Diario de Ibiza

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Entrevista Merche Chapí Orrico Directora y profesora de teatro

Merche Chapí: «En Ibiza se piensa solo en el euro, pase lo que pase, aunque se caiga la isla»

«Este reconocimiento era el que más ilusión me hacía porque llegué a la isla en 1966 y me enamoré de Ibiza y todos los trabajos que he hecho han sido en Vila», afirma Merche Chapí, que recibirá el próximo 5 de agosto la Medalla d’Or de la Ciutat d’Eivissa

Merche Chapí, el pasado miércoles, en su salón frente al retrato de su pareja, el desaparecido Miquel Ramon. | J.A. RIERA

«Hasta los 80 he trabajado a tope, pero los dos últimos años han sido un desastre», comenta Merche Chapí (València, 1939) antes de comenzar la entrevista, que se lleva a cabo en su casa de Vila. Desde que falleció Miquel Ramon, su compañero de vida, y decidió decir adiós a su otra pasión, el teatro, ocupa la mayoría del tiempo leyendo y viendo películas. Apenas sale de casa, aunque lo hará, asegura, el próximo 5 agosto para recoger la Medalla d’Or de la Ciutat d’Eivissa, con la que el Ayuntamiento de la ciudad reconoce su larga y fructífera carrera teatral y su compromiso con la sociedad y la cultura de este municipio.

Merche Chapí, nacida en Valencia, llegó a Eivissa por primera vez en 1966. | J.A. RIERA

El Ayuntamiento de Ibiza anunció este martes que le concede la Medalla d’Or de la Ciutat. ¿Cómo reaccionó al saber la noticia?

Fui muy, muy feliz. Me llamó el alcalde de Ibiza, Rafa Ruiz, para comunicármelo y me quedé sin palabras, me emocioné mucho. Este reconocimiento era el que más ilusión me hacía tener porque llegué a la isla en 1966 y me enamoré de Ibiza. Enseguida me dije que tenía que vivir aquí. Lo estuve intentando hasta que en 1968 ya me quedé. Además, todos los trabajos que he hecho han sido en Vila, no he salido por los pueblos.

¿Le devuelve este reconocimiento motivación y algo del feeling que sentía hasta hace bien poco por el teatro?

Antes me parecía imposible dejar el teatro en algún momento, pero cuando murió Miquel (Miquel Ramon) y llegó aquel retiro obligatorio, se me quitaron las ganas de todo. Además, estoy prácticamente ciega y apenas oigo.

Se cumplen 55 años desde que comenzó a dirigir teatro. ¿Cómo se metió en este mundo?

Empecé en Valencia como actriz a los 20 años. Antes no había pisado un escenario ni había hecho teatro. Lo que pasa es que era muy mala actriz y no me gustaba el asunto de interpretar. No dominaba la obra que estaba haciendo cuando actuaba, solo mi personaje, si lo conseguía, que tampoco estoy segura. Mi primer profesor y director, Antonio Díaz Zamora, que era buenísimo, no consiguió enseñarme nada como actriz, porque no tenía oreja para eso, pero sí aprendí muchísimo con él y otro grandes profesores sobre dirección. Antonio decía que necesitaba mi oído para trabajar y siempre estaba hablándome del análisis de los personajes, de la construcción de cada escena...

¿Qué le atrajo de Ibiza para dejar Valencia e instalarse en la isla?

La primera vez que vine a la isla fue porque un novio mío actuaba con un grupo en el Lola’s. Luego con él rompí, pero con Ibiza no.

¿Vino a la isla con la idea de forjarse una trayectoria teatral?

No. Me casé con otra persona y vine a la isla. Pensé que, como estaba casada, ya no haría más teatro, pero al poco tiempo me llamaron de la Escuela Blat para ofrecerme montar unas aulas de teatro con los niños y enseguida me puse a ello.

¿Cuál era el panorama teatral entonces en la isla?

Solo estaba la compañía de teatro Arts i Oficis de Pedro Cañestro y se hacía algo en plan amateur y entre amigos en Ebusus y el Casino de Ibiza con mi queridísima amiga Pepita Escandell.

¿Qué recuerda de la experiencia en la Escuela Blat?

