Sin pelos en la lengua, el militar retirado ibicenco Alfredo Cardona Torres critica a las autoridades políticas del Estado y de las autonomías por haber sido «sorprendidos» por la pandemia del Covid-19, recomienda a Alberto Garzón que lea un libro de autoayuda para ser «un buen ministro» y califica de «triste y vergonzosa» la destitución del coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos.

«La causa de la tragedia del coronavirus en España, más que un problema médico, ha sido un gravísimo problema de logística», escribió en un artículo publicado en este periódico. Vamos, que eso no habría ocurrido en el Ejercito, donde si algo prima es la logística y siempre hay, al menos, tres planes b.

En la magnitud en que ha ocurrido, no debería haber sucedido jamás. Los datos cantan, desde las quejas de los sanitarios porque no tenían equipos de protección individual (EPI), la falta de test? Esos son problemas de logística. Podía haber sido un problema puramente médico,pero no. Si cerramos los ojos y nos imaginamos más cantidad de material sanitario, más cantidad de material de protección, anticipación y creación de stocks, todo cambia. Ese es el abecé de cualquier plan. Pero para que eso se resuelva hay que tener planes. Los planes son, para mí, la clave de todo. Si las autonomías y el Gobierno central tenían planes, la pregunta es si los pusieron en práctica.

O quizás no los tenían.

Si no los tenían, en mi opinión eso sólo tendría un adjetivo: es gravísimo. No se trata de que una Comunidad Autónoma diga que lo ha hecho bien porque ha tenido pocos muertos. Lo que hay que ver es qué tenía preparado cada Comunidad como responsable de la función sanitaria para prevenir una cosa de ese tipo.

Cuenta que ya el 24 de febrero intentó aprovisionarse de mascarillas y geles desinfectantes en Madrid, pero ya estaban agotados. En febrero. O sea, que usted ya era consciente del problema pero el Gobierno parece que no.

Yo creo que el problema que había lo teníamos ya entonces todos clarísimo. Yo me vine desde Valencia a Ibiza en avión con la mascarilla ya puesta, y era tres días antes de la declaración del estado de alarma. Conseguí cuatro a través de una farmacia en la que me advirtieron de que había una lista de espera para conseguirlas y que en cuanto pudieran me conseguirían el máximo que se daban entonces, cuatro. Las tuve de puro milagro. No sólo no había suficientes, sino que además no esperaban tenerlas porque creían que se continuaban vendiendo al extranjero.

¿Usted habría prohibido las manifestaciones del 8-M, las mascletàs de Valencia, el encuentro de Vox y las bombas biológicas que supusieron eventos deportivos como el fútbol?

Sería un atrevimiento por mi parte decir qué se tendría que haber prohibido, pues carezco de los datos necesarios. Pero sí digo con absoluta rotundidad que una pandemia no debería haber sorprendido a nadie. Los ministerios analizan, cada uno en su parcela, que no nos quedemos sin carburantes, evitar que haya una intoxicación general alimentaria? Cada uno lo debe tener previsto y, una vez detectadas las amenazas, hacer planes para que, si llega a producirse, se limiten al máximo los efectos negativos. La obligación del poder político, tanto autonómico como central, es proteger a los ciudadanos mediante la anticipación.

Si eso sucede en el estamento militar, al responsable le dan algo más que un tirón de orejas. ¿Cree que habría que depurar responsabilidades de los políticos por cómo se enfrentaron a la pandemia del Covid-19?

Por supuesto. Los militares detectamos amenazas y hacemos planes. Y si te sale mal, asumes tu responsabilidad. Me parece además triste que autoridades políticas muy importantes de las autonomías digan que esta pandemia les ha pillado por sorpresa. Si una cosa de este tipo te pilla por sorpresa, a los cinco minutos hay que dimitir.

¿Cree que hemos aprendido o que volverá a cogernos en pañales una segunda oleada?

Si leen mi artículo y lo ponen en práctica, espero que no nos vuelva a coger otra vez por sorpresa, pues ahí está explicado paso a paso el procedimiento para hacer un plan. El problema de los planes es que no pueden contaminarse de la política. Por ejemplo, antes me preguntaba si se tendrían que haber suspendido esas manifestaciones o eventos: eso debería ser automático. Cuando una pandemia llega a un nivel de expansión determinado, debería estar establecido qué acciones hay que realizar. En esos momentos, el político no ha de pensar, sino que tiene que aplicar lo que le aconseja el técnico. Si esa solución es impopular, se siente, esa es la soledad del líder.

