Hablamos del, entonces, capitán de corbeta Manuel Espinosa Rodríguez, posiblemente el organizador de la red de espionaje más exitosa del bando franquista. De su paso por Ibiza solo conocemos una fotografía en la que le vemos de uniforme cogiendo una rana en la antigua carretera de Santa Eulalia. No es la foto que esperaríamos ver de un maestro del espionaje, pero en esos momentos él ni sospechaba que llegaría a serlo. A primeros de agosto de 1937, un año después de iniciada la Guerra Civil, recibe el encargo del almirante Juan Cervera y Valderrama de organizar un Servicio de Información en la zona de los Balcanes.

La tarea era importante para el bando nacionalista. Se trataba de obtener información sobre los movimientos de buques con destino a puertos republicanos para así poder interceptarlos y apoderarse de su carga o, como último recurso, hundirlos. En un primer momento Espinosa se pone en contacto con la Marina italiana, ya que la idea inicial había sido del agregado naval nacionalista en Roma, el capitán de fragata Arturo Génova. Los italianos no vieron con demasiados buenos ojos el tema y quedó descartada su colaboración. Sin embargo, Espinosa tuvo la gran idea de ponerse en contacto con los servicios de información alemanes.

Hay que resaltar que Espinosa conocía a varios oficiales de esa nacionalidad ya que había estado más de un año como oficial de intercambio en la Marina alemana. Habla con el capitán Werner Lange, agregado Naval alemán acreditado en Roma a quien debió parecerle bien la idea. Lo cierto es que Espinosa toma el tren hacia Berlín donde un capitán de corbeta adscrito al Abwehr, el servicio secreto militar alemán, le estaba esperando. A partir de ese momento Espinosa pasa a tener un padre alemán y una madre argentina, o al menos es lo que decían los documentos falsos de los que se le proveyó.

Red en los Balcanes

Su trabajo consistiría en organizar una red de informadores inicialmente en Bulgaria, Rumania, Turquía y Grecia que le reportasen toda aquella información que pudiese ser útil a las armas nacionalistas, informando de todo a la sección de Información del Abwehr, que, a su vez le indicaría objetivos, al igual que la sección del Abwehr dedicada a sabotajes.

Esto último no era precisamente del agrado de Espinosa, que, afortunadamente no recibió avisos de ese estilo. Poco antes de partir a su misión conoció al Almirante Canaris, jefe del Abwehr, que le regaló una máquina fotográfica y le dio una relación de contactos en diferentes ciudades. La impresión que tuvo de Canaris fue inmejorable y tuvo oportunidad de tratarlo más a fondo en los años venideros desde su puesto de agregado Naval en Berlín.

En primer lugar pasó a Rumania, donde se dedicó a fotografiar y enviar información de los buques que partían del puerto de Constanza con destino a la España republicana. Poco después pasó a Bucarest, donde contó con la ayuda sin reservas de la Legación nacionalista allí destinada. De Rumania pasó a Grecia donde organizó un servicio de información similar. Es importante recalcar que, como ya hemos dicho, el objetivo no era hundir los buques con destino a un puerto de la República, sino hacerse con su carga. Esto se hacía de varias maneras.

Una era sobornando al capitán del buque y al radiotelegrafista, de manera que cuando estuviesen cerca de las Baleares radiasen unas determinadas señales, que eran captadas por un barco de guerra nacionalista que capturaba el buque y, al llevar material de guerra, según el derecho internacional se les confiscaba la carga y se les dejaba marchar. La otra era una variante de este método en el que los implicados eran el armador y el capitán del barco, que recibían un 10% del valor de la carga pagadero a través de bancos de Londres, Holanda o Montecarlo. Eso sí, si el buque con destino inicial a un puerto republicano llegaba a un puerto nacionalista. Allí se descargaba el material y el barco quedaba en libertad

