Rocío López García: «Hay mujeres pagando 700 euros al mes por una cama compartida en Ibiza»
La coordinadora de proyectos de mujer y violencia de Metges del Món en las Pitiusas destaca la extrema feminización de la pobreza

Rocío López, en la sede de Metges del Món, en ses Figueretes, atendiendo a algunas mujeres. / Toni Escobar

«He recibido a mujeres que pagan 700 euros por una cama compartida. Por camas calientes. Alquiladas a tres personas diferentes. Que viven en cuartuchos de herramientas. No es una. Ni dos. Ni tres. Son muchas», relata, entre triste e indignada, Rocío López García, coordinadora de proyectos de mujer y violencia de Metges del Mónen Ibiza y Formentera. No son una. Ni dos. Ni tres. Y López no entiende cómo en Ibiza no se da respuesta a estas situaciones extremas.
López ha visto a siete personas conviviendo en una misma habitación. Y, hace apenas unos días, a una mujer colombiana y su hija con síndrome de Down, mayor de edad, durmiendo en el suelo de un piso de prostitución. «Cinco días», recalca sobre la situación de estas dos mujeres que pone como ejemplo del laberinto sin salida en el que la mayoría de las veces se ven muchos migrantes recién llegados a la isla. Han acudido a los servicios sociales municipales, al Consell, y antes de dar con Rocío y Metges del Món pasaron cinco noches en ese piso. Una mujer en situación de prostitución fue la única que les ofreció un lugar para dormir esos primeros días. Un espacio poco seguro. Especialmente para una persona «con la inocencia y la vulnerabilidad» de una joven con síndrome de Down.
Decepción e impotencia
«Siento una decepción y una impotencia... Esta es una isla con recursos, hay dinero, pero no están bien repartidos. No puede ser que sepas que hay personas que están aquí en estas situaciones y no se haga nada», indica López, que comenzó en la entidad como voluntaria y siguió como técnica de intervención social antes de ser coordinadora de los proyectos con mujeres y de violencia. Ver esto hace que se sienta indignada y enfadada. Y le cuesta entender que el resto de la sociedad de la isla no se sienta igual que ella, que empieza a pensar que ha tocado techo.
Toparse con negativas en diversos recursos sociales es algo habitual. Y es lo que ha pasado también con este último caso. «El Consell el único recurso que tiene es la Oficina de la Dona, que es maravilloso y funciona muy bien, pero ellas no dan el perfil», relata la coordinadora de Metges del Món, que ha recurrido, incluso, a administraciones y entidades de fuera de la isla. Con el mismo resultado: «Te dicen que si fuera una madre con una hija menor... O que para dos mujeres sí, pero cuando comentas que una es síndrome de Down entonces ya no porque ella debería ir por otro recurso. ¡Qué compartimentación! ¡Son personas!». En este sentido, relata también lo que han vivido familias recién llegadas a la isla: «En el centro municipal de acogida sólo aceptan adultos, así que los menores hay que llevarlos a otro lado. ¿Cómo podemos disgregar a las personas de esa forma?». López pide a las administraciones que creen servicios que realmente sirvan para ayudar a las personas recién llegadas.
López afirma que no se está poniendo «la atención que toca» en el movimiento migratorio que están recibiendo las Pitiusas en los últimos tiempos: «Clama al cielo la cantidad de pateras que recibimos y el trato que se les da a estas personas. La inacción por parte de las administraciones a la hora de hacer algo con estas personas, pero también la poca concienciación social y cómo se trata, desde todos los ámbitos, a las personas recién llegadas, migrantes». La experta destaca, además, que buena parte de ese movimiento migratorio son mujeres y pide poner el foco en el motivo por el que deciden dejar atrás todo: «Detrás de esto está la feminización de la pobreza, que es muy bestia». Esto, indica, hace que muchas de ellas o bien salgan de sus países víctimas de redes de trata o a través de mafias a las que deben pagar una deuda que, una vez aquí, sin documentación y solas, las acaba conduciendo a esta situación de prostitución.
