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Sanidad en Ibiza: Amputaciones, cuando se firma la defunción de una parte del cuerpo

El juzgado de instrucción número 1 de Ibiza certifica que el tejido se puede destruir

Antonio Cruz, jefe de celadores de Can Misses, abre uno de los arcones destinados a tejidos. Irene Vila Capafons

En la recién remozada zona mortuoria del Hospital Can Misses hay dos arcones refrigerados grandes. No son las cámaras, plateadas y horizontales, que se ven en los depósitos de las series y las películas. Son dos baúles blancos, altos, con apertura superior destinados a tejidos humanos. En estos arcones se conservan los miembros amputados en intervenciones quirúrgicas.

La gran mayoría de estas operaciones son la última consecuencia de una isquemia de pie diabético. Es decir, que la falta de riego sanguíneo a las extremidades inferiores, uno de los grandes riesgos de la diabetes, obliga, tras intentar solucionarlo, a la amputación de un dedo, varios, el pie o incluso parte de la pierna. Hay algún caso en el que es necesario realizar esta drástica intervención tras accidentes de tráfico, laborales o caídas. También por trombos.

En lo que va de año, explican desde Can Misses, se han llevado a cabo trece amputaciones, todas ellas originadas por una isquemia de pie diabético. La última de ellas el pasado 29 de julio.

«Todas las amputaciones se notifican al juzgado número 1 de primera instancia», detallan desde la gerencia del Área de Salud de Ibiza y Formentera. Es este juzgado el que debe autorizar la destrucción de estos miembros amputados, según establece un protocolo que, en el caso del hospital público de Ibiza, coordinaFrancisco Faustino Ayala junto con la supervisora de enfermería de personal subalterno, Nadia Gómez, y el jefe de celadores Antonio Cruz. En el momento en que finaliza la operación para amputar un miembro en los quirófanos, es un celador quien se hace cargo de él. Se etiqueta, se deposita en estos arcones blancos de la zona mortuoria del hospital, un espacio de unos 400 metros cuadrados que se ubica en el sótano del antiguo edificio.

Las secretarias de los servicios quirúrgicos, habitualmente las de Traumatología, que es el que se encarga de la gran mayoría de las amputaciones, facilita un documento en el que se especifica el nombre del paciente, el del médico que se ha encargado de la intervención así como los detalles del miembro amputado. Este impreso se envía al juzgado de instrucción número 1 de Ibiza, que, si todo está correcto, envía a su vez otro documento en el que se autoriza la destrucción de ese miembro. Este paso es imprescindible. Es como obtener el certificado de defunción de esa parte del cuerpo que ha tenido que reseccionarse por cuestiones sanitarias.

A cuatro grados centígrados

Con este trámite se certifica que no hay ningún inconveniente para la destrucción o inhumación de la parte del cuerpo amputada. Es decir, que no está implicada en ningún proceso o investigación judicial abierto. Que no cabe la posibilidad de que tenga que usarse como prueba en algún momento. Esto, sin embargo, no es lo habitual.

Amputaciones, cuando se firma la defunción de una parte del cuerpo | VICENT MARÍ

Desde que finaliza la intervención hasta que se recibe ese papel del juzgado el tejido permanece en esos arcones blancos. Su temperatura es la misma que la de las cuatro cámaras mortuorias que hay en el servicio (y a las que en breve se sumarán otras dos, recalcan desde la gerencia): cuatro grados centígrados. «Deben estar refrigerados, pero no congelados», justifican. De hecho, todas las cámaras cuentan en el exterior con una pantalla en la que figura la temperatura.

En el momento en el que la secretaría quirúrgica o del servicio correspondiente del Hospital Can Misses recibe ese documento del juzgado se sigue exactamente el mismo proceso que en el caso de una defunción. Se da cuenta a los servicios funerarios «como en el caso de cualquier cadáver».

En ningún momento se entrega este miembro al paciente, recalcan desde la gerencia del Hospital Can Misses, deben ser los servicios funerarios los que se hagan cargo de él. Lo habitual es que esos miembros amputados acaben incinerados, coste que corre a cargo de la sanidad pública. Existe la posibilidad de enterrarlos e, incluso, de organizar un funeral algo que, al menos en el caso de Ibiza, es excepcional. Uno de los celadores encargados de este proceso, que lleva décadas trabajando en Can Misses, apenas recuerda «dos o tres» casos en los que los pacientes solicitaran la inhumación del miembro amputado.

Elacio Losada: "El objetivo de la unidad de pie diabético es reducir el número de amputaciones y su agresividad"

Reducir el número de amputaciones así como su agresividad es el objetivo principal de la Unidad de Pie Diabético del Hospital Can Misses. También evitar en lo posible los ingresos y la duración de éstos así como las reamputaciones. Así lo asegura Eladio Losada, endocrino de la unidad, que comenzó a funcionar en noviembre de 2015, hace cerca de siete años. En este tiempo los especialistas que la forman han atendido más de 1.500 consultas.

Se trata de una unidad multidisciplinar, integrada, además de por el endocrino, por Sarah Cortés (Traumatología), Ana Vargas (podóloga), Marta Bombardó (enfermera especializada y José Rosselló (cirujano vascular). También están integrados los profesionales de la Unidad de Hospitalización a Domicilio. Y «está en permanente contacto» con otras especialidades y grupos de trabajo del propio hospital para complementar su trabajo. Entre estos destacan el servicio de Medicina Interna y el grupo PROA (Programa de Optimización del uso de Antimicrobianos), especializado en la optimización del uso de antibióticos.

Todos ellos señalan que se trata de una patología «compleja», motivo por el que la abordan «desde un enfoque multidisciplinar». «El traumatólogo se encarga del control de las curas, descargas o antibioticoterapia requerida para el tratamiento, así como de la cirugía programada», explican. Estas últimas intervenciones se centran en el alargamiento del gemelo interno o la osteomielitis (infección ósea).

El endocrino, en cambio, es el responsable del control glucémico de los pacientes y también de coordinar las derivaciones extrahospitalarias que sean necesarias. La podóloga hace una valoración y trata «las alteraciones dermatológicas» y también descarga las úlceras que se les producen, hace un estudio de biomecánica y hace un seguimiento de las ortesis plantares, es decir, las plantillas que llevan los pacientes. La enfermera es la que se encarga de las curas.

La unidad atiende a sus pacientes cada quince días. En esas citas, el diabético derivado a ella es atendido de forma simultánea por el endocrino, el traumatólogo, la podóloga y la enfermera, de manera que en la misma visita pueda resolverse todo. Estos usuarios llegan a la unidad derivados desde el mismo hospital, principalmente desde el servicio de Urgencias y la planta de Traumatología. La Unidad de Hospitalización a Domicilio, relatan, es básica «para disminuir las largas estancias hospitalarias» y facilitar que los afectados «puedan continuar el tratamiento pautado en sus casas». De hecho, estos profesionales están en constante contacto con la unidad de Pie diabético para garantizar una continuidad en el tratamiento.

También llegan pacientes derivados desde las consultas de Atención Primaria, desde donde llaman al endocrino para comentar el caso, del que le envían imágenes a través del sistema de telemedicina. En todos y cada uno de los centros de salud de las Pitiusas hay una persona referente en pie diabético. Además, todo el personal de enfermería especializado en esta dolencia forma parte de la Comisión de Úlceras por Presión y Heridas, en la que están también integradas enfermeras de Can Misses.

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