Disfruté muchísimo. Luego estuve algún tiempo dando clases en el colegio de Puig d’en Valls y en el de Sant Jordi. Trabajar con niños me encanta. Las clases de teatro deberían impartirse desde la guardería, pero hasta los nueve o diez años no se debería sacar a un niño al escenario.

¿Por qué?

Por muchos motivos. Entre otros, porque la creatividad se corta mucho cuando les obligas a aprenderse un texto y a seguir una dirección, mientras que en las clases ellos crean todo lo que les apetece.

En 1975 fundó el Grup Amateur de Teatre GAT. ¿Cómo nació el proyecto?

Un grupo de gente que estaba en el Partido Comunista se enteró de que yo en Valencia estaba con la izquierda y vinieron a buscarme para montar un grupo de teatro.

¿Quiere decir que la primera motivación para crear el GAT fue política?

No es que yo estuviera desesperada por hacer un teatro de agitación política, pero lo hacía de alguna manera. En aquellos tiempos montaba unas obras mucho más políticas. No había otra vía para explicarse que no fuera el teatro y saltándose la censura. Eso fue muy al principio, porque Franco se murió enseguida y ya no hizo falta, porque ya se podía publicar cualquier cosa. Entonces ya me dediqué a representar las obras de los grandes autores que me habían interesado siempre. El teatro era mi vida.

¿Cómo esquivaba en aquellos inicios la censura?

Cuando te cortaban del texto unas palabras no las decías porque no se podía, pero te inventabas otras vías alternativas. En Valencia lo hacía cuando trabajé como ayudante de dirección. Me encargaba de escoger la música, y si, a lo mejor, tenía que poner una marcha nazi la cambiaba por un pasodoble español y ya todos relacionaban lo que estaba contando con la actualidad nacional. No estaba diciendo nada, pero lo estaba insinuando todo.

¿Recuerda cuál fue el primer montaje que hizo con el GAT?

Fue algo muy sencillito, unos entremeses de Cervantes, para ir probando a los actores. La segunda obra sí que ya era muy política, ‘El velatorio’, de Fernando Macías.

¿Que pesaba más en sus inicios a la hora de escoger una obra para llevarla a escena?

Que fuera reivindicativa y que estuviera bien escrita.

¿Algo más?

Yo he leído teatro desde pequeñita y conocía a los grandes clásicos desde siempre así que cuando iban entrando al grupo intérpretes nuevos, según sus facultades, ya pensaba en los personajes de las obras que me gustaban con los que podían encajar. Siempre eran los actores los que me atraían para montar algo interesante.

¿De qué montaje guarda un recuerdo más grato?

Estuve toda la vida soñando con hacer ‘Tío Vania’, de Chéjov, y al final conseguí hacerla y salió perfecta. Hubo otra que me costó más tiempo todavía y que creo que fue un trabajo superguapo, ‘Bodas de sangre’, de Lorca, con 35 actores en escena y con bailarines y bailarinas.

¿Diría que el GAT marcó un antes y un después en la escena teatral ibicenca?

Pienso que sí. Es verdad que a veces la gente no entendía las cosas que hacía, pero yo creo que hice una trayectoria enciclopédica representando todas las grandes obras, desde los clásicos griegos hasta el teatro del absurdo más moderno. Hacía el teatro que me gustaba a mí y transmitía esa pasión a los actores para que ellos a su vez la transmitieran al público, pero hay gente que me ha llegado a decir: «Qué bonita la obra, ¿me la puedes explicar? Es que no he entendido nada». Los textos que escogía casi siempre gustaban al público, pero la gente no comprendía profundamente por qué los hacía o qué es lo que quería decir con ellos.

A principios de la década de los 80 abrió la escuela GAT en la que ha estado formando a unas cuantas generaciones de actores. ¿Cuál era su fórmula para sacar lo mejor de sus alumnos?

¡Uff!, son tantas cosas y años de estudio. Empecé solamente con técnica teatral, que es como iniciación al teatro. Los alumnos aprendían cosas tan básicas pero tan imprescindibles como salir y caminar hacia el centro del escenario, mirar al público, dominarlo y decirle algo. Parece sencillo, pero no lo es tanto. También trabajaban la voz, su continuidad, y otras cosas. Al cabo de tres o cuatro años metí ya interpretación y luego historia del teatro, que ahora ya a nadie le interesa.