Usted estuvo en el Sahara Occidental con los paracaidistas cuando aún era territorio español y en los colegios se estudiaba como una provincia española.

Estuve allí en los años 1974 y 1975. Físicamente, permanecí allí tres meses. El resto del tiempo estuve en Las Palmas (Gran Canaria). Mi compañía era la reserva para que, en caso de que vinieran las cosas mal dadas en el territorio del Sahara, mediante un lanzamiento paracaidista tratáramos de ayudar. Así estuvimos prácticamente un año. En el Sahara hicimos muchas patrullas. No había, militarmente, ningún problema para defender la zona de cualquier tipo de ataque.

Pero la Marcha Verde lo hizo inviable.

La Marcha Verde fue más un problema político que un problema militar.

¿Hay elementos golpistas y reaccionarios en el Ejército español, tal como sugiere el ministro de Consumo Alberto Garzón?

[Se ríe] No conozco a ninguno, y eso que he estado 47 años en el Ejército. El señor Garzón no haría mal en leer un libro sobre cómo ser un buen ministro en diez días.

Porque el Ejército ya no es lo que era.

Haga la prueba. Cuando alguien le hable del Ejército o de los militares, pregúntele a cuántos conoce y ha tratado con cierta profundidad, de manera que tenga un conocimiento de causa suficiente para hablar. Las respuestas son decepcionantes. He estado 47 años en el Ejército, tengo la carrera de Derecho y he tratado con la Universidad. Y donde he visto más flexibilidad y más apertura de miras es en las Fuerzas Armadas. Creo que somos mucho más flexibles, más abiertos. Nosotros no obligamos a hacer las cosas por disciplina, porque lo dice el jefe. Quien actúa así está mal considerado en las Fuerzas Armadas. Hay que mandar convenciendo, intercambiando opiniones, hasta que el jefe decide. Por eso, para mí el trabajo en las Fuerzas Armadas siempre fue muy cómodo, pues siempre tuve claros mis diferentes niveles de responsabilidad, los de mi subordinados y los de mis jefes. Nunca tuve problemas.

¿Sigue habiendo prejuicios hacia los militares?

Toneladas de prejuicios.

¿Qué le pareció la destitución del coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos?

Me pareció un triste y vergonzoso despropósito. Algo no cuadra cuando se destituye a un coronel, como a Pérez de los Cobos, a las siete de la tarde de un domingo. Hay procedimientos para hacer esto. Han destituido también al responsable de prevención de riesgos laborales de la Policía Nacional [José Antonio Nieto, autor del plan de prevención contra la pandemia]. Ambas cosas son gravísimas. No se puede truncar una carrera de una persona honorable, que te puede caer más o menos simpática, porque en un momento dado, políticamente, pueda ser molesta. Hay que respetar la trayectoria personal, sobre todo cuando no se les ha procesado o acusado, que se sepa, por nada.

¿Cómo vive su retiro desde hace 10 años?. ¿Sigue tirándose en paracaídas o buceando?

Buceando, hago algún pinito por es Molins, pero sin botella. He hecho algunos trabajos teóricos y de enseñanza, una especie de coaching, para un grupo de gente en el extranjero sobre temas militares, lo que me ha mantenido muy activo. Y estoy escribiendo un libro sobre liderazgo, un manual práctico. Hago deporte. Hasta hace relativamente poco hacía footing, como siempre, pero después de 250 saltos en paracaídas hay que cuidar las rodillas, aunque las tengo bien. He pasado a la marcha nórdica, que es una maravilla.


Se acabaron, pues, los saltos en paracaídas.

Hay un tiempo para cada cosa. El último salto que di fue siendo general de brigada: hice mal una maniobra y el casco me dio un tirón de bandas fortísimo. Me di cuenta de que hay un tiempo para cada cosa y que hay que saber terminar.


Usted ha hecho HALO (salto a gran altitud y baja apertura, por sus siglas en inglés). ¿Desde qué altitud se llegó a lanzar?

Fue en el año 1976. Saltamos en la vertical de Valladolid a 8.000 metros del suelo (26.246 pies).


¿Saltó con oxígeno?

Sí. Tuvimos una caída libre de dos minutos y 20 segundos, que es una eternidad. Estuvimos a 300 metros de batir, en aquel momento, el récord de altitud militar en Europa. Era un equipo mixto formado por norteamericanos y españoles.


Debió ser uno de los primeros HALO en España.

Fue de los primeros. Se habían hecho algunos cursos, pero el Ejército español no teníamos tecnología para medicalizar el avión con oxígeno. Lo hacíamos en un avión americano, un C-130.