«Hay gente que tiene y nunca da. Él siempre daba». Fanny Tur, archivera de Ibiza, recordaba así a Lluís Llobet, cuyo funeral se celebró ayer en la iglesia de Santo Domingo, un templo que se quedó pequeño para acoger a las decenas de familiares, amigos y vecinos que quisieron dar su último adiós a un hombre que, según Tur, era «era patrimonio humano de Dalt Vila, formaba parte de su paisaje».

Pep Tur, edil de Cultura de Vila, señalaba la esquina entre Can Botino y el antiguo Ayuntamiento en la que, casi a diario, por la mañana, se topaba con él: «Echaré de menos esos encuentros, así como su espíritu constructivo. Lo razonaba todo y siempre te apoyaba». Al igual que la archivera, asegura que «si tenía, te daba, materialmente, pero también con apoyo y consejos».

Muy emocionada, Maria Luisa Cava de Llano, ex defensora del Pueblo, calificó a Llobet de «hombre excepcional, irrepetible; todos le querían». El exalcalde Enrique Fajarnés sentía «suma tristeza» por su desaparición, como amigo y como pariente, pero también porque ambos colaboraron «en un montón de proyectos», como la declaración de Ibiza como Patrimonio de la Humanidad, de la que Llobet «fue el precursor; se va la persona que más se ha preocupado por el patrimonio histórico de la ciudad. Ibiza está en deuda con él».

Precisamente, estuvo presente el escritor Antonio Colinas, al que unía, además de la amistad, los primeros pasos que se dieron para convertir Dalt Vila en Patrimonio de la Humanidad. Colinas aportó por entonces su prosa en 'La nave de piedra'. Llobet le enseñó con otros ojos la ciudad amurallada y le presentó a los propietarios de cada una de las casas que la forman.

«Era todo un caballero, un representante de la 'aristocracia' ibicenca, un hombre muy generoso y muy amigo de sus amigos», contó Joan Marí Tur, Botja. Asegura que, mientras fue conseller pitiuso de Cultura, Llobet siempre estuvo dispuesto a colaborar en las obras «de la catedral, del convento de Santo Domingo, de las Monjas de Clausura...».

«Le tenemos mucho que agradecer los ibicencos por todo lo que ha hecho», recalcó Lucas Prats, expresidente de Fomento de Turismo. Su mujer, Tina Soriano, añadía: «Era muy generoso».

«Culto, educado. Era un señor de Dalt Vila», según Carmen Tur, que recordaba, entre risas, cuando ambos fundaron las Juventudes Musicales: «¡Nosotros, que teníamos entonces más de 50 años! Nos reíamos mucho con eso. Traíamos a grandes pianistas que nos costaban 40.000 pesetas y luego venían a verlos sólo diez personas. Nos habría salido más barato pagarles el billete a Palma». El capitán de navío José María Prats Marí también subrayó que era «muy, muy educado, muy culto y muy agradable en el trato».

Para Mila González, presidenta de la Asociación de Profesionales Inmobiliarios (Apibiza), fue «una persona entrañable y muy comprometida con el patrimonio cultural y de Dalt Vila, un señor de los pies a la cabeza».

Durante el funeral, Mihai Seman, sacerdote emérito de los ortodoxos rumanos de Ibiza, dijo que nunca olvidará lo que oyó de sus labios nada más llegar a la isla hace 15 años: «Mi casa es la tuya». Le ayudó a instalarse, a conseguir que Santo Domingo, primero, y luego l'Hospitalet, albergara misas ortodoxas. «Cada domingo -rememoró Seman-, Llobet se acercaba por l'Hospitalet sobre las 9.15 horas, ataba a su perrito, y entraba con nosotros para rezar. Me llegó a decir que ya casi se sentía rumano. Su recuerdo siempre irá en mi corazón».

Toni Villalonga, exedil de Vila, cree que «se notará su ausencia». «Siempre -añadió- fue muy crítico con algunas actuaciones realizadas en Dalt Vila, pues quería conservar el barrio en su esencia».

Lluís Llobet fue despedido con un fuerte aplauso de todos los asistentes al funeral.