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Uc, un terapeuta de cuatro patas en una residencia de Ibiza

Los usuarios del centro de día de Cas Serres disfutan todos los viernes de la visita de Uc y Oli, protagonistas del programa de terapia asistida con animales que imparte Maria Castelló y que se puso en marcha hace poco más de un mes

Terapeutas de cuatro patas

Terapeutas de cuatro patas

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Terapeutas de cuatro patas Marta Torres Molina

Hans abraza a Uc, que acaba de subirse, de un salto, a su regazo. Le da un beso en la cabeza, entre las dos orejas. Lo acaricia. Pasa la mano por el lomo canela de Uc y habla de los perros que ha tenido. Uno era un dóberman, recuerda. Imita el gruñido de aquel can que ha rescatado de su mascota. Ríe. Y sigue acariciando a Uc. Los últimos arrumacos hasta la semana que viene. Serafín, que aún tiene sobre sus piernas la camita de lunas del animal, alarga la mano para una segunda despedida. Ninguno de los dos quiere que Uc se marche. Si por ellos fuera, el perrillo les acompañaría todos los días, no sólo la mañana del viernes, en sus actividades en el centro de día ubicado en el Hospital Residencia Asistida de Cas Serres.

El desayuno está servido en las mesas. Huele a café. Pero Antònia no se levanta de la silla. «Es que no le he dicho adiós», responde cuando una de las auxiliares la anima a levantarse, lavarse las manos y almorzar. Y allí se queda, esperando su turno para despedirse del que durante una hora les ha hecho reír, recordar y emocionarse. Estos son, precisamente, algunos de los objetivos del programa de terapia asistida con animales que, desde mediados de marzo, disfrutan los usuarios del centro de día de Cas Serres, explica Margarita Ferrer, coordinadora, mientras recibe a María.

«Es su segundo día aquí», explica. «Cuando vinieron a buscarme no me quería ir», confiesa, sonriendo pizpireta antes de despedirse de su hija y ocupar la silla, con su nombre escrito en el respaldo. Ella es la primera que se levanta para recibir a Uc, que llega acompañado de su humana, Maria Castelló, que carga con su cama bajo el brazo. Este viernes viene sólo con Uc, al que adoptó hace cuatro años, cuando él tenía apenas tres, en Can Gossos. Pero a veces les acompaña también, para la sesión de terapia, Oli, que tiene nueve años y se incorporó hace apenas uno a la familia de Castelló. «Era fisioterapeuta y había hecho un máster en terapia asistida con animales. Pedimos al Consell permiso para hacer una prueba piloto en la residencia y fue muy bien, así que lo pedimos para el centro de día», explica Ferrer mientras Uc, desprovisto ya del arnés con el que ha llegado, agita la cola y va de usuario en usuario. A saludar.

«Es un trabajo multidisciplinar en el que intentamos atender bien las necesidades de los usuarios. En este caso, la estimulación cognitiva», explica Castelló descargando todo lo que trae para la sesión de hoy. Uc y Oli son «el hilo conductor» de las sesiones. «Las mismas actividades se podrían hacer sin un animal, pero ellos facilitan la comunicación y la reminiscencia, que recuerden», comenta. «Tenemos dos usuarias de más de 90 años con una demencia muy avanzada. No participan en nada. Una de ellas se enfada, incluso. Pero con los perros les cambia la cara. Se las ve contentas», apunta Ferrer.

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Uc, un terapeuta de cuatro patas en Ibiza Vicent Marí

Incluso aquellos que aseguran que no les gustan los perros, cuando los ven aparecer por la puerta del centro de día los buscan. Y se emocionan. Aseguran Ferrer y María, que imparte estas sesiones de terapia en varias residencias de la isla y a integrantes de varias asociaciones a través de su empresa de terapia con animales, EnCANta’t.

Uc va de usuario en usuario, buscando las caricias de sus manos surcadas de arrugas. No hay uno solo que no interrumpa la actividad de este viernes, unos puzles de unas fotos de los perretes, para rascarle con cariño detrás de las orejas, pasarle la palma por el lomo o juguetear con los dedos bajo su barbilla. María, que no pierde ojo de lo que pasa en la sala, de vez en cuando anima al pequeñín a sentarse en los muslos de los mayores más deseosos de darle cariño.

«Es más bonito que una criatura», afirma la terapeuta, provocando a Angelita, que no puede evitar responder, medio escandalizada: «no se te ocurra decir eso». «Mis dos hijos tienen perro y antes comen ellos que nosotros», comenta María. «A mí siempre me han gustado. Tuve uno, pero me lo mataron», explica Serafín, que es uno de los integrantes del equipo que completa antes el puzle y que, por tanto, serán los primeros en jugar con Uc, que cuando ve lo que tiene Maria entre manos empieza a mover la cola.

La terapeuta pide a cada uno de los integrantes del equipo de Serafín que escondan una chuchería para Uc en un rompecabezas perruno. El can obedece. Aguanta estoico el subyugante aroma de los premios. Al principio. Porque cuando se María se despista unos segundos roba una frente a los morros de los usuarios, que ríen con ganas. Escondidas todas las chucherías, María anima a Uc a encontrarlas, para lo que tiene que mover algunas piezas. Los usuarios siguen atentos las peripecias del perro para comerse los cinco trozos escondidos. Están ahí, sentados en las sillas con sus nombres, pendientes. Sin apartar la mirada. Concentrados. Animando a Uc. Aplaudiendo cada vez que descubre una. «¿Ves? Normalmente les cuesta concentrarse en algo, pero mira cómo están todos ahora, mira sus caras», hace notar Ferrer justo antes de que UC se relama al dar con su quinta chuchería.

Mientras el perro inicia su ruta de despedidas, usuario por usuario, María les enseña una foto de Bimba, la nueva integrante de EnCANta’t. «¡Cuántas trenzas!», exclama Edo señalando la crin de la yegua, que ha llegado desde Italia y a la que, en cuanto esté lista para las terapias, harán una visita, promete Margarita Ferrer despidiéndose, ella también, de Uc. Hasta el viernes que viene.

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