El propio topónimo de la Xanga indica su actividad primigenia y su importancia. El filólogo Francesc Xavier Llorca investigó que la palabra deriva del italiano chianca, la mesa de madera usada para la salazón de los atunes. Las almadrabas documentadas en la zona siglos atrás confirman ese origen.

Además, el hecho de que se conozca como «la Xanga», con artículo literario, y no «sa Xanga», revela que se trata de un lugar singular y por ello no se acompaña del artículo salado, como es el caso del cercano y posterior muelle de sal de sa Canal. Del mismo modo que a un templo común se le denomina s'església, con es capellà, mientras que la sede episcopal es la catedral, con el bisbe.

La Xanga fue el primer muelle salinero de Ibiza y los estanques que propiciaron esta industria extractora fueron los de sa Sal Rossa. «Seguramente desde época fenicia», subraya el Josep María Garí, uno de los responsables de la empresa Posidonia, especializada en estudios arqueológicos y restauración del patrimonio.

Único en Balears

Único en Balears

Garí, junto a sus socios Ricard Marlasca y María José Escandell, ha pasado un mes en esta zona para restaurar una parte de este enclave único en Balears, la plaza empedrada. Se trata del espacio donde se salaban los atunes y se amontonaba la sal. Pero esta es solo una parte de un complejo que aún se conserva y que fue levantado en el siglo XVI, «en el mismo momento en que se erigieron las murallas».

En ese periodo allí se construyó el muelle, aprovechando que la cala forma un puerto natural, la casa payesa que se encuentra más cercana al embarcadero y la Torre des Carregador, o Torre de sa Sal Rossa, levantada para proteger a los salineros y atuneros, así como unos aljibes para proveer de agua.

«Una fotografía aérea del año 56 muestra que el muelle aún quedaba en pie», recuerda Garí. Ahora ha quedado en unos tramos discontinuos de roca paralelos al extremo norte de la cala. El especialista apunta en todo momento que, aunque todo el conjunto visible es fruto de ese proyecto del siglo XVI, se da por sentado que tanto la explotación de sal como de las almadrabas se originaron en época fenicio-púnica.

En las cercanías hay vestigios de esa época y, al sur de la cala, un yacimiento romano de extracción de púrpura, un tinte muy preciado en la antigüedad, hasta el punto de que «prácticamente extinguieron el murex en Ibiza [los caracoles de los que se extraía el pigmento]».

La intención del Ayuntamiento de Sant Josep es restaurar, «poco a poco», todos los elementos de esa industria que han quedado destrozados con el paso del tiempo. De momento, y dada la complejidad de algunas intervenciones, como la del muelle, se ha empezado con la recuperación de un tramo de empedrado de 250 metros cuadrados de la plaza salinera, que ocupaba unos 6.000 en total.

Los ibicencos conocían ese tramo como camino romano, aunque no era ninguna de ambas cosas. Como la mayor parte de la plaza ha quedado dentro de las fincas de tres casas levantadas a partir de los años sesenta, el empedrado que quedó entre sus muros y el mar se convirtió en la parte final del camino.

Desgastado por vehículos

Desgastado por vehículos

Dentro de las propiedades se conserva en buen estado, pero la presión de los coches fue levantando los cantos rodados del pavimento, hasta el punto de que «en los últimos 30 años se ha perdido la mitad». La erosión del mar también se ha comido unos 300 metros de la plaza.

Para restaurar los boquetes, los técnicos de Posidonia han usado los mismos cantos rodados arrastrados por los automóviles y que quedaron en los márgenes. «Han estado trabajando a mano como si fuera un puzle», destacó uno de los vecinos que ayer se acercó a felicitar a Garí durante la presentación de estos trabajos, que suponen la primera fase de las intervenciones de la Xanga.

Otros vecinos aprovecharon la presencia del alcalde, Josep Marí Ribas, Agustinet, para estudiar cómo soterrar o trasladar los tendidos aéreos eléctricos que hay junto a las viviendas, en primera línea de mar. El alcalde anunció que, al igual que en Cala d'Hort, en la Xanga se va a colocar una barrera a partir de enero, unos 300 metros antes de la torre, para que solo puedan acceder con sus vehículos los vecinos o propietarios de varaderos. No solo para proteger el empedrado, sino porque «en verano había caravanas cada día».

Los primeros trabajos llevados a cabo en la Xanga han tenido un coste de 18.000 euros, subvencionados por el Govern balear.