¿Qué opina de la salud del teatro español?

El teatro no se puede acabar nunca. Puede que la gente deje de ir al cine, y que lo vea en casa, pero no dejarán nunca de ir al teatro porque atrae de una manera increíble y los que lo hacemos lo disfrutamos tanto que esto no se paga con dinero. Yo antes me iba unas tres veces al año a Madrid y veía todo lo que se iba haciendo nuevo, pero ahora ya no me atrevo a moverme yo sola hasta allí. Están haciendo ‘El pato salvaje’, de Ibsen, y me encantaría verlo para ver si me aclaran algo porque Ibsen es muy complicado, es como una cebolla a la que vas quitando capas y capas.

¿Cómo ve la escena teatral local actual?

Muy bien.

¿Y cómo ve Ibiza en general?

No sé qué decirte. Veo que aquí se piensa solo en el euro, pase lo que pase, aunque se caiga la isla, da igual.

Algunas personas pensaban que la lección que nos ha dado la pandemia serviría para reflexionar y cambiar el rumbo...

Al final no ha servido para nada. La gente solo piensa en el hoy. Cuando uno tiene tantos millones como para tener hoteles en otras partes del mundo, no pasa nada, si se cae Ibiza, vivirás con lo de otros países, pero cuando eres un comerciante con una tiendecita de souvenirs cuando se caiga Ibiza tú no comerás.

¿Conserva la isla que la enamoró en 1966 el atractivo suficiente para seguir prendada de ella o ha perdido mucho de su encanto?

Es que sabes qué pasa, que nos moriremos todos, acabaremos con el turismo, no quedará nada, se caerán los edificios, pero la isla será la misma, tendrá la misma fuerza, la misma luz, la misma energía. No quedaremos nadie, pero Ibiza seguirá enamorando, estoy segura.

¿En qué ocupa el tiempo ahora que no dirige?

Apenas salgo. Veo mucho cine en casa y leo mucho, de madrugada. La lectura es mi mayor motivación. Ahora mismo estoy releyendo a Patricia Highsmith, estoy con ‘Mar de fondo’. Philip Roth es otro autor al que recurro mucho. Me hubiera apetecido escribir algo de teatro, pero sin vista no puedo hacerlo.

¿Si Miquel Ramon no hubiera fallecido, cree que seguiría a estas alturas con el teatro?

Claro que sí. Pero me pegó un bajón tan grande que dejó de interesarme todo y luego es que estoy impedidísima. Aunque el teatro lo llevo conmigo y cuando veo obras soy muy creativa también mirando.

¿Qué significa y ha significado Miquel Ramon en su vida?

Para mí era casi un imposible. Yo no creo que haya muchas personas que encuentren a alguien tan perfecto con quien vivir. Alguien que te erotice tanto y que sea tu hermano también, porque éramos tan, tan amigos... Era perfecto todo, demasiado. Yo digo que se acabó muy pronto, pero estuvimos muchos años juntos realmente.

Teniendo como pareja al histórico dirigente de Esquerra Unida en Ibiza Miquel Ramon, fallecido en marzo de 2020, Merche Chapí ha vivido de muy cerca la política durante décadas, pero asegura que nunca le ha tentado dedicarse a ella.

Hábleme de su vertiente más política porque creo que ya siendo muy joven, estando todavía en Valencia, se metió en el PCE...

Sí, ayudaba en todo lo que podía. En Ibiza ya no fue tan difícil, pero de Valencia tuve que salir corriendo porque me moría de miedo. Había tortura por un tubo entonces. En Valencia no tenía carné del partido, era todo muy clandestino, simplemente colaboraba, pero en la isla sí que milité en el PCE y luego en Izquierda Unida.

¿Se planteó alguna vez dedicarse a la política, como lo hizo su pareja, Miquel Ramon?

Nunca. Si con el teatro yo podía ayudar a la idea, pues muy bien, pero no habría sabido trabajar de política.

«Nunca me planteéser política, no sabría hacerlo»

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