Uno de sus grandes éxitos se produjo en Grecia cuando consiguió abortar un intento de montar una fábrica de municiones y explosivos financiada por el Gobierno republicano, que, para colmo, utilizaba materias primas de origen italiano y alemán. Una clara muestra de que en asuntos de dinero muchas veces se olvida el patriotismo. Más adelante, al ser reconocido el régimen de Franco por Rumania, Espinosa pasaría a ser agregado Naval de la Embajada Española en Bucarest. Poco tiempo después, a primeros de enero de 1938, pasa como agregado Naval adjunto en Roma. Finalmente, desde octubre de 1938, pasaría a ocupar ese mismo puesto en la embajada de Berlín, donde permanecería prácticamente hasta la caída de la ciudad en manos soviéticas.

Como agregado Naval hizo varios viajes con sus homólogos de otros países, entre otros a la Polonia recién ocupada, lo que le permitió ver los desastres de la guerra y la efectividad de las armas alemanas. Ese mismo año presenció por primera vez los fastos que se oficiaron en un Berlín completamente engalanado con banderas con la esvástica para celebrar el cumpleaños de Hitler. También ese año pudo disfrutar de un partido de futbol entre España y Alemania. En 1941 los agregados navales repitieron la visita a otro país ocupado, esta vez fue Francia y Espinosa pudo disfrutar de un paseo por la ciudad de la luz, París.

En el programa Bär

Durante su estancia en Berlín sería uno de los artífices del denominado Bär (Oso en alemán), un programa de adquisiciones de material de guerra, en muchos casos de alta tecnología, por el que se pretendía, desde 1939, modernizar el ejército español, que no estaba, en cuestión de armamento y tecnología, a la altura de los de Alemania, Francia o la Gran Bretaña, por citar solo algunos. Espinosa se encarga de coordinar las peticiones de material con destino a la Armada. Todas las adquisiciones que realizaba ésta se hacían mediante comunicación entre el almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada y las autoridades de la Marina alemana a través del agregado Naval. Éste emitía y recibía las comunicaciones cifradas con la máquina Enigma de que disponía.

Es importante destacar que en la embajada alemana había dos máquinas Enigma, una usada por el personal de la Agregaduría Naval y otra por la Agregaduría Militar. Ambas máquinas, aunque de aspecto similar, eran muy diferentes. El cableado de ambas era distinto, lo que hacía que el cifrado que generaban ambas fuese diferente y lo que se cifraba en una no podía descifrarse con la otra. Lamentablemente, a pesar del estricto secreto que rodeaba el tema y de la profesionalidad y competencia de que hicieron gala los españoles en temas de cifrado de las comunicaciones, los británicos habían conseguido romper el código generado por la máquina Enigma utilizada por el agregado Naval, ya desde la época de la Guerra Civil Española, con lo que eran capaces de leer todas sus comunicaciones. No fue así con la del agregado Militar, que no fueron rotas hasta el 12 de diciembre de 1943, y solo lo fueron por una casualidad. La estación de radio de la embajada estaba a cargo de la Armada y, a veces, se cifraban mensajes del agregado Militar cuando éste o algunos de los encargados de hacerlo estaban de viaje.

Entre los mensajes que se cifraban, había partes de novedades de la División Azul. Varios de ellos eran simplemente una frase: «DIVISION NO HA DADO HOY PARTE NOVEDADES». En 1943, un grupo del ISK (Intelligence Service Knox), una sección de los servicios de criptoanálisis británicos dedicada a máquinas Enigma sin panel frontal de conexiones, empezó a trabajar con los mensajes del agregado Militar en Berlín, descubriendo que había varios de ellos con la misma longitud. Al comparar los mensajes del agregado Militar con los de la misma longitud pertenecientes al agregado Naval, que sí podían descifrar, llegaron a la conclusión de que el mensaje era el mismo y empezaron a trabajar con ellos consiguiendo reconstruir el cableado de la máquina del agregado Militar y finalmente permitiéndoles descifrar los mensajes cifrados con ella.