¿Qué es el patrimonio moderno?

En arquitectura se entiende por patrimonio moderno la que ha aparecido después de la Primera Guerra Mundial y que tiene como argumento fundamental la funcionalidad como punto de partida para diseñar un edificio. Una iglesia, por ejemplo, no está planteada de forma funcional: tiene un simbolismo, pero no funcionalidad. Y aparecen tres materiales de fabricación industrial: el hierro, el hormigón y el vidrio. Hablamos de fábricas, puentes, centrales hidroeléctricas, edificios de viviendas... Por tanto, hay un nuevo modo de construir, que lleva ya 150 años aproximadamente.

¿Cuesta sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de proteger ese patrimonio moderno?

Es verdad que es un patrimonio en proceso de creación. Defender una catedral gótica no tiene ningún misterio, porque la sociedad lo ha asumido, pero defender una fábrica o una iglesia de hormigón es más problemático, porque la sociedad no lo ha asumido. Ambas son creaciones culturales de la humanidad, que se han producido en tiempos diferentes. Defendemos estos edificios, porque son aportaciones culturales tan valiosas como las anteriores.

¿Cómo se decide qué edificio moderno es importante y cuál no?

Hay una fase en la que los estudiosos del tema entienden que determinados edificios modernos tienen un valor. Y esos expertos dan la voz de alarma a través de sus estudios y dicen que Le Corbusier fue importante, o en el caso de Eivissa, que Erwin Broner fue importante. ¿Por qué, en el caso de Broner? Porque fue capaz de leer la arquitectura popular en paralelo a la arquitectura de la modernidad y logró una síntesis maravillosa, que nos enseña que los principios de la arquitectura popular ibicenca son perfectamente adaptables a la arquitectura moderna, y da un producto que no rompe el paisaje. Es una síntesis creativa muy interesante.

¿Qué más ofrece Ibiza desde el punto de vista de la arquitectura moderna?

Bueno, en el caso de Ibiza lo más paradigmático es Broner, que viene aquí en los años 30 y se queda fascinado de la isla. Tras viajar por varios países, cuando decide dónde echar el ancla, encuentra que en Ibiza hay lo que él buscaba: una cultura popular muy potente, un clima fantástico y un paisaje maravilloso.¿Qué aporta Broner? No copia la arquitectura que encuentra aquí, que está muy bien, pero él viene de otra cultura, que usa otros materiales y otra forma de expresarse. Y construye la casa Broner y quince o veinte más en la isla. Son casas que han adquirido un valor sociológico que las hace muy apreciadas, pero no sé qué grado de protección tienen. Lo importante es que el Consell y los ayuntamientos de Ibiza incorporen estas arquitecturas a los catálogos de protección del patrimonio. Si no existe una protección jurídica adecuadas, estas arquitecturas, por maravillosas que sean, corren un riesgo. La protección adecuada es Bien de Interés Cultural (BIC) y estar incluidas en alguno de los catálogos de protección, sea autonómico, sea de cada ayuntamiento.

¿Se deberían incluir también las construcciones de Josep Lluís Sert?

Por supuesto. Para empezar, su casa, en Dalt Vila, la urbanización de Can Pep Simó, los apartamentos Fumarell, que son ejemplos estupendos. Sert es el arquitecto español más internacional de aquellos años. Fue, nada menos, que decano de la facultad de arquitectura de Harvard (EE UU), o sea, que había conquistado Estados Unidos desde el punto de vista arquitectónico. Actuó como arquitecto, pero también como promotor, sin romper el paisaje.