De hecho, la experta de Metges del Món destaca que en la isla hay muchas mujeres que quieren salir de la prostitución y la Administración no las ayuda. «Pero es que los consumidores de prostitución son nuestros. O son hombres que viven aquí o son los turistas que pedimos que vengan a la isla», recalca la coordinadora, que recuerda que Ibiza es un punto más en el mapa del turismo sexual y exige: «Hagámonos responsables del personal que estamos metiendo en la isla y que está provocando que vengan mujeres extremadamente pobres y vulnerables que acaban explotadas». López las define como «las nuevas esclavas», un concepto en el que incluye tanto a aquellas que están en situación de prostitución como aquellas que acaban trabajando en el ámbito doméstico.
Las mujeres invisibles
En el caso de estas últimas, detalla que hay ocasiones en las que no cobran un sueldo, ya que trabajan a cambio de disponer de un espacio en el que dormir. Algunas hacer horarios extenuantes cobrando poco más de tres euros la hora o tienen que encargarse de la limpieza y de los niños. Algunas se dedican al cuidado de personas mayores. Son invisibles, lamenta. Ni quienes les dan trabajo, en la mayoría de casos, las ven. Las miran. Se interesan por ellas. Además, en no pocos casos sufren abuso y acoso en esas mismas casas y por los mismos hombres para los que trabajan: «Les reclaman tocamientos y otros intercambios». López habla del misterioso caso de las mujeres colombianas que desde finales del pasado año están llegando a la isla. Las primeras, recuerda, llegaron en octubre. Y en seguida comenzó a recibir llamadas de los servicios sociales municipales preguntándole si creía que se trataba de víctimas de trata. Pero no. «No están en prostitución. Vienen con un viaje arreglado y una vez aquí las personas de contacto no aparecen y tienen que buscarse la vida», relata.
No muy lejos de la ciudad de Ibiza, explica, hay varias infraviviendas en las que duermen recién llegados a la isla. Cuartos de herramientas: «Hay uno que los explota trabajando en el campo y luego los mete en esa caseta. Y otro tiene una especie de camillas en algo que parece un viejo granero y les hace pagar por ellas, por poco más de un metro cuadrado». Además, denuncia, la gran mayoría de estas personas no han podido empadronarse, lo que supone que no pueden obtener una tarjeta sanitaria y acceder a la sanidad pública.
Una situación, esta última con la que a Rocío López confiesa que le explota la cabeza: «Nadie tiene derecho a denegar el acceso al empadronamiento. Los ayuntamientos tienen la obligación de facilitar a la ciudadanía este trámite. Y ningún propietario tiene la potestad de evitar que alguien se empadrone». López insiste en que son los consistorios los que tienen que dar una solución cuando detectan «esta imposibilidad» y no los ciudadanos quienes «acaben volviéndose locos hasta encontrar la fórmula» para empadronarse.
Rocío López relata los problemas a los que se enfrentan los recién llegados mientras en su cabeza siguen muy presentes la mujer que acaba de llegar a la isla son su hija con síndrome de Down. «¿Hay más vulnerabilidad que ésta?», se pregunta. La respuesta que les han dado en servicios sociales es que están desbordados. «Sé que es una realidad, pero no me digas que no hay forma de arreglar esto. No me creo que en toda la isla no haya un par de camas para poder acoger a estas mujeres aunque fuera sólo unas noches, hasta que se pueda solucionar», comenta López, que recuerda que estas situaciones se dan en verano en la isla. Al mismo tiempo que las discotecas, las fiestas populares, el turismo y el lujo.
«Luego nos reuniremos en la mesa de atención a la prostitución o la de exclusión social, pero esto está pasando ahora. Si hacemos muchas mesas para tener muchas ideas, pero en verano no hay posibilidades de usar todo lo que hemos hablado en esas mesas, ¿qué sentido tiene? ¿Ponernos la medalla?», se cuestiona. «Hay que alzar la voz. Nos tenemos que mover. Ya no lo digo como trabajadora de Metges del Món, que también, sino como ciudadana», insiste.
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