Que te llegue muchísimo dinero, a priori, no tendría que ser un problema. La cuestión es qué hacer si, al aceptar ese dinero, te comprometes a iniciar un proceso de transformación económica que incluya la transición ecológica y digital, la cohesión territorial y social, y la igualdad de género. Un dinero que, además, no es tuyo, sino que es prestado. Entonces la cosa se complica.
«Los Next Generation son un instrumento muy concreto, específico y único. Es un tren que solo pasará una vez. Y no son los fondos europeos que hemos conocido hasta ahora. Este dinero es una deuda que hemos contraído hasta 2050, una ayuda que se ha pedido a los mercados financieros de manera especial como plan de choque para combatir la crisis económica y social que ha provocado el covid», explicó Alberto Demetrio, consultor independiente especializado en fondos europeos.
Demetrio lanzó esta advertencia ayer durante la segunda jornada de la tercera edición del Foro Marino que se desarrolló en el Centro Cultural de Jesús, en el que se realizó una mesa redonda sobre ‘El rol de los fondos europeos en la conservación del mar Balear’. Una cita que sirvió para que los representantes del Govern balear y de los consells de Eivissa y de Formentera plantearan sus propuestas de mejora en el medio ambiente y la gestión de residuos que piensan sufragar con el dinero que llegue de Bruselas.
Depuradoras y ‘big data’
Las principales competencias en materia de gestión medioambiental residen en el Govern balear, y por eso la intervención de Juan Calvo, secretario general de la agencia Balear del Agua (Abaqua), fue la más destacada de la mesa. Calvo señaló que, en las Pitiüses, las inversiones de Next Generation se destinarán a tres aspectos troncales: un plan de transición energética que se aplique a la infraestructuras de gestión del agua, especialmente las desaladoras; la digitalización del sistema de información del agua de manera que exista un big data para conocer en tiempo real cómo se está realizando su gestión, y poner en marcha la depuradora de Vila, así como mejorar su eficiencia energética.
Sobre el primer punto, Calvo señaló que «las desaladoras son un magnífico instrumento que están permitiendo, entre otras cosas, que los acuíferos se empiecen a regenerar». El inconveniente es su alto consumo de energía, que se quiere paliar acelerando el programa de uso de energía fotovoltaica, de manera que estas infraestructuras se puedan autoabastecer energéticamente, ni que sea de manera parcial.
Respecto al big data aplicado a la gestión del agua, Calvo explicó la importancia de la información en este campo: «Hay que sensorizarlo todo. Saber al momento qué entra y qué sale de las depuradoras. Así podemos saber qué funciona y qué no, dónde se falla y a quién pedirle responsabilidades».
Calvo se mostró también optimista respecto al futuro de la depuradora de Vila porque ya se dispone del presupuesto para terminar las obras: «Es nuestro gran reto pendiente», aunque admitió que «su ubicación, en sa Coma, es un auténtico despropósito porque el bombeo del agua supone un gasto de energía enorme». Un derroche que intentarán reducir mediante la instalación de unas turbinas en la canalización, aunque es una mejora que está pendiente de aprobación.
Los consells proponen
Los ambiciosos fondos de la UE son una invitación a darle alas a la imaginación y la utopía, pero ese no fue el caso del conseller de Gestión Ambiental del Consell de Eivissa, Vicent Roig, que propuso que los fondos europeos se inviertan en «construir una casa cuartel para la Guardia Civil del mar», con el objetivo de que los agentes de la benemérita controlen «el intrusismo en el sector marítimo». Su segunda propuesta fue usar el dinero de los Next Generation en «la escuela de Hostelería para paliar el déficit de formación que sufre el sector turístico». Roig añadió que el Consell ibicenco presentará a estas ayudas hasta 42 proyectos, en los que tendrá mucha presencia «la colaboración público-privada».
Por su parte, el conseller de Medio Ambiente de Formentera, Antonio Sanz, fijó como principales objetivos la reducción de la presión marítima que sufre el litoral de la isla y la sustitución de la subestación eléctrica de es Ca Marí. «Tenemos capacidad para recibir entre 870 y 1.000 barcos por día en todo nuestro litoral, y solo en la zona de ses Illetes ya nos llegan el doble. Debemos resolver este problema». Sanz también se puso como reto que Formentera alcance un 70% de autoabastecimiento energético, a pesar de que ve inviable la creación de grandes parques fotovoltaicos por el consumo que hacen del territorio. Por eso, propuso fórmulas imaginativas como «la instalación de pérgolas solares en las rotondas».
