«La calidad de la educación no está sólo en la calidad de los recursos que ponemos sino en la calidad de la relación personal que se establece con la persona que enseña, quien se convierte en mi maestro o maestra», dice la pedagoga y responsable del Centro de Estudio y Prevención de Conductas Adictivas (Cepca), Belén Alvite, quien resalta que también es muy importante el aprendizaje entre iguales. «Yo creo que el fin de la propia educación son las relaciones interpersonales», apostilla.

Todo ello se ha visto totalmente alterado desde que el pasado 13 de marzo los colegios e institutos de las Pitiusas cerraran sus puertas al declararse el estado de alarma por el Covid-19 y las clases presenciales fueron sustituidas por la enseñanza online en la que, sostiene Alvite, «la parte fundamental de contacto humano no ha aparecido de la misma manera».

Y es que al mismo tiempo que la relación entre iguales «ha desaparecido», el contacto y el vínculo con los docentes «no se ha mantenido de la misma forma» en algunos casos. «Ha habido diferencias importantísimas de implicación y de calidad humana en el trabajo», afirma y resalta que ha habido docentes que, por responsabilidad y más allá de sus asignaturas, han dado a sus alumnos lecciones de gran valor sobre amor a su trabajo, respeto o empatía y les han estimulado a seguir adelante, mientras otros no lo han hecho de la misma manera.

Además, indica que la enseñanza por medios telemáticos incide mucho en la transferencia de conocimientos que, asevera, «no es el fin» único de la educación. «La calidad de la enseñanza tiene que ver con la calidad de las relaciones interpersonales y de la relación con los compañeros, porque aprendes mucho con los de tu alrededor», insiste.

En su opinión, éste es uno de los motivos que han llevado a que el Gobierno haya anunciado que en septiembre las clases deben ser presenciales. «Tenemos que volver si queremos seguir hablando de estándares de calidad de la educación», señala. Pero también la necesidad de conciliar la vida familiar y laboral, que es una cuestión «importante». «¿Cómo no vamos a basar la conciliación en la escuela si es así como hemos construido esta sociedad?», plantea y resalta que la escuela «tiene muchas funciones sociales» y una de ellas es ésa.

Eso sí, para Alvite esa vuelta a las aulas necesita «más recursos» y repensar cómo se estaban haciendo las cosas para «ser creativos y hacer otras». «Hablo de gestión de los espacios, de las dinámicas que hagamos con los propios chicos, de coger otro tipo de rutinas», señala y agrega que todo ello se irá ajustando «con la práctica diaria».

«Tienen ganas de volver»

«Tienen ganas de volver»

Alvite considera que «la gran mayoría» de los alumnos tiene ganas de volver a las aulas y que todo este tiempo no ha causado en ellos un desapego de la escuela.

Eso sí, apunta que este periodo se ha vivido de forma diferente según la edad. «Los niños pequeños han estado encantados de la falta de prisas, encantados de los padres y madres más presentes y más relajados y encantados de hacer cosas con ellos», dice. Entre los adolescentes apunta que ha habido diferencias: «Aquellos a los que les gusta mucho su parte de formación, su vida escolar, más o menos lo han llevado mejor. Pero a los que no les gusta mucho estudiar pero lo iban haciendo y lo que más aprovechaban de su vida escolar era el intercambio con los amigos, son los que se han sentido más estafados porque habían perdido el contacto y seguían teniendo deberes todos los días».

También ha habido «quienes han desaparecido del sistema educativo», sostiene Alvite, que indica que no ha sido por una cuestión de brecha digital -«que se ha hecho muy evidente» en esta situación y a la que «la escuela ha intentado dar respuestas», puntualiza- sino porque ya lo estaban antes. «Antes iban a clase pero también estaban un poco desaparecidos porque las familias que había detrás no estaban pendientes. Ahora, algunas de esas familias han sido igual de invisibles», afirma.

Sobre la vuelta a las aulas en septiembre advierte de que se vivirá un primer trimestre «de traca» para todos: «Los chavales van a llegar tras estar seis meses en varadero. Los centros se van a encontrar con niños con muy pocos hábitos de trabajo, sin horarios. Y si lo normal es que después de los dos meses y pico de vacaciones vuelvan desajustados, ahora los profesionales van a tener un trabajo extra», señala y agrega que a ello se sumará la labor de reestructuración de contenidos que tienen por delante.

Pero esto no es algo que sólo deban tener en cuenta los profesores, sino que Alvite insta a las familias a pensar sobre ello. «Ahora es un buen momento para que las familias piensen qué tipo de verano quieren que vivan sus hijos. Quizás se puede buscar que hagan alguna actividad que les mantenga ciertas rutinas y activos», comenta y agrega también que les ayuden «en seguir creciendo en el aspecto social, que es importantísmo».