a tradición de elaborar hierbas ibicencas en casa se está perdiendo poco a poco. Es un trabajo un tanto laborioso que requiere tiempo de preparación y, sobre todo, paciencia y mucho cariño. Aunque no todo está perdido. Carmen Rodrigo pertenece a la nueva generación empeñada en conservar lo bueno del pasado. Ella no tiene una familia ibicenca con la que aprender las costumbres de la isla. Así que su amiga, Margarita Perelló, la pescadera de Can Murtera, en Santa Eulària, se ha convertido en su maestra. «Con ella he aprendido a cocinar platos tradicionales como el cuinat de Semana Santa o la cocarroi. Pero, sin duda, lo que más me gusta es conseguir que, de unas hierbas del campo, pueda beber un licor unos meses después. Es casi magia», apunta Carmen.

El trabajo empieza poco a poco unos meses antes. Para hacer un buen licor de hierbas no vale cualquier botella, y aunque lo parezca, no es una tarea tan fácil encontrar el recipiente adecuado. Las dos buscan en su casa las botellas que guardan desde hace años, preguntan a los amigos o recorren algún que otro mercadillo en busca de los mejores vidrios. Según Carmen, «lo bonito es que no sean botellas recién compradas. Eso sí, tienen que estar muy limpias y totalmente secas».

Llegó la primavera, y un buen día de mediados de mayo, las dos mujeres, junto con otra incipiente heredera, Jimena Jiménez, de sólo 17 años, la hija de Carmen, cogieron varios senayons y se fueron monte arriba, por la zona de Santa Eulària.

En ese momento, se podría decir que empieza «el secreto de la receta. Hay que saber en qué zona se encuentran las mejores hierbas y qué días son los adecuados para ir en su búsqueda».

Los distintos tipos de hierbas se mezclan sin una medida.

Aunque Carmen se resiste a contar todos los ingredientes que emplean para hacer el licor, sí desvela algunos como el romero, la hierba luisa, la lavanda, la frígola, la manzanilla, las hojas de naranjo y de limonero, y otras dos hierbas aromáticas que prefiere no desvelar. «El número de hierbas tiene que ser impar y todos los años cambiamos algún ingrediente por otro. Lo que no nos gusta es la moda de añadir cerezas, pieles de limón o de naranja. Eso es demasiado moderno», dice Carmen.

El truco... es que no hay truco

El truco... es que no hay trucoUn par de tardes en el campo y llega el día de iniciar el verdadero trabajo. «En una mesa enorme, colocamos todos los ramos separados por variedades. Aquí el truco es que no hay truco. Nosotras introducimos un poco de cada hierba en la botella hasta que esté totalmente repleta. No medimos las cantidades. Así que lo importante es que la botella esté a tope y la mezcla bien hecha». El siguiente paso está en añadir el anís dulce. Las dos autoras suelen comprarlo en una pequeña bodega de Santa Eulària.

Después de unas cuantas horas, ya con el corcho puesto, las botellas están listas para reposar durante un año, de pie, solas, en un armario oscuro. Queda mucho tiempo para el descorche. La celebración con un licor del año pasado es uno de los momentos más esperados. «Está riquísimo. Siempre nos queda exquisito», aseguran.

Sus amigos, los afortunados que logran una de las 20 botellas del licor de autor, también lo corroboran.