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Urbanismo

Ses Païsses: una jungla de postes y cables

Recorrido por el infierno de barreras arquitectónicas que Sant Antoni proyecta convertir en «un barrio totalmente accesible"

Caos urbanístico en ses Païsses. J.M.L. Romero

En ses Païsses, Can Bonet y Sol y Descanso, en Sant Antoni, rige la ley de la selva, al menos urbanísticamente. Durante décadas, el Consistorio no controló el desarrollo de esos barrios, lo que contribuyó a la anarquía actual. Allí lo normal es que las calles carezcan de aceras o que tengan sólo 33 centímetros de ancho, incluso que haya cientos de postes clavados en medio de las zonas de paso.

Cuenta la leyenda que antaño había tantos árboles en España que una ardilla podía atravesar la Península de punta a punta con sólo saltar de rama en rama. Si hubiera ardillas en Ibiza, podrían recorrer Can Bonet y ses Païsses de extremo a extremo simplemente columpiándose en los miles de cables que cuelgan en esos barrios. Aquí no hay lianas, sino auténticas telarañas de cableado, pero es una selva, al menos urbanística. Durante décadas se ha construido a lo loco y egoístamente, sin respetar, siquiera, la obligación de reservar un espacio para las aceras. El Consistorio se desentendía y miraba a otro lado, muchas veces por no enemistarse con determinadas familias, cuyos votos valían oro. El resultado es una jungla de asfalto en la que impera la anarquía, un infierno para quienes tienen problemas de movilidad.

De esa desidia del Ayuntamiento durante décadas se aprovecharon hasta las empresas de telefonía y electricidad. Ante ese vacío de poder, plantaron cientos de postes donde les dio la gana, bien en medio de las aceras o incluso en el asfalto, con el peligro para la circulación que eso comporta.

El urbanismo en la zona es un caos José Miguel L. Romero

Basta pasear por algunas de las calles a las que el Consistorio quiere dar la vuelta como a un calcetín para comprobar la dimensión del problema. Les Vinyes comienza con un poste clavado en una acera de 33 centímetros de ancho (y unos 40 metros de longitud), sólo apta, pues, para que camine por ella un perro salchicha (teckel). Hasta hace dos semanas había tendidos en ese lado de la calle 23 cables de telefonía, una treintena si se suman los que parten de uno de los postes allí colocados: una empresa se encargó de ‘atarlos’. En la cercana calle Pomeres no intervino: allí sigue pendiendo una maraña compuesta por unos 70 cables, amén de múltiples cajas de registro.

En les Vinyes hay dos farolas, cinco postes de madera, tres postes de hormigón y tres señales de tráfico en medio de las aceras, cuando estas se pueden llamar así o existen, pues hay un tramo de unos 20 metros donde un muro ocupa su lugar y obstaculiza el tránsito. Existen además, como en todo el barrio, diversos vados que aunque carecen de permiso municipal no pueden ser usados como aparcamiento público. Es habitual ver vehículos aparcados sobre las aceras.

Muchas aceras son estrechas y tienen obstáculos José Miguel L. Romero

En la calle Pomeres la situación es aún peor. Allí hay un bosque compuesto por seis postes de madera, seis de hormigón y siete farolas plantados en medio de las aceras o entorpeciendo el paso. En algunos casos, literalmente en medio, pues quedan 26 centímetros a un lado y 44 centímetros al otro para que pasen los viandantes, obligados a zigzaguear: si en el barrio nevara, sus vecinos serían campeones de eslálom. En ese infierno urbanístico también hay trampas, como las peanas de hormigón de varias farolas que sobresalen 10 centímetros del suelo.

Basta pasear por algunas de las calles a las que el Consistorio quiere dar la vuelta como a un calcetín para comprobar la dimensión del problema

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Hay aceras, como en Garrovers, por las que es absolutamente imposible caminar cuando hay un automóvil aparcado en ese lateral, a no ser que se atraviese de lado (estilo egipcio) o el individuo sea escuálido. Frondosas plantas trepadoras aumentan esa estrechez. En Garrovers hay cuatro farolas, siete postes de madera y tres de hormigón que molestan el paso de los transeúntes. Hay uno de hormigón que ocupa toda la anchura del vial, de sólo 37 centímetros.

La más conflictiva es la calle Cirerers, por la oposición numantina de varios propietarios a que se construyan aceras y a pesar de que es la avenida principal del barrio. Caminar por allí es peligroso: hay cuatro secciones de 50, 40, 30 y 50 metros a ambos lados en las que el peatón se ve obligado a circular por la carretera. Es una de las zonas más transitadas de la barriada, pues allí hay una iglesia, un banco, el polideportivo y el cuartel de la Guardia Civil. La salida de un bar da directamente al asfalto.

En la calle Limoners hay cinco postes de madera y seis farolas en medio de una acera que en varias secciones no pasa de los 44 centímetros de anchura (como también ocurre en la calle Bolitx), y en la que hay que sortear (más eslálom) hasta un enorme registro de la luz de un negocio (pegado a un poste de hormigón) para no tropezar.

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