Lograr un mundo respetuoso con la cultura de paz, con los derechos fundamentales de las personas y con el medio ambiente. Ése el objetivo que mueve al Fons Pitiús de Cooperació, asociación que el próximo mes de octubre cumplirá 20 años de vida. «Lo que queremos es transformar, no limitarnos a hacer pequeños cambios», afirma la coordinadora, Fina Darder.

Y para ello, para lograrlo, trabajan a través de los proyectos de cooperación para el desarrollo que llevan a cabo en diferentes lugares del mundo y en los que la sostenibilidad es clave, y, paralelamente, mediante la sensibilización y educación en la sociedad pitiusa, ya que adquirir conciencia para implicarse y actuar, también en el ámbito local, es primordial.

Hasta 359 proyectos y 48 más de emergencias aprobados y financiados, más de 12 millones de euros invertidos y actuaciones en países como Perú, Nicaragua, Guatemala, India, Mozambique o El Salvador son sólo algunos de los grandes datos que hay tras esos veinte años de trabajo incansable que no han estado exentos de obstáculos.

Hoy, dos décadas después, el Fons Pitiús de Cooperació sigue teniendo retos que superar, tanto a nivel de asociación como en relación a cómo entender la cooperación, así como frentes abiertos en los que continuar trabajando en un mundo en el que las desigualdades continúan agravándose y los efectos del cambio climático son evidentes, entre otras muchas situaciones y circunstancias.

Una demanda de las ONG

Una demanda de las ONGLa creación del Fons Pitiús de Cooperació fue una demanda de las ONG que trabajaban en Ibiza y Formentera. Durante un encuentro, los representantes de las que tenían «un papel más sólido» en la sociedad empezaron a plantear la necesidad de crear algún organismo, como ya existía en Mallorca y en Menorca -«nos llevan cinco años de ventaja», dice Darder-, «que aglutinase todo el trabajo que se hacía en cooperación».

Hasta ese momento, la cooperación para el desarrollo era «dispersa», estaba «atomizada» y tenía «poca capacidad para profundizar» en aquello que se hacía, apunta. «Era una cooperación poco estable, muy atomizada, de pequeños puntitos, sin posibilidad de hacer seguimiento ni de saber qué era lo que hacía con el dinero que se destinaba, porque eran cantidades muy pequeñas, muy dispersas», detalla.

La coordinadora de la entidad explica que a la hora de buscar recursos para sacar adelante sus proyectos, las asociaciones tenían que ir «tocando puertas» en las diferentes administraciones, presentándose y dando a conocer su labor, y agrega que obtenerlos dependía «de la voluntad» de las personas con las que se encontraban enfrente. «Era algo arbitrario, de si te conocían, de confianza», indica.

Entre la población, recuerda, existía sensibilidad y conciencia en torno a la necesidad de invertir en cooperación para el desarrollo y, en este sentido, subraya que todavía estaban muy presentes los ecos de las campañas y movimientos cívicos, que reclamaban que el 0,7% de los presupuestos estuvieran destinados a este fin.

Tras varias reuniones entre las administraciones y las ONG, el 28 de octubre de 1999 quedó constituido el Fons Pitiús de Cooperació. Las informaciones publicadas por este diario recogían que la entidad se encargaría «de incrementar, unificar y canalizar las ayudas económicas de las Pitiusas para los países en vías de desarrollo» y destacaban que ningún ayuntamiento gobernado por el Partido Popular se integró en la iniciativa, «pese a que sus representantes habían asistido a las reuniones preparatorias y habían manifestado su deseo de realizar aportaciones regulares» a este «organismo humanitario».

«No es la primera vez que se destinan fondos al Sur desde las Pitiusas. La novedad es que ahora será más fácil optimizar estos recursos», dijo durante el acto de constitución la entonces presidenta del Consell y primera presidenta de la entidad, Pilar Costa, quien agregó que crear este órgano y destinar -tal y como se recogía en sus estatutos- el 0,7% del presupuesto a los países del Sur no debía «ser sólo para tranquilizar conciencias; es un paso adelante para cambiar las mentalidades y los hábitos de consumo».

Con el paso de los años, el Fons Pitiús de Cooperació fue creciendo y a él se sumaron nuevas ONG y finalmente, en 2007, se incorporaron los tres ayuntamientos que en el primer momento habían declinado entrar. «Y aquí están todas las administraciones, veinte años después», apunta Darder, al tiempo que la actual presidenta, Ana Ribas, asegura, entre risas, que ya no dejarán salir a nadie. En este sentido, Darder valora que, con la decisión de sumarse a esta iniciativa, todos los consistorios «de alguna forma, perdieron protagonismo», pues su colaboración en los proyectos quedaba «diluida» en una entidad única.

