Los avances científicos hacen, en ocasiones, replantearse la lectura de la historia y esto es lo que pasa con el resultado de la investigación realizada por un equipo interdisciplinar que ha descubierto que, hace 16.000 años, Ibiza estaba poblada por una especie de víbora, de unos 40 centímetros de largo pero venenosa, Vipera latastei ebusitana, que convivía con las lagartijas. De esa forma se acaba con la falsa creencia de que la isla siempre estuvo libre de animales venenosos. También es cierto que esta víbora, ahora descubierta a través de restos fósiles, desapareció de la faz de Ibiza con la llegada de los pobladores humanos, hace unos 4.000 años. (Ver galería de imágenes)

El descubrimiento ha sido recientemente publicado por la revista científica Zoological Journal of the Linnean Society, en un artículo que da a conocer la existencia de una serpiente endémica de Ibiza, pertenecientes al grupo de las víboras.

El estudio ha sido liderado por Pere Bover (investigador del Instituto Universitario de Ciencias Ambientales de la Universidad de Zaragoza) y Enric Torres-Roig, geólogo ibicenco (estudiante predoctoral de la Universitat de Barcelona). También ha contado con la colaboración del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (CSIC-UIB), del Museo Nacional de Historia Natural de París y de varios centros de investigación de Australia, donde se hicieron las pruebas de ADN, de la Universidad de Adelaida, así como en Portugal. El perfil de los investigadores ha estado formado por biólogos moleculares, zoólogos, paleontólogos, paleoherpetólogos y genetistas.

Estos restos fósiles fueron recolectados durante las campañas de excavaciones sistemáticas realizadas en s'Avenc des Pouàs, entre los años 1989-1994. Se trata de uno de los yacimientos paleontológicos del Pleistoceno superior-Holoceno (de hace unos 70.000 años hasta la actualidad) más ricos del Mediterráneo Occidental y clave en el conocimiento de las faunas insulares que habitaban en Ibiza antes de la llegada de los primeros pobladores humanos.

Es Pouàs es una sima de colapso, explica Enric Torres-Roig, con una entrada vertical de 7 metros de diámetro y 19 de profundidad. La cavidad se encuentra rellena de una mezcla de sedimentos finos, gravas y bloques depositados bajo la entrada. «Enterrados en estos sedimentos se halla un registro fósil que destaca por la ausencia de mamíferos terrestres y un claro predominio de huesos (alrededor de 120.000 extraídos) pertenecientes a aproximadamente medio centenar de distintas especies de aves».

El único vertebrado terrestre detectado en los niveles superiores del yacimiento es la emblemática lagartija Podarcis pityusensis, toda una superviviente teniendo en cuenta que lleva sobre la isla alrededor de 5 millones de años y que actualmente corre un elevado riesgo de desaparecer debido a las serpientes introducidas en las Pitiusas.

Este descubrimiento se enmarca dentro de los trabajos de laboratorio que se siguen realizando tras las excavaciones de es Pouàs para arrojar luz sobre los tiempos más remotos de la prehistoria.