se marchó del centro de día de Can Raspalls y antes de que pasaran dos semanas ella y su madre decidieron dar marcha atrás a esta decisión. «Han pasado ya casi tres meses y sigue en casa. Y eso que llamo todos los días a Palma para insistir», lamenta la mujer, que destaca cómo le ha afectado a su hija pasar todo el verano sin ningún recurso. Ahora le dejan ir unas dos horas al día al hospital de día de Can Misses, indica la mujer, que sigue sin entender cómo es posible que permitieran a su hija abandonar Can Raspalls sin apenas pedirle explicaciones mientras que ahora, para recuperar su plaza, no sólo han tardado sino que, además, les piden de nuevo toda la documentación que ya tenían, tanto por el ingreso en la residencia cuando operaron a la madre como por su paso por el centro de día. De momento, al menos, parece que su hija podrá volver al centro de día en unas semanas, según les han comunicado por teléfono. La mujer lamenta que no haya más conexión entre todos los recursos de salud mental. «Cuando mi hija, en el 99, se puso malita, recuerdo que todos íbamos a una. También los profesionales. Pasaba algo y en un par de llamadas la psiquiatra lo solucionaba», afirma.

La madre explica que ya está jubilada, ronda los 70 años y necesita este recurso para poder tener un par de horas sin la obligación de estar encima de su hija: «Tengo que estar pendiente 24 horas. Si no estoy encima, no se toma la medicación. No porque no quiera, sino porque se le olvida. Si le doy comida, come, si no se la pongo, no come nada».

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