El trabajo y la evolución de la cooperación

El trabajo y la evolución de la cooperación

Desde el primer momento, en el Fons Pitiús de Cooperació tuvieron una premisa clara: «El Fons no era un repartidor de dinero. Lo que quería ser era una entidad que coordinase todos los esfuerzos que se hacían en Ibiza y Formentera. Y en ese sentido la idea no era juntarse para que éstos dieran dinero a aquéllos sino que entre todos pudiesen acordar una manera de funcionar que favoreciese la cooperación», dice Darder. En esa línea, se redactaron las primeras bases de la convocatoria destinada a los proyectos de las ONG, en las que primó «favorecer la calidad de la cooperación y no que todo el mundo estuviese contento» y que permitían a todas ellas tener claros los criterios y las condiciones de accesibilidad de los recursos.

A lo largo de estos años, ésta ha sido una de las líneas de actuación la entidad. Al principio, recuerda Darder, se podían destinar recursos a proyectos «en cualquier país del mundo». Así ocurrió en esa primera convocatoria: «Financiamos en Guinea Ecuatorial, en Madagascar... Países en los que hemos hecho sólo un proyecto o dos en la vida», resalta. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que «para favorecer la calidad de la cooperación» debían «limitar de forma geográfica» dónde podían destinar las aportaciones económicas. Y así se hizo, buscando que las asociaciones tuvieran una base social y trabajasen en países concretos. En estos años, Perú, Nicaragua, Guatemala, India, Mozambique, El Salvador u Honduras han sido los países de intervención prioritaria, pero no única.

Al mismo tiempo, se emprendieron proyectos de cooperación directa, en un primer momento de la mano de las entidades de Mallorca y Menorca. Así, empezaron a trabajar en América central «por la cuestión del idioma» y porque el paso del huracán Mitch entre octubre y noviembre de 1998 por la zona afectó de forma muy grave a países como Nicaragua, El Salvador, Honduras o Guatemala, en los que se «focalizó mucha de la ayuda que llegaba de aquí», señala Darder.

Esta entrada en la cooperación directa se hizo siempre en estrecha colaboración con los municipios de las zonas afectadas. «En aquel momento la cooperación tenía una característica que yo creo que ha ido variando que es que era una cuestión de buenismo: 'Llegabas a un país y ya sólo con que hicieras diez casas, era fantástico. Y las hacías, pero no hablabas con nadie'», explica. En cambio, cuando el Fons Pitiús de Cooperació llegó puso los municipios y sus planes de desarrollo por delante. «Nuestra asociación era de ayuntamientos y nosotros el municipalismo lo entendíamos de aquí y de allá», comenta Darder y resalta que el municipio marcaba las prioridades dentro de sus planes y que desde el Fons Pitiús se ofrecían para complementar alguna de las partes. Así, defiende, se podía dar continuidad y sostenibilidad a los proyectos y evitar que éstos fueran como «setas» que surgen de repente.

Pero no sólo eso, sino que se implicaba a la población autóctona, que no era «beneficiaria» de los proyectos sino «protagonista»: «Si el proyecto es de agua, ellos son los que se encargan de mantener la fuente de agua, de que esté limpia y en buenas condiciones. Si la bomba se rompe, la arreglarán. Y son los que se han encargado de llevar los bloques o la arena para la obra», apunta.

A Darder le cuesta elegir cuando se le pide que mencione algunos de todos esos proyectos a los que el Fons Pitiús de Cooperació se ha sumado en estas dos décadas. «Eso siempre es difícil», afirma. Finalmente se decanta por dos: el de educación desarrollado por la ONG Dignidad en Mozambique y el de cooperación directa realizado por la propia entidad en Nicaragua.

Del primero, resalta que era un programa que el Fons Pitiús ha acompañado y que se ha llevado a cabo a través de la colaboración entre las instituciones del país y la ONG. En el mismo, se han puesto en marcha tres escuelas: una en Maputo, la capital de Mozambique -en la que hay muchos niños escolarizados en Infantil, Primaria y Secundaria- otra en Quelimane - en una zona de sabana donde no había nada, se creó la escuela de Primaria y se escolarizó a al menos 700 niños que no hubiesen ido al colegio o habrían tenido que caminar horas desde su casa para llegar a uno- y otra más en Nampula. Darder resalta que las dos primeras ya se han dejado en manos de las autoridades locales y la tercera está en proceso. «Lo menciono porque es un ejemplo de trabajo complementario, de ir siempre de la mano del lugar donde están, porque es fundamental», resalta.

Del segundo, destaca que se ha colaborado junto a la asociación de municipios creada en el país «en el año 2008 o 2009», la cual, al margen de colores políticos, decidió asumir que la responsabilidad del bienestar de su ciudadanía era suya, no de las ONG que allí había trabajando. A este respecto, destaca que su colaboración ha sido tanto para el fortalecimiento municipal, como en la ejecución de los planes de desarrollo.

En total, han sido 359 proyectos aprobados y financiados y 48 de emergencia, a los que a lo largo de estas dos décadas han destinado 11,3 millones de euros y un millón de euros, respectivamente, detalla Darder.

