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Un enfermo de párkinson busca piso en Ibiza tras cerrar la pensión en la que reside

Asegura que su enfermedad limita su vida y habla de «incomprensión» por parte de la sociedad, que le «discrimina»

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Juan Manuel Periche.

Cuenta atrás para conseguir una vivienda que le proporcione «estabilidad». A sus 66 años, Juan Manuel Periche no encuentra un sitio para vivir que sea asequible económicamente. Tiene una incapacidad reconocida del 70% tras ser diagnosticado de párkinson, por la que cobra una pensión de 1.300 euros.

Desde octubre reside en un hostal de Ibiza por el que paga 600 euros al mes, pero lo cierran por reforma el sábado. «Así que me tengo que ir», explica. Esta misma mañana [por ayer] se ha recorrido toda la zona que rodea al establecimiento para contar su situación. «He entrado en tiendas y bares para preguntar por algún piso», señala. Dice que puede permitirse un alquiler de hasta 900 euros, para destinar los 400 restantes a gastos. Incluso está dispuesto a compartir vivienda, aunque no sea lo más idóneo en sus circunstancias. «Pero no encuentro nada, se ha creado una mafia alrededor del tema de los alquileres». De hecho, mientras cuenta lo que le pasa, saluda a un hombre que conoce y que camina a unos 200 metros. Se acerca para preguntarle si sabe de algún sitio, pero esta vez tampoco hay suerte.

Su situación no es fácil. Sus temblores son constantes y van en aumento cada día. «Mi enfermedad cada vez evoluciona más rápido. El momento más difícil es levantarme cada mañana porque me cuesta poner mi cuerpo en marcha», cuenta. Lo hace mientras se toma la novena pastilla del día para combatir diferentes dolencias. Y solo son las 10 de la mañana. «Es dopamina», subraya. Sin ella, las células que controlan el movimiento no pueden enviar mensajes apropiados a los músculos, lo que dificulta su control. Y es que, cuando se presenta el mal de párkinson, las neuronas que producen dopamina mueren lentamente.

Pero ni siquiera los espasmos son lo peor de la enfermedad. Periche lamenta la «incomprensión» que sufre desde que le diagnosticaran la enfermedad hace ya casi 20 años. «Me miran mal y me discriminan», dice, «se piensan que estoy borracho» al no poder, entre otras cosas, andar en línea recta. A la pregunta de cómo gestiona que le juzguen sin conocer la problemática que sufre, indica que, en la mayoría de los casos, pasa de darle importancia. Y deja una lección que obliga a reflexionar: «Es una enfermedad que no es contagiosa ni hereditaria», dice para todos aquellos que le miran por encima del hombro.

Va a rememorar una situación concreta que vivió en un supermercado de Ibiza (fue expulsado al creer uno de los trabajadores que Periche estaba ebrio; denunció este hecho, pero cayó en saco roto), cuando se levanta del banco para acercarse a una furgoneta. En el rótulo se puede leer Apfem Aktúa. «Gracias», dice Periche tras recoger una bolsa con comida. «Vienen todos los días a traérmela, pero tengo que estar pendiente porque, si no me ven, se van», añade. La Asociación Pitiusa Pro Salud Mental tiene un servicio de catering, que se adapta a las necesidades de salud de cada persona, en el que trabajan personas con algún tipo de discapacidad. «Me suelen dar un caldo de pollo y una bandeja, por ejemplo, de estofado y un yogur o una manzana», dice. El resto de comidas corren por su cuenta, pero esto le ayuda mucho. «No por el dinero, sino porque, como tiemblo tanto, evitan que manipule tanto una sartén y pueda quemarme», detalla.

Periche se ha planteado abandonar la isla, pero después de 40 años aquí dice que le da «pena». Solo el año pasado ya vivió en cuatro pisos diferentes y confía en que el definitivo llegue en los próximos días. En su día a día mantiene, en parte, ocupada su mente: pasea y va a clases de guitarra, a lo que se suma que lleva tres años escribiendo un libro. Bajo el título ‘La vida es un billete de ida, pero sin retorno’, relata su vida a lo largo de 400 páginas ya escritas, concretamente desde 1955, año en el que nació en Jaén. Aún no lo ha terminado, pero lleva siempre encima un portátil por si encuentra el momento de seguir escribiendo.

De empresario de éxito a quedarse sin nada

Periche fue empresario de Construcciones y Proyectos Lirmo S.L. durante muchos años. En 2006, durante los años de construcción de las autopistas del aeropuerto y de Sant Antoni, llegó a tener casi 700 empleados hasta que dos años después «explotó la burbuja y me pilló con dos pagarés sin fondos», relata.

Llegó diciembre de 2008 y tenía que pagar el finiquito de los trabajadores, el sueldo del mes y la paga de Navidad. «Me vi con dos alternativas: o pagar a Hacienda o pagar a los trabajadores, y decidí pagar a los empleados», rememora. A partir de ese momento, su vida empezó a desmoronarse. En mayo de 2018 le desahuciaron del tríplex en el que había estado viviendo durante 20 años; un empresario adquirió la vivienda a través de una subasta.

«No sé si todo ello ha provocado mi enfermedad, debido al estrés al que he estado sometido, o solo la ha agudizado», dice. De hecho, un estudio publicado por la universidad alemana Maximilians confirmó que, incluso con niveles bajos de estrés, aumenta el temblor, se precipitan los eventos de congelación de la marcha o empeora la bradicinesia (lentificación de los movimientos) .

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