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El 3% de los habitantes de Ibiza y Formentera sufrirán a lo largo de su vida la «ceguera silenciosa», el glaucoma

La mayoría de los casos se diagnostican en personas que superan los 60 años, aunque también los hay a partir de los 40

Javier Fernández, el jefe de Oftalmología del Hospital Can Misses.

El nervio óptico empieza a perder fibras nerviosas. De forma acelerada. Y con cada fibra nerviosa perdida el campo de visión se estrecha. Así funciona el glaucoma, enfermedad de la que ayer se conmemoró el Día Mundial. «Se le llama la ceguera silenciosa», comenta Javier Fernández, jefe de Oftalmología del Hospital Can Misses. Y es que la pérdida de esas fibras nerviosas, si no se pilla a tiempo, puede acabar con la visión del paciente. Además, el glaucoma es puñetero, ya que en la mayoría de los casos el enfermo no se da cuenta de esa pérdida de visión periférica. «Lo compensa con el otro ojo», comenta el responsable del servicio, que indica que, así como avanza el glaucoma, la visión se va pareciendo cada vez más «a un túnel».

El especialista destaca que entre el tres y el cinco por ciento de los pitiusos desarrollarán esta enfermedad ocular a lo largo de su vida. El objetivo, señala, es tratar de detectar el máximo posible de los casos a tiempo para «frenar su progresión», ya que es imposible recuperar lo que ya se ha perdido. «El daño causado en el nervio óptico es irreversible», continúa el jefe de Oftalmología. La intención es evitar la consecuencia más grave de esta enfermedad que, recalca Fernández, «es la primera causa de ceguera».

El principal factor de riesgo para sufrir de glaucoma es tener la tensión ocular alta. Esto es, cuando hay más cantidad de la debida de humor acuoso, lo que presiona el nervio óptico. El problema, relata Fernández, es que sólo la mitad de los afectados por glaucoma tienen tensión ocular. «Los demás tienen presiones normales», apunta.

Fernández, durante una intervención. | ASEF

Antecedentes y miopía

La mayoría de los pacientes a los que se diagnostica un glaucoma han cumplido ya los 60 años, aunque se ven casos también entre los 40 y los 60, explica. Estos glaucomas en edades tempranas se detectan sobre todo en personas con antecedentes familiares de glaucoma y también entre quienes tienen miopías con alta graduación. «Más de cinco dioptrías», matiza. También en personas que tienen la córnea «muy delgada» o que sufren enfermedades como diabetes o hipertensión.

«El glaucoma no da síntomas», responde Fernández cuando se le pregunta sobre qué señales deberían hacer saltar las alarmas. Detectar el glaucoma lo antes posible es importante no sólo para frenar y retrasar el deterioro del nervio óptico en sus primeros compases sino, además, porque el tratamiento es más sencillo, «menos invasivo», que cuando se diagnostica más tarde. «En la mayoría de los casos se puede tratar con colirios o con gotas. Eso es una ventaja», detalla el jefe de Oftalmología. Eso sí, matiza, los pacientes deben ser «muy estrictos» con la medicación. Además, no hay que olvidar los efectos secundarios. «Los tienen todos los medicamentos», recalca. Esta medicación puede no ser suficiente u ocasionar molestias. También hay enfermos que no la toleran. En los casos más avanzados, se trata el glaucoma con láser o, incluso con cirugía, todo para reducir la presión ocular y dar algo de respiro al nervio óptico. En este último caso la intervención consiste en «abrir otras vías» para la salida del humor acuoso, relata el especialista de Can Misses. Todo esto, señala, «para alargar el tiempo de desarrollo» de la enfermedad.

Aunque se trata de una enfermedad que avanza con los años, la velocidad a la que se deteriora el nervio óptico varía en función del paciente. En ocasiones, reconoce, por la estructura ocular o por la presión ocular, el glaucoma avanza muy rápido. «Se va cerrando cada vez más el túnel de visión, dejando un punto central», detalla el jefe del servicio de Oftalmología del Hospital Can Misses.

La clave

PANDEMIA

Ojos secos y vista cansada por las pantallas

La luz y el brillo de las pantallas afecta a la salud ocular, algo que se ha visto en estos dos años de pandemia, relata Fernández, que señala que pasar tanto tiempo con estos elementos puede suponer más sequedad, enrojecimiento y sensación de arena en los ojos.

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