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Xisca Morell Presidenta de la Asociación de Familiares y Amigos Supervivientes por Suicidio de Balears

«No queremos creer que un ser querido ha muerto por suicidio»

Xisca Morell creó la asociación dos años después del fallecimiento de su hermano para ayudar a otras personas que pasaran por lo mismo

Xisca Morell, en el Hospital Can Misses, en una de sus visitas a Eivissa. asef

En febrero de 2017, el hermano de Xisca Morell, mallorquina de 46 años, se quitó la vida. A finales de 2018, cuando ya se encontraba «un poco mejor» decidió seguir el consejo de las asociaciones de Madrid y Barcelona que les habían ayudado en su duelo y crear la Asociación de Familiares y Amigos Supervivientes por Suicidio de las Illes Balears (Afasib) «para que las personas que pasan por esto al menos tuvieran un teléfono en el caso de necesitar hablar con alguien». Morell, psicóloga (trabaja en intervención social en Cruz Roja), visita regularmente las Pitiusas, donde tienen un grupo de atención. El objetivo es crear una delegación en la isla, donde busca un espacio para poder organizar una charla. Anima a quien lo necesite a llamarles (657.71.63.40) o escribirles: asociacionafasib@gmail.com.

¿Qué es un superviviente de suicidio? El concepto confunde.

Hemos sobrevivido al suicidio de una persona de nuestro entorno. Sobrevivir implica que eres alguien con una relación muy cercana con la persona que ha muerto y te sientes, en algunos momentos, responsable. Crees que podrías haber evitado esta muerte y esto hace que entres en un duelo muy complicado. Intentas reconstruir tu vida, encontrar un sentido a la decisión de esa persona y aprender a vivir sin ella. No podemos hablar de recuperación, de pasar página, lo que hacemos es sobrevivir. Tenemos que encontrar una nueva vida con nuevas miradas y alegrías, integrando ese suicidio.

Ése debe ser un camino lleno de altibajos.

Sí. El duelo, y más en este caso, pone a prueba todos los mecanismos de afrontamiento de las dificultades. Es un duelo complejo porque en el suicidio hay ese componente de que la persona decidió dejar de estar en este mundo y esa decisión nos persigue mucho tiempo. Incluso llevando un duelo funcional, en determinadas fechas o circunstancias, o con suicidios mal abordados por los medios, se despierta lo que te pasó y te dan bajones.

¿Tienen suficiente ayuda?

El duelo es un proceso natural y tenemos que salir de ir al médico de familia para que nos dé antidepresivos. El duelo no es una depresión. Estamos intentando que se hagan más iniciativas sociales y comunitarias porque el duelo es compartir dolor, pero con el estigma que tiene el suicidio esto no pasa. Tenemos muchos apoyos en plan de «qué bien lo hacéis», «qué necesarios sois», pero de «te pagaré el teléfono para atender a las familias» ya no tenemos tantos. Nos falta apoyo económico estable.

¿Qué no han podido poner en marcha?

Nacimos con el objetivo de tener un teléfono, pero también organizamos cursos de prevención del suicidio. Para cada cosa que organizamos tenemos que hacer un proyecto y buscar recursos, que es un trabajazo. Hemos detectado que las familias que conviven con personas que han sobrevivido a un intento de suicidio no saben cómo tienen que hablar con ellos. Hay una falta de atención en eso y se les debe orientar. Nosotros no tocamos esto, nos centramos en el duelo por suicidio, pero nos llegan estas peticiones porque el nuestro es el único teléfono que hay. En 2022 queremos encontrar financiación para poner en marcha grupos de ayuda para estas familias.

¿Y en Ibiza y Formentera?

Estamos intentándolo. Tenemos un grupo de ayuda mutua, pero para crecer nos piden tener una sede social en Ibiza y para esto hay que encontrar una persona que esté en un momento de su duelo en el que sienta que debe hacer algo. Y esto no es tan fácil. No poder tener una sede que sea un espacio municipal, por ejemplo, lo complica. También dificulta otras iniciativas, como dar una charla. Para esto necesitamos un sitio en el que quepa gente.

¿Hay un proceso y unos tempos comunes en este duelo?

No, no hay un perfil. Cada duelo arrastra la historia personal que hay detrás y depende de muchísimas variables. No es el mismo duelo si he perdido a mi hermano que a mi hijo. Si yo he encontrado a mi hijo o si me lo han contado. O si me lo han contado bien o mal. Solemos pasar una temporada de shock, de negación, no nos queremos creer lo que ha pasado, y luego una etapa de mucha ambivalencia emocional, de mucha intensidad, en la que se mezclan muchas emociones. Aquí nos podemos pasar mucho tiempo. Me ha pasado muchas veces que los profesionales de la salud recomiendan a la persona que, como es muy reciente, no conviene ir a un grupo de ayuda mutua. Nos han llegado personas que hacía tres días del suicidio y necesitaban hablar con alguien. No se lo puedes negar. No le haremos ningún daño porque nosotros ya hemos estado ahí. La sensibilidad la tenemos mejor que cualquier otro profesional. Tambien ha venido gente a la que se le ha despertado el duelo después de diez años.

