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Adiós de los feriantes: «Ibiza es donde más nos valoran»

Tras más de 50 días de Feria de Navidad hacen las maletas para seguir la ruta en Mallorca y la península

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Fi de feria en Ibiza. Toni Escobar

Montar y desmontar, la casa y el puesto de trabajo. Es, en dos palabras, el día a día de los feriantes que han estado en Ibiza desde que comenzara la feria de Navidad el pasado 26 de noviembre y que cerró la persiana hace apenas tres días. Eso sí, detrás hay mucho más; de hecho, en la mayoría de los casos, toda una vida.

Mari Carmen Jurado es la primera vez que desembarcaba en la isla con una atracción infantil y reconoce que se va encantada. Es de Lucena (Córdoba) y lleva 52 años viviendo de forma itinerante o lo que es lo mismo, desde que nació. Sus cinco hijos se han criado de feria en feria y tres han apostado por seguir los pasos de sus padres y es que se puede decir que llevan este estilo de vida en la sangre. «Criarlos así no ha sido fácil porque teníamos que hacer muchas horas de carretera para poder llevarlos al colegio. Era como un juego de malabares: su padre se iba a la feria y nos juntábamos el fin de semana cuando terminaban sus clases», cuenta.

No se imagina vivir de otra forma, pero asegura que tampoco es para cualquiera, aunque ahora «todo son comodidades». Cuando era pequeña no iba al colegio, sino que había maestros que se desplazaban a las principales ferias a dar clase. También había familias que decidían matricular a sus hijos en internados. «Ahora la primera opción no existe», explica al tiempo que dice que «también se ha perdido un poco la unión que caracterizaba a los feriantes de antes».

Hay familias de feriantes que acuden a una treintena de ferias al año y dicen que Ibiza es donde más se valora su trabajo

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Su familia se desplaza a casi una treintena de ferias al año; en algunas están casi dos semanas, mientras que en otras no superan los cuatro días. «Eso es lo que agota, el tener que montar y desmontar rápido porque tenemos que volver a abrir en otro sitio al día siguiente», explica.

En la misma situación está Raúl Capell, que pertenece ya a la cuarta generación de feriantes. Es el noveno año consecutivo que viene desde Lleida a Ibiza junto a su familia. Los 25 viven de las ferias y ayer ultimaban el desmontaje que, para una sola atracción, supone unas 10 horas de trabajo entre cuatro personas. Ahora se dividen y mientras unos se van a Mallorca, otros vuelven a casa.

Reconoce que lo más «duro» son los horarios y el tener que estar siempre pendiente de todo, pero se queda con el lado positivo. «Conoces diferentes costumbres constantemente y, lo más bonito, a muchísima gente», destaca. En su tiempo libre apuesta por descubrir nuevos rincones y en la isla eso no tiene límite. «Hay calas preciosas a las que me escapo cuando puedo, pero lo que realmente me gusta es comer y probar los restaurantes que tenéis aquí», añade. Después de casi dos meses en la feria constata que «Ibiza es de los sitios donde mejor nos valoran».

Un feriante desmontando la atracción. Toni Escobar

Optimismo generalizado

Al frente de todo está Paco Moreno, propietario de la Churrería Moreno y organizador de la feria. Estas semanas han sido buenas, muy buenas de hecho, incluso mejores que en años prepandemia, dice. Además, el tiempo les ha acompañado. «Ha habido más gente porque tenemos ganas de salir y eso se nota desde que nos recortaron el ocio. Y no ha llovido ni un día, eso ayuda mucho», indica.

El espacio del recinto es limitado y acoge 40 atracciones, entre las que todos los años hay feriantes ibicencos, aunque la mayoría vienen de la península, sobre todo desde Andalucía o Cataluña, lo que supone un gasto extra que se minimizaría si no tuvieran que coger un barco. «Solo por el desplazamiento he pagado 7.000 euros. Piensa que hay que traerlo todo y pagas según los metros que ocupas. A esto hay que sumar los gastos de luz y agua. Por ejemplo, de luz en la zona de caravanas pagamos entre todos unos 12.000 euros», subraya Moreno.

Lo bueno de la feria es que conoces diferentes costumbres

Raúl Capell - Feriante de Lleida

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En todo el año solo vivo dos meses en mi casa, me gusta mucho más la caravana

Paco Moreno - Organizador de la feria

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Él también ha mamado la feria desde que nació y eso se nota. No cambiaría su estilo de vida por nada del mundo. «En todo el año apenas vivo dos meses en mi casa y ni siquiera de seguido. Me gusta mucho más estar en la caravana», reconoce.

La realidad es que, a día de hoy, estos vehículos están mejor que muchas viviendas. En una de ellas vive Rocío Moreno, que ha venido a la isla con una atracción que consiste en meter un gol en la portería. Pisarla es prácticamente igual que poner un pie en un piso: salón, cocina, baño y tres habitaciones. Para poder tener una caravana de estas características hay que desembolsar casi 300.000 euros, sabiendo que «pierde valor en cuanto la sacas del concesionario». Lo bueno, explica esta familia, es que hacen pocos kilómetros. «Lo más lejos que hemos llegado ha sido aquí y hemos venido en barco, así que tampoco hemos hecho mucho recorrido», señala Moreno.

Rocío ha sido madre hace un año y estuvo casi hasta el final del embarazo al pie del cañón. «Nació al inicio de la pandemia, lo que nos ha permitido disfrutar mucho de él porque si no nos tendríamos que haber turnado entre todos para cuidarle». Sin embargo, el confinamiento y las continuas restricciones sanitarias han tenido consecuencias que aún no han podido remontar.

Uno de los feriantes con un niño en la caravana. Toni Escobar

Pérdidas económicas

«Han sido muchos meses sin ningún ingreso, pero con las mismas facturas que pagar. Llegó un momento en el que mi hermano decidió abrir una churrería fija en Jaén y empecé a trabajar con él», indica Moreno. Y aunque la actividad se ha reactivado, «queda camino todavía para volver a la situación prepandemia».

Todos coinciden en la importancia de «nacer y criarse» en la feria para entender ese ritmo de vida, aunque también se dan casos de personas que sin tener familiares feriantes, apuestan por este modelo. De hecho, Paula Baes se ha estrenado este año en la churrería de la feria de Ibiza. De origen colombiano, pero residente en España, sostiene que es una «experiencia completamente nueva». «Hay que valer, creo que se trata de tradiciones familiares y de verlo y sentirlo desde pequeño. Al contrario es difícil encajar esta vida, pero si te gusta no hay que pensárselo».

El confinamiento y las restricciones sanitarias paralizaron sus ingresos y confían en recuperar el 100% de la actividad este año

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Señala que en su país no se estila este tipo de rutina y reconoce que lo que peor ha llevado es el frío, sobre todo a primera hora de la mañana. «Y eso que estamos en Ibiza».

Con casi todas las atracciones recogidas y los camiones y caravanas cargados afrontan el último día los pocos feriantes que aún siguen en la isla. Mañana el recinto de la feria tendrá que quedar vacío. Y se van, algunos como Rocío, con pena. «De aquí me llevo mucha tranquilidad, no hemos tenido ningún problema. Si pudiera, me quedaba un mes más», se ríe.

Confían en que este 2022 sea el año en el que consigan recuperar esa normalidad caótica a la que están acostumbrados y que tanto echan de menos.

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