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Asilo político

La refugiada Ghazaleh Khorraminiya, en Ibiza: «El 90% de las iraníes no quieren el hiyab»

La joven iraní, que tuvo que huir de su país por su activismo por los derechos de las mujeres y por convertirse al cristianismo, recibe la Confirmación en Ibiza de manos del obispo de la isla, Vicent Ribas

Ghazaleh Khorraminiya, ayer, delante de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario, en Eivissa. | J.A. RIERA

Ghazaleh Khorraminiya (Teherán, 1983) tiene muy clara su meta en la vida, luchar por «la libertad de las mujeres de Irán». No piensa cejar en su empeño, a pesar de que hace ya casi tres años tuvo que escapar de esta república islámica tras recibir amenazas por su activismo y por haber abrazado la fe católica. «En mi país, la conversión desde el islam a cualquier otra religión puede conllevar la cárcel e incluso la muerte», explica la joven iraní, que este domingo, 8 de mayo, recibió la Confirmación en la iglesia de la Sagrada Familia de Can Bonet (Sant Antoni) de manos del obispo de Ibiza, Vicent Ribas.

Momento en que Ghazaleh recibe la Confirmación. | ARCHIVO PERSONAL DE G.K.

Los problemas con las autoridades iraníes comenzaron para Ghazaleh cuando, desafiando las reglas de la república islámica sobre el uso obligatorio del hiyab, apareció con el cabello al descubierto en un vídeo publicado en las redes sociales por la periodista Masih Alinejad, residente en los Estados Unidos. «Por no llevar velo en público te encarcelan y te multan», asegura la activista tras relatar que en Irán hay agentes de policía que se dedican exclusivamente a controlar que la población femenina lleve el pelo cubierto. Ella misma, cuenta, estuvo «un día en prisión» cuando tenía 27 años por no ponerse el pañuelo. Es el miedo lo que, en palabras de Ghazaleh, mueve a la mayoría a respetar esta obligación, a pesar de que, según sus cálculos, aproximadamente «el 90% de las mujeres» de Irán «no quieren el hiyab».

El estar en contacto con Masih Alinejad, el azote del régimen iraní en el exilio, también ponía en peligro a Ghazaleh. «Hablar con ella supone acabar en la cárcel», asegura, antes de mencionar que tiene cinco amigas en Irán que hacen frente a penas que suman «entre todas, 105 años de cárcel» por tener relación con Masih Alinejad y participar en acciones en favor de los derechos de las mujeres. Menciona, en concreto, el caso de Monireh Arabshahi, Yasaman Aryani y Mojgan Keshavarz, en prisión desde 2019 por haber celebrado el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, repartiendo, sin velo, flores entre la población femenina.

La Biblia

A raíz de la publicación en las redes sociales del vídeo sin hiyab de Ghazaleh, la policía iraní fue a su casa y registró sus pertenencias, como el ordenador y sus libros, entre los que encontró una Biblia. «Además de confirmar mi activismo feminista, descubrieron que era cristiana y que estaba ayudando a otras personas que querían convertirse a esta religión», relata la joven iraní, que decidió en verano de 2019 huir del país. Lo hizo a través de Turquía, donde compró un pasaporte falso. Su intención era llegar a Reino Unido, en concreto, a Manchester, pero en una escala en el aeropuerto de Ibiza, en agosto de ese año, la Policía Nacional la arrestó por falsedad documental. Fue en la isla donde en septiembre de 2019 formalizó su petición de asilo político y donde estuvo residiendo hasta que hace casi nueve meses se trasladó a vivir a Valencia, donde le ha prestado ayuda Cruz Roja. Allí esta «maestra de arte y ciencia», con estudios universitarios de Diseño gráfico y Moda, está estudiando ahora cocina.

Ghazaleh Khorraminiya con su padrino, Supremo Bawag Costa, en las instalaciones de Diario de Ibiza. | J.A.RIERA

La Confirmación en Can Bonet

La joven iraní regresó a Ibiza, por unos días, el pasado viernes, 6 de mayo, para recibir la confirmación en Can Bonet, en la misma iglesia donde en 2020 fue bautizada por el párroco Virgilio Bago y donde hizo la Comunión en 2021. Fue el obispo de Ibiza, Vicent Ribas, quien este domingo le administró a ella y a otras trece personas más el sacramento que las integra de forma plena como miembros de la comunidad católica.

En el evento la acompañaron muchas de las personas que a su llegada a Ibiza le prestaron apoyo y ayuda para evitar que fuera repatriada a su país. Ente ellas estaba Graciela Masiano, integrante de SOS Refugiados Ibiza y Formentera.

Para Ghazaleh significan mucho el templo de la Sagrada Familia y todos las personas que están en esta parroquia, incluidos su padrino, filipino, y su madrina, española. «Cuando no tenía nada ni a nadie, me aceptaron como si fuera de la familia. No fue fácil porque yo entonces solo hablaba persa e inglés y fueron muy pacientes conmigo», comenta muy agradecida. Cuando se le pregunta por los motivos que le llevaron a convertirse a la fe católica, explica que «en el cristianismo» ha encontrado «amor y paz».

Aunque todavía hay cosas que prefiere callar, para proteger a su familia, Ghazaleh va perdiendo el miedo a hablar de la situación en su país de la población femenina, que teme que vaya a peor. Para ilustrar lo que significa ser mujer en Irán pone algunos ejemplos, además de la obligación de llevar el hiyab: «Para poder viajar al extranjero, las mujeres tienen que pedir permiso al progenitor o al marido, en caso de estar casadas», y, si se separan, «los hijos, le corresponden, por ley, al padre». «El gobierno todavía no ha podido recortarnos muchos derechos porque las iranís somos fuertes», asegura antes de mencionar a su madre, «una mujer con estudios universitarios, que se casó con 30 años y que al separarse luchó para poder quedarse con sus hijas».

«Estoy aquí para dar voz a las mujeres de Irán», insiste Ghazaleh, que también habla del «miedo» general que se respira en su país. «Mujeres y hombres viven atemorizados porque el Gobierno no tiene corazón y no tiene miedo a matar a la gente como mosquitos», afirma.

Su petición de asilo, en trámite

La joven activista todavía está esperando la resolución definitiva a su petición de asilo político en España, que empezó a tramitar en Ibiza en 2019. De momento, tiene «la tarjeta roja», el documento que le permite residir en el país mientras se procesa su solicitud de protección internacional. Lo tiene que renovar cada seis meses, el actual le caduca a principios del próximo mes de julio. «Si no me lo renuevan, no sé que voy a hacer», comenta pensativa esta joven iraní, que nunca se imaginó que acabaría en España y que parte de su corazón se quedaría en Ibiza, donde le gustaría regresar para vivir cuando consiga definitivamente el asilo político.

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