«Mamá, pon mis pistolas en el suelo. No las puedo disparar más. Esa fría nube negra está bajando. Siento como si estuviese llamando a la puerta del cielo». (Bob Dylan)

Fuera de contexto, más allá de la intuición de la muerte, resulta imposible interpretar el significado de esta estrofa. Es la tercera de las cuatro que componen ´Knockin´ On Heaven´s Door´, una de las canciones más famosas de Bob Dylan -gracias, en parte, a la versión que hizo Guns & Roses en 1991-. El cantautor de Minnesota la escribió para emocionar al espectador durante la escena de un vaquero moribundo, en el western ´Pat Garrett y Billy the Kid´ (Sam Peckinpah, 1973). En ella aparecía el propio Dylan, que interpretaba a un forajido secundario llamado ´Alias´.

El tema, según los críticos musicales, constituye un ejercicio de espléndida simplicidad. Cuatro acordes -Sol, Re, La menor, Do- sin filigranas y una letra que carece de sentido por sí misma, si no se escucha acompañada de las imágenes para las que fue concebida. Sin embargo, ¿cuántos millones de cerebros ha trepanado a lo largo de su existencia, para quedar instalada en la memoria colectiva de medio mundo?

Fuera de contexto, también resulta difícil imaginar por qué una de las hebras de la densa maraña que la canción ha ido tejiendo a través del tiempo se aferra a un acantilado de Corona. La etimología toponímica a menudo requiere bucear en las entrañas de las lenguas muertas y jugarse a los dados tanto orígenes como significados. El germen de algunos topónimos más recientes, por el contrario, es transparente como el agua y así ocurre con el mirador de Ibiza rebautizado con el título de la canción de Dylan. Salvo para un puñado de oriundos del llano, sa Penya Esbarrada hoy ya es conocida como ´Las puertas del cielo´ o, incluso en ibicenco, ´Ses portes del cel´.

Los hippies tuvieron la culpa, tras desembarcar en la isla con los libros de Jack Kerouac y los discos de Dylan en el petate. Probablemente desconocían que aquel paraje solitario, envuelto por los pinos y azotado por el viento, ya tenía un nombre. Aquella era una isla sin divertimentos, salvo los que ellos mismos improvisaban. Imagino que se aprovisionaban en Can Cosmi, recorrían a pie el camino que ya entonces bordeaba el llano junto a vides, almendros y viejas casas payesas, y se apostaban en el acantilado, con los pies colgando y la mirada puesta en ses Margalides y en el intenso verdor del bosque que descendía por el precipicio. Cuan intensamente contrastaba con el macizo pelado de Albarca, sobrevolado por halcones y gaviotas.

En los atardeceres veraniegos, mientras el sol se escondía al frente y encendía el cielo, liaban canutos, brindaban con vino agrio, rasgaban en la guitarra los cuatro acordes de Dylan y experimentaban por un instante la agonía del sheriff moribundo, heridos por la belleza de un paisaje que aún hoy se mantiene inalterado. Que nos perdonen los cruzados de la ortodoxia toponímica, pero por una vez los hippies tenían razón.El yacimiento olvidado

Sa Penya Esbarrada es visitada por miles de personas durante todo el año. Constituye uno de los miradores más sobrecogedores de la costa de poniente. A unos pasos del acantilado, en el que además se asienta una pequeña taberna entre los pinos que también lleva por nombre ´Las puertas del cielo´, aguarda uno de los yacimientos arqueológicos más ignorados del patrimonio pitiuso. Sólo hay que atravesar un corto sendero en el bosque para alcanzarlo, aunque casi nadie lo hace. Allí, contenidos por una verja metálica, aguardan los cimientos de una vieja casa árabe, abandonada tras la reconquista catalana del siglo XIII. Unas líneas de piedra que, dejando mucho a la imaginación, esbozan un patio con estancias a los lados y diversas construcciones auxiliares, como corrales y almacenes. Imposible competir con el espectáculo de la naturaleza.

Xescu Prats es cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza.