Esther Gimeno es de Zaragoza, pero «de Madrid de toda la vida». Actriz y cómica, de esas a las que se les da pero que muy bien encarnar personajes con mala leche. El dichoso Covid-19 a ella no le ha interrumpido la vida, sino que le ha estallado en la cara y aún, tres semanas después, sigue convaleciente en su casa de Madrid. Me cuesta imaginarla, como ella se describe: «para el arrastre», cuando las últimas veces que la he visto estaba comiéndose el público en un escenario. Una fue en la pasada edición del Festival de Teatro Clásico de Almagro; después en el Palacio de la Prensa en plena Gran Vía de Madrid, donde ha viajado con la obra 'Está todo pagado'. Allí 'La Gimeno', entre lingotazos de güisqui Dyc y algún tirito de farlopa, da vida a Francisco de Sandoval y Rojas; Duque de Lerma, mientras cabalga a lomos de una rata de oro, o lo que es lo mismo: que es de oro, pero sigue siendo rata. Es un espectáculo difícilmente calificable: entre barroco y karaoke; casposo, pero a la última. Son tantos los paralelismos con los titulares de los periódicos de ahora, que al espectador se le olvida a ratos que ha viajado en el tiempo hasta el siglo XVII para presenciar y tomar apuntes de la invención de todo el asunto aquel de la corrupción y la especulación inmobiliaria y de pecados que no lo son tanto si se sirven bien envueltos en bandera.

Ahora, confinada, pero donde Esther Gimeno de verdad quería estar estos días es en Ibiza, lugar que conoce muy bien y donde tenía programada una actuación dentro del ciclo 'Noches de Humor' del Pub Casanova.

Hablo con ella de estos y otros proyectos, que más que en el tintero, quedan ahora en un limbo. Malos tiempos para todos, pero la Cultura y las Artes Escénicas (así, en mayúsculas), no ven ningún tipo de luz al final de este túnel. Lo más importante -lo sabe de primera mano-, es la salud, y si nos toca quedarnos un poco más en casa, por el bien de «los otros», nos quedamos. Y ella, además, entre febrículas, se dedica a compartir, junto a un nutrido grupo de cómicos, actuaciones en directo en las redes sociales. Ella lo hace enmascarada de uno de sus personajes, La Jenny, con quien intenta abstraer a los confinados, por si es verdad aquello de que la risa ayuda a espantar los males.

Lo primero, preguntarte ¿dónde te ha pillado este confinamiento y con quién?

Pues me ha pillado en mi casa, en Madrid y sola. Aquí llevo un mes ¡sola!

Sola en casa y sabemos que has pasado la enfermedad, ¿cómo te encuentras?

Pues de bajoncete. Han sido casi tres semanas, al principio era un poco con fiebre, un poco de espesura mental y ya cuando empezó la segunda semana es cuando se empezó a poner un poquito peor. Ya era fiebre todo el día, me encontraba fatal, con problemas para respirar? Yo no he necesitado estar en el hospital; a mí me han estado siguiendo desde el centro de salud y bueno, mi madre que es médico. Ya está jubilada, pero ella iba empollando sobre la marcha, hablando con sus compañeros, investigando por ahí? Y todavía ando flojeando y eso que ya llevo veintipico días.

Sí, porque de hecho esta entrevista la teníamos programada hace ya días y la hemos ido posponiendo?

Bueno, más que nada, es que? ¡quería estar un poco simpática!

¿Simpática? Pero si todo lo que has podido, desde tu convalecencia, has estado interactuando con el público a través de colgar vídeos de humor o haciendo directos con tu personaje, La Jenny. Cuéntame, ¿cómo ha sido esta interacción? ¿Cómo has percibido al público?

Bueno, ahora ya hay muchísima oferta, pero la idea nació de Toni Cano, un compañero cómico que montó un grupo que se llamaba «#YomequedoencasaComedy» ¡Desde el primer fin de semana! Tal cual anunciaron el estado de alarma nos preguntó a unos cuantos compañeros: «Chicos, ¿qué os parece si nos vamos turnando para hacer media hora de directos para toda la gente que está en casa?». Y enseguida dije que sí y elegí a La Jenny porque hacer monólogo, un directo, sin tener el feedback del público, no lo veía. Un personaje, como que te da un poquito de escudo. Más que un monólogo, un stand up, que requiere la interacción del público, es como hacer un piececita teatral. Esta idea surgió como una alternativa a las televisiones, ofrecer a la gente confinada en sus casas algo en directo, ahora que lo que no podían tener era precisamente eso: directos.

