La contrología es el nombre con el que Joseph Pilates creó su método que en la actualidad es más conocido por su apellido: Pilates. Joseph Pilates nació en el 1883 en Alemania y aunque se cuentan muchas cosas sobre su vida, bien poco se sabía hasta hace un años un investigador sacó a la luz la primera biografía basada en documentos oficiales para esclarecer todos los mitos alrededor de la vida de este genio. Por ejemplo, que era un niño enfermizo, que su madre era naturópata, que sólo tuvo una mujer, que no tuvo hijos?Historias de tradición oral que ahora se ven desbancadas y así nos acercan más a la persona que era el genio. Sí, rotundamente fue un genio adelantado medio siglo a su tiempo. Finalmente un incomprendido por la comunidad médica y educacional de su época. Murió, como la mayoría de genios, frustrados por no conseguir que su obra pudiese salvar personas del dolor y sobre todo prevenir muchas enfermedades, porque la contrología es mucho más que la corrección postural. La contrología es el arte del control: el control de mente sobre el cuerpo

Después de la Primera Guerra Mundial, recluido en un campo de concentración inglés (en la Isla de Man, al que tuve la oportunidad de visitar el año pasado para poder entender más cosas sobre Joseph Pilates), y otras aventuras europeas, emigró a Estados Unidos y allí se instaló y estableció su estudio. En el estudio trabajaban Joe y Clara, su última esposa y la que heredó su trabajo junto a Romana Kryzanowska, que continúa su legado a través de su hija Sari Mejía Santo.

Josep fallecía en 1967 y Clara, unos años más tarde, en 1977 por causas no muy esclarecidas por falta de documentación. En 1970 por decisión unánime de la Fundación Pilates (creada en 1964) Romana fue designada la única persona capaz de formar a futuros profesores para la preservación del método, todo legalmente ante notario. Así que tras la muerte de Joe y Clara, Romana heredó el legado.

Eso es historia y es indiscutible. Ella, más bien alejada de todo interés comercial por la continuidad del método, sino más bien inmersa en la enseñanza del mismo, siguió atendiendo a clientes y enseñando a futuros profesores, pero de una manera totalmente distinta a la actual. Sus elegidos para estar junto a ella debían pasar horas, semanas, meses y años antes de ser certificados. Sólo el examen de entrada era todo un periplo, que finalmente uno pasaba tras la entrevista personal que dictaminaba si la persona interesada tenía el «talento» para continuar con el legado de Joe. En esa época alguien se encargó de comprar y registrar absolutamente todo lo que caía en sus manos sobre Joseph Pilates, para así proteger el método. Incluso prohibió legalmente utilizar la palabra ´Pilates´ a aquellos que la usaban con fines comerciales para impartir clase. Aquello finalizó en una batalla legal en los tribunales: finalmente en el año 2000 se dictaminó que la palabra ´Pilates´ podría ser utilizada libremente. Para muchos, aquello fue una victoria y para otros, una derrota: la industria del fitness utilizaría esa palabra para vender cursos y clases a diestro y siniestro y hacer el negocio del siglo: se abrió la veda para que el auténtico método Pilates quedase empañado por actividades que nada tienen que ver con el método. Esa es la actualidad. Se ofrecen clases de Pilates en todas las partes del mundo con maquinaria que nada tiene que ver con la patentada por Joseph Pilates y se dictan cursos para profesionales de duración de 6 fines de semana. Imposible. Eso es imposible. Incluso si duran meses, la gran mayoría de marcas que venden esos cursos nada tienen que ver con el método, reversionado y deteriorando cada vez más, bajo la excusa de «lo estamos mejorando». Una obra maestra, es una obra maestra y no se puede mejorar. Si alguien quiere cambiarlo tanto que se aleja de lo que es, está bien, pero que lo llame de otra manera.

Experiencia personal

Experiencia personalMe gustaría contar mi experiencia personal. Mi primera clase de Pilates hace unos 15 años fue un desastre, aburrida. Ahora, con perspectiva, sé que no era Pilates. Años más tarde y por varios problemas de salud busqué una salida profesional como alternativa a la danza: me certifiqué como profesora de suelo (también erróneamente definido, pues es imposible desfragmentar el método en suelo o aparatos a la hora de aprenderlo como profesor: o te formas íntegramente o no comprendes el método). Pero sabía que tendría que haber algo más. Fue mi inquietud la que me hizo empezar a buscar más, más y más. Pero nunca llegaba a la fuente. Nadie me facilitaba información, buscaba en internet, viajaba a conferencias, charlaba con colegas, pero nadie sabía nada de la fuente. A nadie tampoco parecía inquietarle que hubiera algo más. Cuando finalmente alguien de la formación de Romana Kryzanowska, que es la que posee el legado directo de Joseph Pilates y repito, eso es historia y es innegable, tras ver una de mis clases me dijo que lo que yo hacía no era Pilates, se abrió un nuevo universo para mí. No me enfadé, como el resto de profesores allí reunidos. Seguí buscando. Yo quería ver eso que ellos llamaban Pilates. Durante los últimos 5 años me he dedicado a viajar a distintos países para tomar clase con profesores cercanos a la fuente. El año pasado, finalmente, encontré a la persona que me pondría sobre el camino, el maestro que ha estado al lado de Romana durante muchos años y el autor de la biografía que mencioné anteriormente: Javier Pérez Pont. Y surgió el amor. Ahora estoy en el camino, duro e incesante, pero ahora tengo la convicción de poder ayudar a muchas personas a cambiar su cuerpo, su mente y su espíritu.El camino no ha sido fácil. Mis primeras formaciones me alejaron más que acercarme a la verdad. Tenía que ser así y agradezco haberlas completado para hallarme hoy en día donde estoy, lo más cerca de la fuente que un profesor puede estar, y eso tiene un precio muy alto que pocos están dispuestos a pagar.

En los últimos años fui honesta con mis alumnos y todos sabían dónde me encontraba, buscando la verdad. No puedo darles algo a lo que llamo Pilates sin serlo. No quiero mezclar técnicas ni pasar de puntillas quedándome en una mera coreografía ni trabajar con aparatos que no cumplen con la patente de Joseph y es que como dicen mis maestros: «hay que impartir justicia, con uno mismo y con el resto». Así que si decides hacer Pilates, busca alguien que pueda demostrar su linaje para asegurarte que vas a obtener los beneficios de este método que te cambiará la vida, el cuerpo y la mente.