Mucha fachada, pero poca chicha. El órgano de la catedral da el pego: parece imponente visto desde la nave, con sus enormes tubos y sus largas trompetas de batalla sobresaliendo del mueble, como si fueran a anunciar el juicio final. Pero es un trasto. «De sus 15 registros, apenas se usan un par, las flautas, aunque no suenan como deberían», explica Francesc Xavier Torres Peters, delegado diocesano de Liturgia y Patrimonio y canónigo de ese templo. El dictamen de dos reputados organeros, Luis Miguel Rico y Carlos M. Álvarez, es tajante al respecto: «Está extremadamente desafinado y mal armonizado. Su uso para culto litúrgico es bastante deficitario».

Rico y Álvarez, que lo probaron en Semana Santa, concluyeron recientemente la restauración del órgano de la basílica de la Virgen de los Desamparados de Valencia, una joya de 20 registros y 1.500 tubos. Cuanto tocaron el de la catedral pitiusa les debieron rechinar los dientes, según se colige del informe que elaboraron al respecto: su interior, «para colmo de males», presenta «un panorama bastante desolador» al estar «invadido por la carcoma». Su estado, en ese sentido, es «irreversible, por lo que «no es aconsejable ningún tratamiento».

Mejor uno nuevo. El problema es su coste: uno en condiciones, con ordenador, «una pasada», costaría nada menos que 314.000 euros (el de la iglesia de Santa Eulària, inaugurado en 2013, ascendió a unos 120.000 euros), según los cálculos de los organeros. El delegado diocesano, tras hacer cuentas, cree que lo más viable sería hacer la inversión por fases: empezar por «tener algo decente», que costaría la mitad, para añadir luego, poco a poco,el resto. «Lo importante es hacer la estructura y tener los registros necesarios, para posteriormente incluir todos los adornos», explica Torres, quien desde hace años se niega a sentarse a tocarlo: «Hace ruido. Para el que no entiende, quizás resulte, pero no para un oído medianamente formado». Desde luego, «no está en condiciones para un concierto».

El actual fue inaugurado el 8 de marzo de 1945 y fue adquirido a Organería Española SA, de Azpeitia, que en esa época «los construía en plan industrial». El anterior, un Ludwig Scherrer que databa del siglo XVIII, acabó destrozado durante el breve dominio republicano de Ibiza en la Guerra Civil. Sus tubos fueron arrancados y usados por algunos niños a modo de juguetes, como si fueran pitos. El que por primera vez fue tocado hace 72 años por Vicente Boned, Juan Mayans, Victorino Planells e Ignacio Benito Franco, fue instalado «de forma anárquica, a salto de mata». Eso tiene consecuencias: «su mantenimiento es impracticable», entre otras razones dada su estrechez.

Invertir es perder dinero

Del actual, los dos organeros advierten de que «la calidad de su material es bastante dudosa» y que «cualquier inversión equivale a perder dinero». Es más, avisan de que «la carcoma amenaza con trasladarse a otros ámbitos leñosos del interior del templo, como los retablos». Solo una de sus tuberías de metal «sería reutilizable, y no toda».

Su motor Laukhuff también es recuperable: «El resto del órgano es perfectamente desechable», insisten. La última intervención, de 1994, también fue desafortunada: «Se hizo una mala copia del antiguo mueble, algo indigno para la catedral», afirma Torres. «Forzada e innecesaria», recalca él mismo en la voz de la Enciclopèdia d'Ibiza.