Proyectos paralizados pero no anulados

Proyectos paralizados pero no anulados

Pese a estas cifras, en estos años de existencia el Fons Pitiús de Cooperació ha atravesado dificultades y el momento más complicado llegó de la mano de la crisis. Por una parte, el presupuesto que manejaban se redujo drásticamente: si en 2012 habían dispuesto de 1,2 millones de euros, un año más tarde la cuantía se quedó en 449.000, la más baja de su historia, detalla la coordinadora de la entidad. Pese a todo, afirma que, teniendo en cuenta la situación que se estaba viviendo en las Pitiüses, el presupuesto era todavía «decente».

No obstante, hace referencia a un segundo factor como más grave todavía: la falta de liquidez. «No podíamos hacer frente a las deudas, no podíamos pagar», recuerda. «El problema fue que las instituciones no tenían liquidez y eso retrasaba mucho los pagos. Entonces, nos decían: 'Os aportaremos esto'. Y nosotros aprobábamos una convocatoria porque teníamos un presupuesto. Pero claro, lo aprobábamos y desde ese momento lo debíamos. Y como [las administraciones] no nos pagaban, estuvimos dos convocatorias pendientes [de recibir el dinero], sin poder afrontar los proyectos», señala y hace hincapié en que detrás de esto se encontraban personas con unas expectativas que se veían frenadas.

En medio de esta situación, Darder subraya la actitud que tuvieron las ONG que formaban parte del Fons Pitiús de Cooperació. «Tuvimos una reunión con ellas por este problema de liquidez. Dijimos: 'Sólo tenemos dinero para pagar dos o tres proyectos, ¿qué hacemos?, ¿qué criterios son los adecuados para decidir pagar primero unos u otros si todos han sido aprobados?», resalta. Y entonces, todos aceptaron que se debían priorizar los pagos «de las entidades que tenían más dificultades», es decir, «menos recursos y capacidad para hacer frente a una deuda», y de los proyectos «de continuidad». «Fue muy modélico», resalta sobre el acuerdo.

Con todo, apunta que las administraciones fueron pagando «poco a poco» y ellos pudieron ir afrontando sus deudas. «Eso hizo que nunca tuviéramos que anular proyecto alguno por falta de pago», destaca. En cambio, apostilla, sí dejaron de realizar -durante «tres años o así»- proyectos de emergencias, ya que «no tenía sentido pagar una emergencia un año después».

De esta situación fueron saliendo y desde 2013 su presupuesto «no ha hecho más que subir». En 2018, alcanzó un total de 812.000 euros, de los que «el 97 o 98%» procede de las instituciones públicas. Respecto a las aportaciones de éstas y al objetivo de destinar al Fons Pitiús de Cooperació el 0,7% de sus respectivos presupuestos, Darder dice que sólo lo alcanza el Ayuntamiento de Eivissa. «El compromiso que hay [por parte de todos] es el de ir aumentando y esto es lo que se va cumpliendo. No en todos los casos, pero sí en la mayoría», subraya.

Sensibilizar y concienciar, también claves

Sensibilizar y concienciar, también claves

Y la otra gran tarea de la entidad, desarrollada en paralelo a los proyectos, ha sido desde sus inicios «la concienciación y sensibilización», que es «tan importante» como la otra. «Hemos trabajado en más de 15 campañas diferentes sobre movimientos migratorios; sobre el Mediterráneo; sobre paz, no violencia y desarme; sobre consumo responsable y decrecimiento; sobre mujer; sobre agua; sobre soberanía alimentaria; sobre cambio climático; sobre derechos humanos fundamentales; ahora sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)...», menciona Darder.

Estos temas los han trabajado de diferentes maneras, a través de charlas, talleres, exposiciones, ciclos de cine o conferencias, que han ido evolucionado, y muy intensamente en la red de centros educativos solidarios, en los que han buscado la implicación de toda la comunidad educativa para que las actividades no quedaran en meras charlas y se profundizara en todos los temas tratados.

Y si bien al principio solían centrarse en dar a conocer las diferencias entre Norte y Sur y en explicar «que había personas que eran muy pobres y que no tenían las necesidades básicas cubiertas», ahora han «dado un salto»: «Es verdad, eso sigue existiendo, pero las desigualdades no las podemos calibrar sólo entre el norte y el sur, sino que dentro de nuestra sociedad también existen. Se ha hecho global; hay problemáticas que son globales», resalta Darder, quien incide en que «sensibilizar ya no es suficiente», sino que cada persona «tiene que implicarse en dar una respuesta». «Con tu actitud y tus acciones, también eres parte de la solución», apostilla Ribas.

En ello continuarán incidiendo. Darder reconoce que tienen varios retos por delante y uno de ellos y «enorme» es entender que la cooperación «debe ir más a la raíz de los problemas». «No nos tenemos que conformar con ir a la problemática concreta sino intentar trabajar desde todas las vertientes, desde la parte social, la ambiental y la económica», para poder resolverla. La coordinadora del Fons resalta que todavía hay muchos asuntos sobre la mesa y situaciones que con el paso de los años no mejoran sino que se agravan. El cambio climático, las desigualdades, la xenofobia y el racismo, los conflictos... Muchos frentes en los que seguir trabajando.