Yo creo que la gente está ya al final hasta el gorro de series, que de todo se harta uno y, pantallas aparte, pero con estas iniciativas, rompes esa cuarta pared, te sienten en directo, tu calorcito y esas cosas, se agradecen.

Pues sí, porque además vas incorporando cada día lo que va pasando, la última noticia. Intentas no estar hablando todo el día «del temita», pero al final, el coronavirus está muy presente en todo.

Y hay que entender que, aunque sea omnipresente, no le podemos restar importancia. Es un drama. Tú has estado mal, pero, a fin de cuentas, ya pasó. Hay gente muy grave y aún contamos a centenares los fallecidos

Sí, lo que sucede es que, a la hora de hacer humor, lo que intentas es abstraer a la gente y a veces te cuesta a ti misma abstraerte.

Vamos a hablar un poco de los proyectos que han quedado en el tintero.

[Risas] ¡Uf! ¡Tantos?!

El primero: has dejado abandonados a los ibicencos que te esperaban en 'Noches de humor' en el Pub Casanova el 20 de marzo, ¿tienes algo que decirles para que te disculpen?

[Risas] ¡Qué rabia! ¡Tenía tantas ganas de ir a Ibiza! Y no solo a trabajar, también a pasear, eh. Y se me ha quedado en el tintero. Bueno, espero, en cuanto se retome «la vida normal», poder volver.

Porque ya habías estado en Ibiza otras veces, actuando, pero también de vacaciones. Tú conoces bien la isla.

Sí, sí, he actuado varias veces y he estado de viaje muchísimas más. Mira, te cuento mi primer recuerdo de Eivissa: La primera vez que estuve en la isla tendría unos ocho años, fui con mis padres y, además de las playas, de hacer turismo, recuerdo estar en una zona del puerto, tomando un heladito y aquella primera vez de ver pasar una gente ¡con unos vestuarios?! Así, con esas hombreras que parecían Duran Duran. Y nos sentábamos ahí, que lo llamábamos «El tontódromo» y el divertimento era estar, helado en mano, viendo lo estrambótico de aquella gente. En Madrid, el «atrevimiento» no era tan exagerado. ¡Es que Ibiza era un escándalo! La libertad que se percibía, yo no la había visto nunca. Pero también tengo buenos amigos allí así que he ido mucho por trabajo, pero he ido mucho más por «no trabajo», por visitar Ibiza, que es preciosa. Es como dos islas distintas: una de día y una de noche.

Y verano e invierno también.

Bueno, siempre que he ido en invierno ha sido por trabajo así que ahí no he podido hacer tanto turismo, pero lo haré, lo haré.

Vamos a por otros de estos últimos proyectos que han quedado a medias. Por ejemplo, en cine participas en 'Amigo' el primer largometraje de Óscar Martín, protagonizado por Javier Botet y David Pareja y que desde final de año ha estado en un sinfín de importantes festivales. Por favor, corrígeme si me dejo alguno: Festival de Austin, Fantastic Fest, Festival de Cine de Sitges, en la Nocturna de Madrid o la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián.

Bueno ¡y muchos más! Pero sí, sí, ha estado en todos esos.

Vaya pedazo de acogida para una puesta de largo? en un largo. Enhorabuena a todo el equipo.

Ha sido un lujazo estar seleccionado en festivales tan importantes, pero es que, además, ¡la película es buenísima! No específicamente por mi parte [risas], sino porque el guion, los dos protagonistas son espectaculares. Logran hacer una cosa que me parece que es dificilísima: que es arrancarte la semi risa en una escena de terror. Es un terror-cómico-macabro, una cosa asfixiante, muy potente y además, hecho con muy pocos medios, rodado en apenas dos semanas.

Eso te iba a preguntar, ¿cómo se rueda un largometraje en dos semanas? Y además, me han dicho que el director os dejó aportar muchas cosas sobre la marcha, que una película con tan buena crítica, tuvo mucho de improvisación.