¿Perdón?

Sí, en algunos casos eran muy jovencitos y les mintieron, les dijeron que había sido un infarto. Cuando les dicen que fue un suicidio desarrollan ese duelo y todo el mundo les dice «pero si hace diez años...». Es muy complicado, por eso no me gusta hablar de tiempo, sino de momentos. Cada uno tiene su proceso de duelo. Todo está bien, todo es normal, pero hay que darse cuenta de cuándo no lo es para ayudar.

¿Cuáles serían las señales de alarma de que un duelo no va bien?

La señal más importante es ver que no eres capaz de tener un funcionamiento cotidiano mínimamente adaptado durante un largo periodo de tiempo. Esto indica que no encuentras los mecanismos. Ahí funcionan muy bien los grupos de ayuda mutua porque tienes tantas historias que puedes detectar muy bien cuándo estás bloqueado y tienes que pedir ayuda. Normalmente es cuando pasa mucho tiempo y sigues sin poder tener un nivel óptimo de funcionamiento: no duermo bien, no puedo ir a trabajar porque exploto a llorar... Esto tiene un tiempo. Si estoy pensando que me quiero reunir con la persona que ha muerto también tengo que pedir ayuda.

Cuando hay un suicidio, ¿hay un riesgo de que personas de su entorno lo intenten?

Sí, especialmente los dos o tres primeros meses, que es cuando estás más desorientada. Pasa, muchas veces, que hay una repetición de conducta, un querer reencontrarse con esa persona, creer que te encontrarás con ella y podrás resolver temas inconclusos. No pasa siempre, no a todo el mundo, no hay que ser alarmistas, pero puede pasar.

La culpa, pensar qué se podría haber hecho, ¿es inevitable?

No le pasa a todo el mundo, por las historias que he escuchado de otros supervivientes, eso de sentirse responsable, pero muchas veces sí lo sientes pero no lo reconoces. En mi caso, y lo he trabajado muchísimo, aún hay momentos en los que me siento responsable. Lo que ocurre con el sentimiento de culpa es que se quiere desmontar diciendo que el suicidio es multifactorial. Lo es, es verdad, lo entendemos, pero salimos de la consulta y pensamos «bueno, pero yo podría haber...». A mí me ha funcionado intentar averiguar qué había detrás de ese pensamiento, los miedos. Te ayuda a conocerte a ti misma, te reconcilias con esa culpa que no es cierta objetivamente, pero que revivimos constantemente de forma emocional. Más que desmontar la culpa la idea sería reconciliarse con esta culpa que, en el fondo, significa que querías mucho a esa persona y te sentías responsable.

¿Qué señales indican que se está en el camino correcto?

Es difícil, cada persona es un mundo y sale de aquí de la manera que buenamente puede. No se suele decir que esa persona ha muerto por suicidio, se oculta, poder decirlo significa que lo has integrado, que no te da tanto miedo la reacción de los demás. Ése es un indicador importante y otro es que te permites disfrutar, no te sientes culpable cuando estás contento o cuando te das cuenta de que hay cosas que te gustan de esta nueva vida que te has reconstruido.

¿Es un camino de cada persona o de todo el entorno?

Mucha gente lo hace de forma natural, no necesita un acompañamiento terapéutico ni siente la necesidad de compartir lo que le pasa con otras personas que han pasado lo mismo. Hay gente que lo gestiona bien, tiene recursos, y otros que para seguir adelante necesitan compartir estas experiencias. Algunos han entrado en una depresión con un tratamiento y aún están ahí. El duelo, para resolverse, se tiene que vivir. En un duelo debo estar triste, es lo natural. Si me duermen esas emociones y no las puedo expresar es probable que se cronifique el duelo.

En una sociedad que no tolera el dolor y venera la felicidad eso se hace muy complicado.

Sí, si estás triste todo el mundo te dice que alegres la cara. Eso es social, estructural, no lo cambiaremos. Por eso es tan importante esto que estamos haciendo ahora, explicar que el dolor es un proceso muy natural. El dolor y las pérdidas son circunstancias naturales y el suicidio es algo que pasa. Hay unos cien al año en Balears, son muchos y tenemos que empezar a hablar de ello, a dejar que las personas que están en duelo por suicidio puedan hablar sin sentirse juzgadas.

¿Hay más suicidios e intentos de suicidio o hablamos más de ello?

