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Muebles Bartolo Marí Tur: Fin a cuarenta años entre maderas y sillas payesas

Bartolo Marí Tur abrió una tienda de muebles y carpintería en Santa Eulària en 1981. Hoy, cuarenta años después, Muebles Bartolo Marí cierra sus puertas para que él y su mujer, Maria Serra Serra, quien le ha ayudado siempre, se jubilen

Maria, Bartolo padre y Bartolo hijo junto a la mesa de trabajo de la tienda

Bartolo Marí Tur y su mujer, Maria Serra Serra, llevan cuarenta años al frente de la tienda de muebles y carpintería Muebles Bartolo Marí. En este comercio situado en Santa Eulària, que abrió en 1981, se han vendido miles de muebles hechos a mano, a partir de productos locales. Hoy, cierra a causa de la jubilación de los fundadores y también por la evolución que ha sufrido el negocio de la carpintería en Eivissa durante los últimos años. 

La fachada de la tienda en un diario de 1984. | FOTOS DE ARCHIVO FAMILIAR

Muebles Bartolo Marí es una de las tiendas más emblemáticas de Santa Eulària. Hoy, cuarenta años después de su fundación, cierra sus puertas. Bartolo Marí Tur, conocido como de Can Bartolo Font, fundó esta tienda en el año 1981. Siempre con la ayuda de su mujer, Maria Serra Serra. Desde entonces, ellos siempre han sido los encargados del negocio.

Bartolo (derecha) junto a su primer maestro Alfredo (en medio), con quien trabajó en el negocio de la cristalería fotos de Archivo Familiar

«Todo empezó cuando trabajaba en una cristalería en las afueras de Santa Eulària, en Ca n’Alfredo. Él fue quien me enseñó. Los sábados yo iba a cobrar las facturas del local de la cristalería al propietario y un día él me ofreció abrir un negocio. Me explicó que tenía otro local en el centro de Santa Eulària y me preguntó si quería hacer un trato. Acepté, y poco después estábamos abriendo la tienda», recuerda el fundador.

Un negocio familiar

«Mientras trabajaba en la cristalería, muchas veces ya iba a casas de alemanes e ingleses, gente que vivía en Santa Eulària como segunda residencia o que solamente venía en verano, a trabajar como carpintero. Era un trabajo extra, pero no sabía que ya me estaba ganando a mi propia clientela», explica.

Bartolo en la exposición de muebles y carpintería que se celebra cada año, durante el primer domingo de mayo en el Passeig de s’Alamera de Santa Eulària, en el año 1983. | ARCHIVO FAMLILIAR

Durante los primeros años, la tienda fue una sociedad de tres. Pero en el año 1985 uno de los socios se fue por su cuenta y Bartolo se quedó solo con el dueño del local. Entonces, Maria empezó a ayudar más. «Cuando Bartolo se quedaba en la tienda, yo me iba con una furgoneta pequeña que teníamos a los almacenes a buscar las maderas y los materiales. Luego, cuando él tenía que irse a montar algo en alguna casa, era yo la que me quedaba en la tienda vendiendo», recuerda Maria. Y es que uno de los trabajos que más hacían era ir a las casas a montar muebles. Reformaban dormitorios y hasta cocinas enteras. «La realidad es que aquí se han vivido años muy buenos. Sobre todo al principio. Cuando esto arrancó, hacíamos de todo, botas para el vino, muebles, cocinas, puertas...», relata Bartolo Marí Serra, hijo del fundador.

Otro de los muebles tradicionales que siempre vendieron en la tienda es la emblemática silla payesa. «Fabricarla es un proceso mucho más complicado de lo que parece, -aclara Bartolo- todo necesita su tiempo. Con una sola silla se puede trabajar más de un día porque solo poniendo la cuerda, fácilmente se puede tardar tres horas. Por eso, solíamos hacer muchas remesas a la vez, con una misma plantilla. Aquí hemos llegado a hacer partidas de 200 o 250 sillas».

La evolución de la carpintería

Cuando recuerdan sus inicios, Bartolo y Maria explican los cambios que han vivido tanto Santa Eulària como el mundo de la carpintería en general durante estos cuarenta años. «El trato con los clientes antes era muy diferente, mucho más personal. Cuando venían ingleses o alemanes y me pedían reformas o muebles nuevos, muchas veces me daban las llaves de su casa para que yo las pudiera reformar durante el invierno. Cuando volvían la temporada siguiente, ya tenían la casa arreglada. Ahora el trato es tan distinto, incluso más frío...», lamenta Bartolo.

Bartolo padre y Bartolo hijo con una de las sillas payesas que venden J.A. Riera

«Tampoco hay que olvidar el daño que han hecho las grandes empresas y la compra por internet. Actualmente, la gente premia la rapidez y el bajo coste antes que la calidad. Por eso los pequeños negocios del pueblo han ido desapareciendo», explica Bartolo hijo.

LA CLAVE

Muebles Bartolo Marí

Bartolo explica cómo han trabajado en el negocio durante cuarenta años

Bartolo Marí Tur y su mujer Maria Serra Serra señalan lo diferente que era trabajar en el mundo de la carpintería hace cuarenta años y como ha evolucionado. 

«Pero el pueblo también ha cambiado mucho -recuerda Bartolo-. Antes, podían entrar más coches, ahora hay muy poco aparcamiento. Mucha gente viene, y cuando no puede aparcar, se va. Ese es otro de los motivos por los que tantos negocios pequeños del pueblo estamos cerrando». Por todas estas circunstancias, entre otras, señalan que hoy será el último día que la tienda esté abierta.

El interior de la tienda actualmente. J.A. Riera

La familia también remarca que siempre han intentado trabajar a partir de producto local. Además, en la tienda también tienen aún alguna de las antiguas máquinas que usaban. «Todo lo que era ‘carpintería grande’ no se podía hacer aquí, en la tienda. La mayoría de los muebles, los hacíamos en el otro local del dueño. Pero sí teníamos aquí una maquina de cadena, que sirve para hacer agujeros para pomos, y una ‘cepilladora’, esta última aún la mantenemos», sigue Bartolo hijo.

Una jubilación tranquila

Por su parte, el hijo del fundador, que también lleva años ayudando en el negocio familiar, explica que pretende continuar con las actividades de instalación y de montaje, pero que la tienda, como tal, ya no existirá. Maria, sin poder esconder un poco de tristeza, cuenta que estos últimos días los vecinos del pueblo les preguntan: «ahora, cuando necesitemos las cosas que hacía Bartolo, ¿dónde iremos?».

«Por mi parte, volveré a mi hobbie -dice Maria-. Yo antes bordaba a mano y a máquina. Hacia pañuelos de payesa a mano, sábanas bordadas, trajes de payesa... He llegado a estar veinte años sin tocar una máquina de coser. Ahora tendré tiempo de volver a hacerlo. También tenemos un huerto en Santa Gertrudis y un jardín con naranjos. Por trabajo, no le dedicábamos mucho tiempo, espero que ahora sí podamos hacerlo».

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