¡Pues claro que hubo improvisación! Pero porque los dos protagonistas son además los guionistas y tuvimos «permiso» [risas]. Bueno, también porque fue un resolver como pudimos, con la cámara y en una casa, porque una casa fantástica, pero casa; con todo nevado alrededor. Yo ya gocé solo con la experiencia, pero es ver el resultado y dices: «¡Madre mía, qué maravilla!».

Y por otro lado hemos dejado ahí ahí 'Está todo pagado', del dramaturgo José Cruz, dirigida por Alda Lozano y que, como sabes, yo he seguido desde el principio. Tuve la suerte de ver su puesta de largo en la pasada edición de Festival de Teatro Clásico de Almagro, donde había sido seleccionada y resultó, sin duda, una gran sorpresa dentro del festival. Hay pocos sueños para un actor de teatro en España como actuar en Almagro y tú ya puedes decir que lo has cumplido. Y después, habéis estado en el Palacio de La Prensa ¿hasta principios de marzo?

¡Increíble lo de Almagro, sí! Y en La Prensa, en realidad, estábamos hasta finales de marzo, pero se interrumpió.

Háblanos un poco de esta obra, 'Está todo pagado'. En ella devuelves a la vida al Duque de Lerma, pionero en esto de la corrupción y la especulación inmobiliaria, lo que nos demuestra que cualquier tiempo pasado fue? ¿muy parecido a este?

Sí, bueno, más que muy parecido yo te diría que él logro pegar un pelotazo que aún nadie ha sido capaz de igualar. Él pegó el «Gran Pelotazo», de ida y vuelta. Cuando se fue a Valladolid, a principios del siglo XVII compró todos los terrenos, se los vendió a la corte y a todos los cortesanos, y a los nobles y la curia; edificaron y entonces, cuando ya los tenía a todos allí, volvió para Madrid, compró todos los terrenos de Madrid, trasladó la Corte a Madrid y? ¡volvió a vender! Y ahí estaban los testaferros, las empresas interpuestas, los colaboradores, cooperadores necesarios? Este hombre se inventó todo este chiringuito y fue, parece ser, el hombre más rico del mundo.

¿El patriotismo, bien envuelto en una bandera, fue y sigue siendo la herramienta perfecta para tapar cualquier fechoría y aquí no ha pasado nada?

[Risas] Yo creo que sí. Lo dice él muy bien. Se lo dice en un momento dado a su hijo cuando tienen un enfrentamiento: «Cristóbal, hijo, cuando necesites protegerte, no confíes en una armadura, es mejor taparse con una bandera». Y una bandera le sirvió para salir de cualquier entuerto. De hecho, cuando le empezaron a perseguir, él fue quien decretó la expulsión de los moriscos. Ya le estaban empezando a investigar por corrupción y dijo: «¡Uy, vamos a unir España! ¡Vamos a echar a los que no son tan españoles como nosotros, ale!». Y así fue. Una cortina de humo. Expulsó a trescientas mil personas, en el siglo XVII, eso era un montón de población.

Cuéntanos un poco para el que no sepa de qué va la obra porque, con lo que estamos hablando ahora mismo, nadie imagina en absoluto lo que va a encontrar.

Sí, claro, parece que es un tocho histórico y lo que es, es una fiesta. 'Está todo pagado' es la historia del Duque de Lerma contada por él mismo, en primera persona, pero él sería una mezcla entre un Jesús Gil, un Bertín Osborne, un Bárcenas? De esta gente que cae bien; que te la pueden liar parda, pero caen muy bien. Y que consiguió favores a base de organizar saraos, de montar las fiestas más sonadas, que hasta los ingleses vinieron a algunas de aquellas celebraciones? El texto es maravilloso y casi poético, pero eso también podría alejarlo en un momento dado del público y Alda Lozano, la directora, ha creado una cosa muy interesante: dentro de ese barroquismo de la historia, lo que ha conseguido es montar una fiesta a base de karaoke, de cambios -dentro del personaje hay como ocho personajes distintos-, y además, con un vestuario de Gabriela Roade, espectacular. Uno sale de allí como si hubiera estado en el vip, en el reservado de la discoteca de moda.

¿Y qué va a pasar ahora con el Duque de Lerma? Lo tenemos de cuarentena.

