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Rehabilitación al final del pasillo en el hospital de Ibiza

La planta de Traumatología del Hospital Can Misses cuenta desde este verano con un pequeño gimnasio para las sesiones de los pacientes que están ingresados

La fisioterapeuta Cecilia Costa realiza uno de los ejercicios con Tarik en la recién estrenada sala. Vicent Marí

Tarik se baja de la camilla sosteniendo en alto la pierna derecha, vendada desde el puente hasta debajo de la rodilla. Controlando mucho para que el pie no toque el suelo. Se apoya en dos muletas y avanza. Lentamente. Con Javier, el celador de Rehabilitación, pendiente de él y ayudándole con los sueros y la medicación que aún recibe a través de una vía. Tarik, convaleciente, afronta el regreso a su habitación, al final del pasillo, por su propio pie, algo que, hace apenas unos meses, no hubiera sido posible.

Apenas unos metros separan el nuevo gimnasio de rehabilitación de las habitaciones de Traumatología. Comparten planta. Un proyecto que viene de antiguo, recuerda Cecilia Costa, fisioterapeuta de Can Misses: «Llevo veinte años trabajando con pacientes de Traumatología y en su momento, el entonces jefe del servicio, Joan Tur Roselló, ya destacaba la importancia de la rehabilitación en los pacientes que estaban recién operados». «Hace mucho tiempo que el fisioterapeuta entró en planta», comenta la especialista desde el recién habilitado gimnasio.

El espacio se ubica en lo que era una sala de médicos. La habitación es alargada. Al final, junto a la ventana por la que se cuela muchísima luz, está la camilla. A su alrededor, todos los elementos necesarios para los ejercicios que tienen que hacer los pacientes: mancuernas, bandas con peso para piernas y brazos, muletas de todos los tamaños, zuecos, una pequeña máquina para pedalear, un tramo de escaleras... Presidiendo la sala, las largas barras en las que los pacientes se apoyan para dar sus primeros pasos después de un tiempo sin poder caminar.

Para Costa, poder trabajar con los ingresados en la propia planta sólo tiene ventajas. Así que hace un tiempo pidió a la supervisora de Traumatología un espacio en el que poder montar un pequeño gimnasio en el que atender a los pacientes hospitalizados. «Se mostró encantada con la idea y la puso en marcha. Se lo comunicó a la dirección de Enfermería y buscaron el sitio, este despacho», recuerda.

La mejora, afirma, ha sido mucha. Antes de contar con este recurso en la propia planta los pacientes debían ir hasta el gimnasio grande, que se encuentra bastante alejado, lo que suponía invertir tiempo en traslados. «Para los pacientes ha sido un gran cambio —afirma la fisioterapeuta— los traslados recién operados suponen mucha fatiga, aquí están mucho más cerca». Además, en este espacio se atiende a un paciente tras otro, es decir, no coinciden varios, por lo que hay más intimidad. En el recién estrenado gimnasio se puede atender a todos los pacientes de planta. Y por la sala pasan, incluso, personas que no hace ni 24 horas que han salido del quirófano.

La última operación de Zuleima

Es el caso de Zuleima, que llega al gimnasio charlando con Javier, que empuja la silla de ruedas por el pasillo. La joven, que celebrará su 22 cumpleaños en la habitación 341 de la planta de Traumatología, acaba de afrontar una nueva operación en su brazo derecho. Lleva ya unas cuantas desde el accidente de tráfico que a principios de enero la llevó a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de Can Misses. Unos días que recuerda con horror su madre, con la que se cruza en el pasillo, rumbo a la primera rehabilitación de su última operación. «Ella iba de copiloto...», explica, cerrando los ojos, la madre, que confía en que no tenga que pasar más veces por el quirófano.

Zuleima saluda contenta a la fisioterapeuta. Le muestra el brazo aún vendado y sonríe. Estos cinco meses han sido duros, pero es muy optimista. Hace apenas unas horas que la han operado y ya nota mucha más movilidad. «No podía hacer casi nada. Ya me lo habían operado, pero se quedó rígido, con un movimiento muy limitado», detalla la joven, a la que el recorrido desde su habitación al gimnasio, comparado con el que hacía meses antes, le ha parecido «muy corto y mucho más cómodo». En este primer día, explica Cecilia Costa, trabajarán «lo que se pueda». La fisioterapeuta sonríe al ver tan positiva a la joven, que lleva muchos días de hospital en lo que va de año. «Llevo un hierro en casi toda la pierna», comenta mostrando las cicatrices. Hoy la jornada será corta. Ver un poco cómo responde la mano y planificar la rehabilitación.

Los pacientes no son los únicos beneficiados con este gimnasio en la propia planta. También los familiares. Pueden ver cómo evoluciona el enfermo sin necesidad de que les pasen vídeos por whatsapp, saben dónde encontrar a Costa si tienen alguna duda y ésta, además, puede darles indicaciones in situ de cómo movilizar y ayudar al enfermo en su recuperación. «No saben muy bien cómo cogerlos, temen hacerles daño», indica la fisioterapeuta, que insiste en lo «fluido» que es ahora este servicio. Javier apenas tarda unos segundos en trasladar a los pacientes de la habitación al gimnasio y al revés. Esto ellos lo agradecen mucho, especialmente al acabar la sesión. Cuando la rehabilitación la tenían que hacer en el gimnasio grande en ocasiones pasaban un rato largo esperando a que el celador volviera a recogerlos. Un rato que, agotados tras el esfuerzo, se les hacía especialmente pesado. Por muy bien coordinados estuvieran todos los profesionales, a veces los ascensores estaban «colapsados» o surgía algún imprevisto.

Así lo recuerda Tarik, que confiesa que el rato que pasa en el gimnasio le sirve de «desconexión». Lleva cerca de dos meses ingresado tras sufrir un grave accidente que a punto estuvo de costarle la pierna derecha: «Me partí la tibia y me rompió la vena aorta». Para salvársela tuvo que pasar por una complicada operación de cirugía vascular. Costa explica que la mayoría de los pacientes llegan «agobiados» y, así como van pasando las jornadas, van perdiendo el miedo. «Al principio la rehabilitación duele, pero luego cada vez menos», indica el paciente que se muere de ganas de seguir avanzando y poder, dentro de no mucho tiempo, volver a caminar. Apoyando el pie derecho. Sin muletas. Sin Javier a su espalda, sosteniéndole las bolsas de suero y medicación .

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