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crónica

Una visita guiada para conocer la belleza de una depuradora de Ibiza

Usuarios de Apfem conocen el proceso de tratamiento del agua que se sigue en la depuradora de aguas de Santa Eulària

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Una visita guiada para conocer la belleza de una depuradora de Ibiza J.A. Riera

Una Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR) no es una catedral gótica. Eso es un hecho. Sin embargo, una visita guiada a una depuradora puede ser igual de interesante y enriquecedor. Además, las depuradoras tienen la belleza de lo útil, que no es poco. Ayer, la Alianza por el Agua -en colaboración con la conselleria de Medio Ambiente del Govern- organizó una jornada de puertas abiertas en las instalaciones de saneamiento, depuración y desalinización de Eivissa coincidiendo con el Día Mundial del Agua, y que incluía también visitas guiadas para conocer desde dentro su funcionamiento.

«En nuestro día a día, abrimos el grifo y tenemos agua, pero no pensamos de dónde viene y a dónde va. Por ese motivo son necesarias actividades en las que vemos dónde empieza el ciclo de recuperación del agua, en las desaladoras, y dónde termina, en las depuradoras», explica Inés Roig, técnica de la Alianza por el Agua.

A las 11.30 de la mañana de ayer, la depuradora de aguas residuales (EDAR) de Santa Eulària tenía prevista la visita de un grupo de escolares y otro de usuarios de Apfem, la asociación por la salud mental. A última hora, el grupo escolar canceló la visita por la amenaza de lluvia, pero quienes sí asistieron a la cita fueron usuarios de Apfem, acompañados de una monitora, Paola Engerer: «Es una actividad diferente y los usuarios lo agradecen», explica.

El decantador, última etapa de la depuración. J.A.RIERA

Cara a cara con el monstruo

La visita guiada va a cargo de Sara Gómez, jefa de planta, ambientóloga y apasionada de su trabajo: «Trabajar en esta planta es muy divertido. Mucho mejor que la desaladora, que es una instalación en la que todo son tubos, no ves el agua y es muy aburrido». Pese a este entusiasmo, la depuradora nos recibe con un olor fuerte y desagradable, que hace que agradezcamos el uso de la mascarilla: «Es inevitable», explica Gómez, «son aguas residuales, producen gases, pero hay un sistema de desodorización y un tratamiento que mitiga el olor».

De forma rápida y didáctica, la jefa de planta explica las tres fases de la depuración que se realizan en esa instalación. En primer lugar, un pretratamiento en el que se filtran y separan los elementos sólidos. El segundo paso es el tratamiento biológico, en el que unas bacterias depuran el agua, a la cual se le inyecta también oxígeno. El tercer paso es el de decantación, en el que el fango resultante queda depositado en el fondo y el agua restante, ya depurada, puede ser enviada al mar.

«¿El agua que sale de aquí se puede consumir?», pregunta Marco Antonio Álvarez, usuario de Apfem. «No, y para que pudiera servir para otros usos, como limpiar las calles, debería seguir otro tratamiento más, pero de aquí sale limpia para volver al mar».

Tras la explicación, el grupo entra en la nave donde se realiza la primera fase del proceso de depuración. Dándoles la bienvenida, hay una enorme pinza mecánica que sostiene una masa amorfa, gris y de aspecto amenazante. Está levemente elevada y los visitantes no lo saben todavía, pero están cara a cara con el monstruo más terrible: el tapón de toallitas.

Una pinza mecánica sostiene una amenazante bola de toallitas de baño. | J.A.RIERA

«Son nuestro principal enemigo. Atascan las bombas y las tuberías. Son la primera causa de averías. Por su culpa perdemos mucho tiempo y dinero», explica Sara Gómez. «Ahora mismo es nuestra gran amenaza. Recomiendo a los ayuntamientos que hagan campañas de concienciación para que no se tiren al váter». Uno de los usuarios de Apfem, Jordi Siguan, se acerca a la bola de toallitas y la observa detenidamente, casi con miedo, fascinado por ese enemigo tan poderoso.

Te hundes como una piedra

La siguiente etapa es en las cisternas circulares donde se produce el tratamiento biológico del agua. «Es mi lugar favorito. Se inyectan bacterias nitrificantes y desnitrificantes que degradan la materia orgánica. Es mágico, me fascina cómo el trabajo de estas bacterias puede lograr que de aquí salga agua limpia», explica la jefa de planta. Las bacterias oxidan compuestos del azufre o del nitrógeno, como el amoníaco.

El aspecto de las cisternas es poco atractivo. Las aguas son marrones y, a causa del sistema de inyección de oxígeno, permanecen en constante movimiento, como si fuera un jacuzzi aunque, en este caso, infestado de bacterias. ¿Qué sucedería si nos caemos en esta piscina? ¿Nos intoxicaríamos? ¿Nos irritaría la piel? Sucedería algo muy distinto e inesperado. «Te hundirías como una piedra», explica Sara Gómez: «Esta no es agua normal. Tiene muchísimo oxígeno. Este agua no te sostiene. Si te lanzas no podrías nadar, caerías hasta el fondo».

Gómez está orgullosa del funcionamiento de la depuradora de Santa Eulària, aunque no es la única a su cargo: también supervisa las de Sant Jordi, Sant Joan, Port de Sant Miquel y Cala Llonga. Otro técnico se encarga del resto de plantas de la isla.

Julián Baena improvisa un poema tras la visita. | J.A.RIERA

En la última etapa de la visita comprobamos los motivos del orgullo de la supervisora de planta: un gran decantador donde, en superficie, el agua ya es transparente, cristalina, aunque no potable. «Es increíble que el agua salga tan bien», comenta admirado Thomas Bécquer, usuario de Apfem.

La jornada ha emocionado a otro de los visitantes, Julián Baena, quien inspirado por todo lo que acaba de ver pide recitar un poema improvisado sobre el agua: «Aguas que son divino tesoro/que no se deben malgastar/que caéis del cielo/aguas de maravilla/infinita gloria/debemos concienciarnos/toda la humanidad/que haya depuración/para toda la eternidad».

Tras el último verso, recibe un aplauso de sus compañeros.

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