¡Ay, no lo sé?! Este era el momento de seguir en Madrid, pero también, estábamos en el proceso de organizar una gira, de que viera otros escenarios; de distribución de redes de teatro, de festivales? ¿Pero ahora? Nada se sabe. El mundo del teatro, ¿se va a poder retomar de una manera normal y medianamente rentable? Porque si en un teatro de quinientas plazas al final se establece, como se hizo antes de decretar el estado de alarma, que han de guardar dos metros y pueden entrar cien, aunque no les obliguen a cerrar, ¿pueden abrir los teatros?

Y ahí quería llegar a los políticos de ahora. ¿Qué opinión te merece el ministro de Cultura, Rodríguez Uribes, y su comparecencia con el ya famoso «Lo primero la vida y después el cine»?

Muy desafortunado, pero no me parece tan novedoso. Bueno, de este Gobierno sí esperaba un poco más de empatía con el mundo de la cultura y el mundo del arte, pero tampoco me sorprende porque la cultura en este país nunca ha estado bien considerada, en general. Parece que, además, últimamente se ha expandido de manera bastante torticera lo de que vivimos todos subvencionados? Y mira, yo es que conozco a muchísima gente del arte, no solo de las artes escénicas y no conozco apenas nadie que tenga subvenciones. Por otro lado, ¡hay tantos ámbitos que tienen subvenciones para promover un producto, una marca España?! Que no estaría nada mal que se subvencionara más. De hecho, el cine americano está muy subvencionado, aunque parezca que no, de muchas maneras. Pero aparte es que se ha denostado la cultura española, el arte español, las artes escénicas, el entretenimiento. No se ha llegado a valorar lo que eso significa para vender como marca en el exterior. Pero por ningún Gobierno. De hecho, en las últimas campañas electorales ni un minuto dedicaron a los programas de cultura. Ni uno. Ninguno de los partidos. El apagón cultural era un símbolo, pero? no tenía claro ni que fuera ni el momento, ni entendido. Independientemente de que suscribo todo lo que se defiende en esas cincuenta y dos medidas y de que, si no ha habido falta de compromiso, sí se ha demostrado al menos, falta de conocimiento de la especificidad del sector que representa, de la vida de los artistas; del trabajo tan puntual, tan estacional de algunos; o tan de fin de semana en otros; o tan de depender de las fiestas del pueblo, por ejemplo. Pero, ¿protestar porque no se tenga en cuenta esa especificidad cuando no se ha tenido en cuenta nunca, ahora? ¿En estos momentos terribles? No sé. Igual había que haber esperado a que todo esto pase. Que lo principal ahora es que se aplane esta puñetera curva.

Pero en cuestión de horas ha salido la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, para rectificar las palabras del ministro de Cultura e invitar al sector cultural a reunirse con la cartera de Hacienda y ver cómo se podía ayudar.

¡Hombre, claro! Pero yo no creo que haya sido por el apagón en sí. Sinceramente, si fuera así, los mineros hubieran montado apagones en lugar de tirarse meses en huelga. Yo creo que ha sido tan desproporcionado lo que ha dicho este señor, que se le han echado encima los propios compañeros del Consejo de Ministros y le han dicho: «Pero, ¡cómo se te ocurre calentar a la gente en este momento, con todo lo que tenemos ya encima!».

Sí, la respuesta fácil y corta habría sido, no hace un mes, sino desde el principio que cada Ministerio se reuniera con los diferentes sectores, aunque fuera por un dar ánimos, por preguntar: «Y a vosotros, ¿en qué os afecta? ¿Qué necesidades creéis que se os pueden venir encima?»

¡Claro, por supuesto! Porque sí que hay particularidades que el gran público desconoce y dicen: «Pues tenéis las mismas medidas que todos nosotros». ¡Y no es verdad! Porque, aunque seas autónomo, tienes otras condiciones de trabajo: No desarrollas tu trabajo durante todo el mes, por ejemplo, muchas veces; o lo desarrollas en una época del año, pero no en otras. Y luego hay giras, hay momentos en que tú estás contratado, y no te hablo de artes escénicas, te hablo de pintores, de ediciones, de directores de cine que hacen una película, pero se pasan cinco años preparando la siguiente. Así que esto ha podido pillar a alguien en esta larga preparación, sin estar contratado, sin tener derecho a nada. Así que sí, hay unas cuestiones específicas del sector artístico y cultural que nunca se ha hecho la pedagogía de explicar en este país, con lo cual, aquí todos somos «vividores de alfombra roja y subvencionados». No.

