El 67,2% de los adolescentes y jóvenes asegura que su relación con su madre es «muy buena», un porcentaje que baja al 55% en el caso de los padres. Para el 28,7% la relación con la madre es «buena» y para el 34,2%, lo es con el progenitor. Y el 4,1% y el 10,8% sostienen que su vínculo con su madre y su padre, respectivamente, es «malo, muy malo o no existe».

«Las madres puntúan mejor en la buena relación, que es el objetivo clave de una familia, pues desde una buena relación todo se puede abordar mejor», afirma la directora del Cepca, Belén Alvite, quien recomienda a los padres «hablar más con sus hijos, hacer que perciban que se preocupan igual que las madres y aunar opiniones».

Y es que Alvite resalta que situaciones de conflicto con adolescentes habrá en todas las familias, en «las que ponen límites y en las que no». «Lo que ocurre es que las que tengan una buena relación con sus hijos tendrán más probabilidad de éxito para solventar ese conflicto con menos desgaste emocional. Y ante situaciones complejas o complicadas, desde esa buena relación los chicos se acercarán más a sus familias para pedir ayuda, asesoramiento o lo que sea», resalta.

Ser coherentes

Pero, ¿cómo tener una buena relación? Para Alvite las claves son «ser coherentes» con los hijos y la sinceridad: «Es explicarles cómo ves tú el mundo y que vean que entre tu visión y tu actuación hay una correspondencia clara».

«Quien deja a sus hijos hacer lo que quieran tiene menos conflictos pero porque los inhiben», afirma y apunta que es preferible «tener conflictos cuando son pequeños porque todavía hay docilidad por parte de los niños, que cuando son más mayores».

En este sentido, subraya que no abordar los conflictos «es enquistarlos» y recuerda que mejorar la relación con los hijos cuando son mayores es más complicado.

«Las conductas se pueden modificar y se pueden encontrar nuevos caminos, pero rectificar según qué cosas en según qué momentos es mucho más complejo. Si hemos sido excesivamente permisivos [con los hijos] y queremos rectificar, tenemos que volvernos muy rígidos y eso producirá mucho más conflicto y desgaste para la familia», asegura.

Por otra parte, el estudio muestra que «las familias se separan entre los 12 y los 18 años de los hijos», indica Alvite. Según los resultados, a los 12 años el 87,1% de los estudiantes conviven con su padre y su madre; a los 14 años el porcentaje baja hasta el 80%; a los 16 años se sitúa en el 73,9% y a los 18 años disminuye hasta el 62,9%.

Aunque no han consultado por el motivo de la separación -que es la razón principal para no convivir con ambos progenitores (77,3%), seguido del fallecimiento del padre (8%), motivos laborales (4,3%) o muerte de la madre (2,9%)-, la directora del Cepca afirma que la adolescencia de los hijos es un periodo «complejo para las familias».

«La adolescencia es una buena prueba de fuego para ver si vamos todos combinados. Es el momento quizás donde más conflicto puede aparecer», apunta. En este sentido, pone de manifiesto «lo complicado» que resulta para los hijos que sus padres separados tengan una mala relación de comunicación.

Asimismo, respecto a la convivencia con otras personas, el 68% de los jóvenes viven con sus hermanos y el 6.9% con otros familiares. El 8,7% conviven con la pareja de su madre y sólo el 3,9% lo hace con la del padre.