En los últimos años se habla mucho. ¿Mas casos? Tenemos que hablar con datos oficiales y los últimos publicados son de 2019. Hubo 97 en las islas y los años anteriores estábamos en números similares. No sabemos qué pasará en 2020 y 2021. En el sector sanitario existe la percepción de que el malestar ha aumentado para todo el mundo. Hemos vivido una situación con un estrés muy elevado. Si esto tendrá consecuencias en más intentos de suicidio... Cuando veamos las cifras podremos comprobarlo. Estoy muy en contra de los mensajes alarmistas basados en datos que no se pueden confirmar. Ya hemos estado muy alarmados como para hacerlo de forma innecesaria.

Un dato que no se conoce es el número de intentos o de las personas que han pedido ayuda por tener estos pensamientos.

No, no lo sabemos. Creo que sería relativamente fácil, aportaría muchísima información y a nivel autonómico podría estar muy actualizados, porque que nos movamos con datos de 2019 estando en noviembre de 2021... Es poner un poco de voluntad. A nivel estatal, por ejemplo, no sería tan difícil crear un número de teléfono de tres cifras, que sería mucho más fácil de recordar y se ha creado para otros problemas. Lo está haciendo el teléfono de la esperanza, una iniciativa privada, que ha puesto un teléfono de atención, que no es de tres cifras porque es muy caro, pero que es fácil de recordar, y con un sistema que reconoce de dónde viene la llamada y la deriva al centro autonómico. Si lo ha hecho el teléfono de la esperanza, ¿no lo puede hacer la Administración?

Quizás no hay interés.

Creo que es porque la burocracia lo complica todo mucho y los afectados lo queremos todo para ayer. Nuestra labor como asociación es presionar para mejorar la atención y los recursos. Hacemos lo que buenamente podemos y, a veces, con exigencias. No somos un servicio de emergencias, somos voluntarios. Nos llaman personas de Galicia o Sevilla. Encuentran el teléfono y ¿qué les vas a decir? ¿Que no les escuchas porque no son de las islas? Somos incapaces. Esas llamadas generan preocupación. Si estoy aquí puedo ir a casa de quien llama para acompañarle, pero si está en Galicia, no. Es complicado.

¿Se trabaja suficiente la prevención del suicidio?

No. Se hace mucho, entre comillas, en intervención. Hay equipos de primera atención, sanitarios, cuando se produce un intento de suicidio, pero se tendría que entrar en los colegios: crear protocolos de detección precoz en los centros y formar a los docentes para un primer abordaje. Y salir a la calle, hacer sensibilización.

¿Actuaciones como las que se realizan con la violencia machista?

La gestión emocional debería incluirse en el currículum. Este año Salud ha editado una guía deun primer abordaje en autolesiones y conductas suicidas y la ha hecho llegar a todos los centros. Lo que haces es pasarles la pelota. Está muy bien hacer una guía, pero en la conducta suicida, cuando lo tienes delante no es el momento de coger un manual. Hay que estar preparados, anticiparse. El personal de las escuelas e institutos estaría más tranquilo si recibiera formación. Lo más importante en estos casos es escuchar desde la calma y si no te has formado, no la mantendrás cuando una persona te diga que quiere morirse, que lo ha planificado.

¿Hay suficientes recursos en salud mental?

Bueno... Salud mental...Dicen que es la hermana pobre de la salud y la salud ya está muy mal. Además, en un año y medio parece que no ha habido nada más que covid. Hay carencias y, además, estamos siguiendo un modelo biomédico desde hace treinta años cuando en salud mental en los últimos años se ha evolucionado muchísimo: se ha descubierto la intervención en psicología comunitaria y la importancia de los vínculos emocionales para acompañar a las personas en un proceso realmente sanador. Esto no se incorpora de forma eficiente. Si voy a mi médico de familia y pido una cita para psicología me la dan para dentro de seis meses. Tendría que ir a un psicólogo privado y no todo el mundo puede pagarlo. Por eso pasa lo que te decía antes, que vas al médico de familia y se medicalizan procesos que no se deberían medicalizar. Los fármacos están para lo que están, pero no para todo.

¿Seguimos reaccionando mal cuando nos dicen que una persona ha muerto por suicidio?

Yo lo digo. Hace poco fui a un centro de estética porque esa tarde tenía que salir en televisión y me preguntaron que de qué iba a hablar. Cuando respondí que del suicidio se hizo el silencio. Si lo tienes muy trabajado piensas que el problema lo tiene quien te escucha, pero cuando estás en un momento del duelo en el que necesitas recibir una mirada de comprensión lo recibes como un rechazo, un «mejor no lo digas que molesta». La gente te compadece, piensa «pobrecita, lo que ha tenido que pasar». Esas reacciones son como un termómetro. Te sirven para ver en qué momento del duelo estás.

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