Al contrario de lo que podría parecer a primera vista, el típico y publicitado porc negre mallorquín no es el pariente más cercano de la raza pitiusa, sino que hay que remontarse hasta uno de los extremos de la Península Ibérica para encontrarlo, en la región del Alentejo, en Portugal. «Son curiosidades de la genética, puede deberse a que se trata de una zona donde sus cerdos quedaron aislados del contacto con otros», explica el presidente de la Federación Pitiusa de Razas Autóctonas, Xavier Prats.

Un caso muy similar se produce con otra de las razas autóctonas de Ibiza y Formentera, la cabra, que también cuenta con ejemplares «clavadísimos» desde el punto de vista genético en la Península, concretamente en la sierra de Grazalema, en la provincia de Cádiz.

¿Origen holandés?

En la actualidad también se está recopilando la información para el reconocimiento oficial del conejo pitiuso y se han encontrado importantes similitudes morfológicas con una especie de Holanda. A falta de una confirmación científica, la principal hipótesis que se baraja en estos momentos es que el conejo ibicenco nació a raíz del intercambio con comerciantes holandeses. Hace 300 años era habitual que los barcos de este país acudían a Ibiza para abastecerse de sal.