La otra Ibiza
«Antes, lo ibicenco no era tan guay»
Para la ceramista María José Marí su mayor satisfacción es poder trasladar la idea que tiene en la cabeza a la arcilla

A 'Toni Frigoles' le gusta entretenerse con el barro de vez en cuando.
Criada entre moldes y arcilla su futuro estaba claro: María José Marí Bufí seguiría la tradición de su padre Antonio Marí Ribas, Toni Frigoles.
Aunque la vida hizo que al principio María José dedicara la mitad de su tiempo a crear en barro y a atender la tienda de cerámica que hasta no hace mucho tenía su familia en la calle Aragón de Vila. Más tarde estuvo al cien por cien tras el mostrador. Al final, la creatividad ganó la batalla a la gestión empresarial.
«Mi padre montó la tienda en los años setenta con otro socio allí vendían todo tipo de cerámica, la que hacían ellos y la que compraban en otros sitios. Con el tiempo, mi familia se quedó con el negocio y hace unos años, cuando concluyó el alquiler, la cerramos definitivamente». Este hecho fue el impulso definitivo para que la hija de Toni Frigolescontinuara con la labor.
En su taller, sigue con la realización de algunas figuras ibicencas, como las parejas de payeses, pero con un toque de innovación. «Seguimos haciendo algunos modelos de payeses igual que se realizaban hace años, aunque ahora la estrella es la diosa Tanit», explica María José. Tanto que se ha atrevido a pintarla con tonos ocres, verdosos o plata. La aceptación es enorme. Junto a ella, moldea piezas que se pueden ver en Museu Monogràfic Puig des Molins, como los biberones púnicos, que también tienen mucho éxito.
Para esta artesana, la clave está en que últimamente se valora y se han puesto de moda los objetos tradicionales ibicencos, con un toque contemporáneo como las espardenyes, los senallons, la joyería, los productos de alimentación y, por supuesto, la cerámica. «Antes, lo ibicenco no era guay, pero ahora, los turistas y quienes vivimos en la isla, valoramos muchísimo los productos locales», añade.
«En las estanterías de su taller también hay miniaturas de estrellas, caballitos de mar, erizos, hojas o conchas a la espera de convertirse en pendientes. Los pequeños zarcillos reposan antes de entrar al horno junto a payesitas que se convertirán en imanes o en colgantes para el árbol de Navidad. «Me encanta el trato directo con los clientes, ellos me inspiran sobre las tendencias, y si además les gusta mi trabajo, la satisfacción es enorme», asegura. Además destaca que mucha gente se sorprende al ver que se trata de un trabajo totalmente artesanal.
La mayoría de sus piezas las vende en mercados artesanales y en los que se organizan a lo largo de la isla con motivo de la Navidad, el otoño o algún otro. Además, atiende numerosos encargos, desde detalles para bodas a trofeos para algunos concursos.
Pero sobre todo, permite a María José realizar un trabajo creativo. «Lo que más me atrae es trasladar la idea que tengo en la cabeza al barro».
Aunque, según sus palabras, la cerámica «no es para hacerte rico», sí es un medio de vida, al menos en su caso, que produce y vende directamente.
«Los artesanos todavía seguimos existiendo», concluye.
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