De mal en peor, hoteles y restaurantes lo tienen cada vez más complicado para encontrar a los profesionales que necesitan para afrontar la temporada. Un vistazo a las páginas de clasificados del periódico basta para comprobar que, a estas alturas, a mediados de junio, numerosos negocios no han conseguido aún completar sus plantillas. Los cocineros son los más solicitados, seguidos de los camareros de bar o restaurante y las camareras de piso.

«Esto está igual o peor que los años pasados», comenta el responsable de una importante cadena hotelera. Porque de esa carencia de profesionales cualificados no se libran ni los negocios más pequeños ni las marcas más prestigiosas. «Lo más complicado es encontrar cocineros», advierte. En la isla hay pocos, de manera que «hay que buscarlos fuera».

Y no vienen si no se les «da alojamiento». Los elevados precios de los alquileres son la principal causa de que este problema se agudice año tras año. En su cadena han «habilitado espacios» para alojar trabajadores, pero como no dan abasto se ven obligados a escoger «entre los perfiles críticos». Y, en estos momentos, el perfil más crítico es el de cocinero: si hay que decidir, la habitación se la dan antes a este profesional que a un camarero. «Intentamos no hacinar a la gente, porque si les tratas mal, tampoco vienen». Acondicionan apartamentos para dos trabajadores: «Nosotros no metemos colchones en el salón», asegura.

Ante esta escasez de mano de obra, los hoteleros se están viendo obligados a contratar «lo menos malo», gente sin apenas cualificación. «Estamos renovando la plantilla prácticamente cada año, porque los que vienen de la Península no se quedan más de dos temporadas. Llegan con ganas, en plan aventura, pero apenas tienen preparación», indica una hotelera responsable de gestionar varios alojamientos. Intentan paliar esos escasos conocimientos «con formación durante un mes». Eso sirve para camareros, «pues más o menos cualquiera vale», pero no para cocineros, pues requieren que «sean profesionales y que, además, tengan experiencia». Formarlos sería muy costoso y «se necesitaría mucho tiempo», afirma. Para los camareros, incluso han renunciado a que hablen algún idioma. Y aun así, en lo que va de temporada ya ha «echado a tres» porque no daban pie con bola. «Hemos tirado la toalla de la calidad con tal de cubrir un mínimo de puestos», confiesa. La isla del lujo sobrevive con personal de cualificación low cost

Gobernantas: misión imposible

A esta empresaria también le cuesta encontrar camareras de piso: «Tengo un anuncio en prensa permanentemente para buscar ese perfil laboral. Algún día me llega un currículum, pero es perfectamente desechable». Y dar con una gobernanta es misión imposible: «Si no la tienes a estas alturas de la temporada es como para pegarte un tiro».

Culpa de todo esto a la vivienda que se destina al alquiler turístico. En su caso, ha tenido que adquirir un piso para alojar a tres trabajadores, el 10% de la plantilla de uno de los alojamientos bajo su responsabilidad. No puede hacer más esfuerzos económicos: «Sólo contrato ya a quien vive todo el año en la isla».

Y como sabe que el resto malvive en habitaciones compartidas por las que pagan «600 euros», intenta aliviarles la situación en lo posible: ha habilitado duchas y comedores en sus centros de trabajo para «facilitarles las cosas, por si las condiciones de sus casas no son las idóneas».

Ante la escasa cualificación de sus nuevas plantillas se ven forzados, además, «a crear otro tipo de trabajadores», lo que les encarece los costes: necesitan formadores, pero también controladores para cerciorarse de que esos nuevos empleados hacen correctamente su trabajo.