En es Cavallet se practica mucho sexo, demasiado para ese ecosistema. El cruising (encuentros sexuales furtivos entre desconocidos, principalmente entre homosexuales) se está cepillando el peculiar sistema dunar de esa zona, que forma parte del Parque Natural de ses Salines. Geólogos y biólogos, incluso los responsables de esa área natural protegida, alertan de los daños irreparables que producen los escarceos en ese paraje, una de las mecas gays. El lugar se ha convertido en un picadero al aire libre en el que la pasión desenfrenada degrada el paisaje y un sistema geológico único.

En el mundillo gay, es Cavallet es el no va más, especialmente para el cruising. Las páginas webs especializadas lo recomiendan como el lugar ideal para esa práctica. Venir a Ibiza y no pasear desnudo entre sus sabinas y montículos de arena en busca de amante/s, es como visitar París y no darse un garbeo (este puritano) por Notre Dame: «Si tienes ganas, puedes pasearte por las dunas en busca de 'aventuras'», aconseja www.sexo-casual.net. Ignorando el perjuicio que causan a ese ecosistema, numerosas personas saltan a diario «las barreras que delimitan las zonas inaccesibles y las trampas de retención sedimentaria», critica Francesc Xavier Roig, doctor en Geografía por la Universitat de les Illes Balears y doctor en Geología por la Universitat de Barcelona.

Es Cavallet es, en relación al cruising, incluso más famosa que es Trenc (Mallorca). Los geógrafos Pau Balaguer y Álvaro Sanz, que han realizado un estudio de los contactos esporádicos sexuales en Mallorca, han cartografiado y tipificado las localizaciones preferidas de esa isla, oasis eróticos entre los que esa playa mallorquina es el top 1. Allí, ocultos tras un follaje que «permite el camuflaje», discreta pero fogosamente, liquidan su sistema dunar.

El 'molinet' que frena el 'embat'

Lo mismo sucede en es Cavallet, donde, según detalla el biólogo y presidente del GEN, Joan Carles Palerm, el libre acceso «provoca el descabalgamiento de las dunas y que se quiebren sus estructuras». El sistema que las mantiene es muy complejo y cualquier alteración, como ese continuo trasiego, afecta fatalmente: «En el litoral siempre sopla un viento llamado embat, que va de mar hacia tierra. En primera línea hay pequeñas plantas, como el molinet, que son capaces de resistir ese viento y el consiguiente movimiento de tierra que ocasiona en el suelo. Son especies que viven muy poco tiempo, pero su corta existencia es vital para el sistema dunar, pues cuando el embat alcanza las dunas, se eleva gracias a ellas. Eso permite que se asienten allí otras plantas, como el lotus o el barrón ( Ammophila arenaria)».

Pero quienes se adentran en las dunas en busca de una aventura sexual con un/os desconocido/s, inconscientemente «pisotean y rompen la primera estructura defensiva formada por la vegetación en línea, la de los molinets», indica Palerm. Y si no existe esa barrera, «el viento entra con fuerza y arranca, poco a poco, el suelo. Aparecen entonces las cárcavas, grietas en el terreno en las que se ven aflorar las raíces de las sabinas».

Desenfreno 'non-stop'

Al molinet apenas le afecta el viento, «pues sus semillas aguantan mucho, son muy resistentes». Lo que queda para el arrastre es la estructura de la duna: «El viento se la carga entera -avisa Palerm-, pues se mete en ella y se la come... hasta que desaparece». También afecta «cuando las personas entran a las dunas por detrás, pero menos», dice Palerm, en referencia al camino que discurre en paralelo a los estanques salineros. La más peligrosa para el sistema es la entrada por delante, desde la playa.

El geólogo Xisco Roig alerta del grave daño que provoca el cancaneo (una forma más castiza de llamar al cruising) por ese espacio, así como el uso de las dunas para los encuentros ocasionales: «Por parte del Parque Natural de ses Salines se ha intentado reordenar los usos públicos de la infinidad de caminos que hay en las zonas de reposo, las dunas en las que la gente va a tomar el sol. Pero tras ser regulado, los transeúntes siguen acudiendo a esas áreas. Y eso provoca -alerta- la compactación del sustrato y la pérdida de la vegetación que fija y estabiliza ese sistema geológico».

Lo peor es que es un desenfreno non-stop: «El trajín de gente y actividades sexuales es continuo, lo que no favorece la recuperación de la restinga del sistema dunar (la barrera arenosa o cordón litoral) de la zona de ses Salines». Y si se debilita y fragmenta ese sistema, «parte de la arena se trasladará hacia las salinas», advierte. El constante trasiego sexual en es Cavallet provoca que «se compacte la arena y, consecuentemente, se creen innumerables caminos», lo que sentencia ese paraje.

Señalización que desaparece

Los cordones disuasorios que restringen el paso es como si no existieran. Y respecto a la cartelería instalada en los accesos a la playa que advierten de que está prohibido el acceso, o no hacen caso o es destruida, admite Vicenç Forteza, técnico del Parque Natural de ses Salines: «La señalización en es Cap des Cavallet ha desaparecido. Hay vandalismo al respecto».

Roig considera que una de las medidas para acabar con el cruising es que «un informador se dirija a quienes se encuentren sobre las dunas para indicarles que por allí no se puede pasar ni reposar, y les explique que están en un parque natural. Si esos usuarios saben que, constantemente, habrá alguien que pasará para informar y que, por tanto, les molestará tanto el descanso como las prácticas que lleven a cabo, esa actividad al final se desplazará».

Es lo que ha sucedido, por ejemplo, en la Platera (l'Estartit, Girona), frente a las islas Medes. Xisco Roig fue el encargado de elaborar la gestión de esa zona: «Allí se incrementó la vigilancia y la campaña de concienciación, sin criminalizar a nadie. Eso, más el cordaje y las trampas de retención, dio lugar a que se desplazasen de lugar. El incremento presencial, de alguien que 'molestara' constantemente fue crucial».«No tenemos adónde ir»

En es Cavallet se probó, pero con escaso éxito, según cuenta Vicenç Forteza: «Hace algunos años hicimos campañas para informar a quienes transitaban por allí, pero provocaban conflictos. Los informadores se encontraban con gente violenta, agresiva? A veces les decían, 'déjanos acabar que no tenemos adónde ir'. No es fácil para un trabajador enfrentarse a esa gente».

Además, comprobaron que las batidas tenían que ser diarias: «Lo puedes hacer un día, pero al siguiente vuelven. Y no es lo mismo informar a alguien que está solo tomando el sol o que se ha metido allí a buscar espárragos o a pasear a su perro, que a una pareja o a varios que están practicando sexo entre las dunas. Hemos padecido problemas de agresividad en esos casos».

El cruising, como comprobaron Balaguer y Sanz en su estudio sobre Mallorca, se da en todas partes, hasta en los baños de la UIB y en el metro: « Pero prefieren el medio natural, especialmente los sistemas dunares, como el que hay en Maspalomas (Gran Canaria). En el primer chiringuito que encuentras al entrar en esas dunas hay un sex-shop. En el Baix y en el Alt Empordà también hay dunas donde se practica, como en es Trenc (Mallorca), en Son Boi (Menorca) y en Ibiza, sobre todo en es Cavallet. Es un patrón que se repite en todos los sistemas dunares de España», lamenta Xisco Roig.