Titiriteros. A mí me encanta «titiriteros».

Sí, sí, es que, además ¡es una palabra tan bonita! Y la usan de una manera tan despectiva? ¡Yo estoy encantada de ser titiritera! No sé si ha quedado claro, es que, es delicado porque yo respaldo todas las posturas de defensa del sector, pero no desde ahora ¡desde siempre! Ya hace mil años que no se ha tenido en cuenta un estatuto del artista, unas condiciones concretas.

Sí, la lucha de poder cotizar solo cuando estéis trabajando y eso que has dicho, que por ejemplo un teatro no se pueda acoger a un ERTE porque no esté obligado a cerrar, pero que de quinientas plazas solo le permitan vender cien y con separación de dos metros entre espectadores, ¿puede abrir así? ¿De qué le sirve?

Claro, claro, porque es que a saber cuándo abren, pero cuando abran, te van a decir que tú puedes desarrollar tu actividad, pero de esta forma.

¿Qué es lo que más echas de menos? ¿Hay algo que te haya sorprendido? ¿Y quizá algo que pensaste que echarías de menos y ahora te das cuenta de que no?

Yo, creo que esto se dice mucho, pero no por eso deja de ser más verdad: lo que más echo de menos es el contacto de la piel, de la gente. Porque es que, además, yo estoy sola, no me toco con nadie [risas]. No, en serio, me refiero a contacto contacto. Eso lo echo muchísimo de menos. Y a lo mejor habría pensado que echaría de menos la calle en sí y, por supuesto, echándola de menos, a eso más o menos, me he adaptado. Mi gente, echo de menos a mi gente. Incluso? a la otra gente. A eso de que vas por la calle y te chocas que dices: «¡Ay¡!» [Risas] ¡Pues hasta eso lo echo de menos! Vivo en el centro de Madrid y suele ser desesperante los golpazos que te da la gente, pues ahora, hasta echo de menos un buen empujón porque alguien va empanado mirando un escaparate.

¿Qué has aprendido, qué te llevarás de esta experiencia?

Pues no lo sé, no lo sé. Yo veo a la gente y está aprendiendo muchas cosas? Yo ahora te diría: «He aprendido a hacer un bizcocho de zanahoria», «He aprendido a hacer cebolla caramelizada». Lo que realmente haya aprendido, lo sabré más adelante. Yo aún estoy en medio de la tormenta? Estoy bien, pero sé que un día de repente diré: «¡Ah! La Esther del 2018; la Esther del 2021, ¡son diferentes!».

Y para acabar, ¿hay algo que te gustaría decir como despedida a nuestros lectores, confinados o incluso, algunos, convalecientes?

A los que estén «peor»: si aún estáis leyendo el periódico, bien, porque eso es que mantenéis muchas inquietudes. Confiad, confiad en los médicos que, aunque estén saturados, son muy grandes. ¡Médicos, es muy grande lo que estáis haciendo! A los que estén solos, como yo en el confinamiento: mira, echamos de menos el contacto y tal, pero entre nosotros, ¡qué a gusto no tener que discutir con nadie! Y para los que estáis acompañados? ¡Disfrutad! Aprovechad ese contacto que es lo que más envidio. Me dicen mis amigas que están con los niños: «Jo, ¡es que tú no sabes lo que son! ¡Quince minutos te los regalaba!». Que yo les contesto: «¡Regálamelos!». Aunque sea, que me peguen patadas los críos todo el día, pero yo los quiero. Así, en resumen, yo creo que nos hemos propuesto hacer muchas cosas y mira, igual no tendríamos que trasladar la vida de fuera, esa de correr, a la vida en casa, sino realmente hacer vida de casa. Estar más tranquilitos. Que no pasa nada porque no nos pongamos cinco mil actividades.

Pues muchas gracias y pronto, muy pronto, tenemos una cerveza pendiente.

Al Duque de Lerma le va más un güiscazo, pero bueno, tú y yo, una cerveza.