Después de cuatro años de un laborioso trabajo de campo, la Associació d´Apicultors d´Eivissa ha hallado 60 asentamientos de la isla en los que hay caseres d´abelles, los ancestrales y peculiares colmenares ibicencos. Construidos con piedra, arcilla, posidonia y madera de sabina o algarrobo, según los casos, se encuentran escondidos en los bosques, a veces ocultos entre la maleza debido a que fueron abandonados hace décadas y sustituidos por otros más modernos. Los componentes de la comisión que estudió desde agosto de 2012 este rico patrimonio cultural y etnológico de la isla catalogaron un total de 677 colmenas antiguas en esas seis decenas de apiarios. En algunos casos databan del siglo XVII.

«Culmina así la primera fase de un estudio que persigue que las colmenas antiguas de Ibiza sean declaradas Bien de Interés Catalogado», señala Vicent Marí, impulsor de la iniciativa y actual presidente de los apicultores ibicencos. Fue él quien el 17 de agosto de 2012 propuso a la junta directiva de la asociación que se creara un equipo para conocer cuántas caseres hay desperdigadas por la isla y para que, antes de que desaparecieran o se destruyeran, la Administración local las declarara BIC, proyecto que llegó a manos del Consell en octubre de ese año. Cuatro años más tarde, en agosto pasado, la comisión que se nombró para realizar ese estudio entregó el inventario, que los próximos días será remitido a la institución insular y a los ayuntamientos para que inicien su registro y proceso de protección.

Asentamientos en desuso

Asentamientos en desusoHan inventariado 677 caseres, «pero hay más», admite Vicent Marí. La asociación ya ha nombrado una nueva comisión para que se investiguen e incluyan otras nuevas, de las que han tenido conocimiento gracias al boca a boca. Aun así, esos 60 emplazamientos catalogados hasta ahora son una cifra muy superior a los 35 que el guatemalteco José Manuel Escobar (uno de los tres miembros de la comisión que participaron más activamente en la investigación) incluyó hace dos años en su libro inédito ´La mansión de las recolectoras de rocío´, que fundamenta buena parte del estudio realizado por la asociación de apicultores ibicencos.

Antigua colmena de piedra con habitáculo cilíndrico de madera.

Todos esos asentamientos ancestrales (muchos de ellos reciclados con materiales modernos) «están en desuso», si bien detectaron entre ellos «hasta 12 colmenas activas que habían sido creadas por enjambres errantes que procedían de un colmenar fijo», según Marí. «Esta tipología de colmena rústico-ancestral se ha mantenido -añade- en uso hasta los años ochenta del siglo pasado, fecha en la que se empezó a usar en Ibizael cuadro y la colmena móvil». El relevo no se produjo de forma paulatina y gradual: «Debido a su practicidad y prestaciones, en menos de tres años se abandonaron las colmenas tradicionales». Y se dejaron a su suerte.

La más antigua, de 1670

La más antigua, de 1670Para datar esas colmenas simplemente se fijaron en la antigüedad de las viviendas situadas en los alrededores: «Eso no falla nunca. Se tuvo en cuenta la fecha de construcción de la casa, porque las colmenas siempre están ligadas a un casament», el conjunto de estancias denominadas cases, los corrales y otras edificaciones antiguas anexas que integran la vivienda rural ibicenca. Una de ellas, ubicada cerca de Cova Santa, data de 1670.

«La importancia de las caseres radica en que forman parte de nuestras señas de identidad y reflejan cómo se vivía antiguamente», subraya el presidente de los apicultores: «No son solo parte del aspecto costumbrista de la apicultura ibicenca, sino también del modo de vivir de esta sociedad hasta el último tercio del siglo XX. Estas colmenas formaban parte de la economía autárquica, cerrada, de la sociedad rural ibicenca. Aquí vivían de lo que producían, aparte de las exportaciones de sal, carbón, hojarasca de pino y madera». La miel «era para autoconsumo», para endulzar durante todo el año algunas de sus comidas, «sobre todo la salsa de Nadal».

«Preservarlas a toda costa»

«Preservarlas a toda costa»La asociación ha elaborado este estudio sobre las antiguas caseres porque considera que «es un patrimonio que se tiene que preservar a toda costa». Marí teme que si no se protegen rápidamente podría suceder lo mismo que en Mallorca y la Península: «Allí ha habido mucho expolio. Han desaparecido algunas colmenas de los siglos XII y XIII, que la gente se ha llevado a trozos como recuerdo. Por ejemplo, las partes traseras. Si cada uno que visita una colmena coge un trozo, al final no quedará ni la sombra». De hecho, durante el estudio visitaron algunas colmenas por segunda vez para geolocalizarlas y se dieron cuenta de que «ya habían desaparecido algunas partes», como sus fons, las losas redondas con las que se cierra la parte trasera.

Escobar ante una colmena antigua de piedra ubicada cerca de Sant Rafel. Fotos: J.M.L. Romero

La mayor parte de las caseres (21) fueron halladas en el municipio de Sant Antoni, muchas de ellas en Sant Rafel. En Sant Joan encontraron 18 y en Sant Josep una docena, mientras que en Santa Eulària catalogaron ocho. El abejar con más colmenas antiguas es el de Can Rotes, en el Port de Sant Miquel, donde visitaron 46 que habían sido construidas con piedra. Algunas tenían nidos de cerámica y otras de verduc (ramas flexibles de sabina o de ullastre). Tres estaban aún activas.

Hasta una lata y uralita

Hasta una lata y uralitaPor cantidad, le iguala en importancia el colmenar de es Puig d´en Fita, ubicado en el polígono de Can Bufí, donde hay otras 46. Contiene 19 colmenas con el nido vacío, 26 con el nido de caja de madera y otra con el nido de cerámica. Sus entradas están orientadas al suroeste. En los años 60 se abandonó ese apiario debido a la urbanización de la zona, según se recoge en su ficha. Solpost, en Sant Joan, cuenta con 38 caseres. Es el tercer asentamiento en número de colmenas antiguas. Las hay construidas con cerámica, pero incluso en una se usó una lata para hacer el nido (no hay que extrañarse: una antigua de es Cubells fue reciclada con un tubo de uralita). Sus fons de piedra conservan las piqueras (agujeros), por donde entran las abejas.

Las ´caseres´ se encuentran siempre dentro o en las cercanías de los bosques de Eivissa, como esta, para que las abejas puedan encontrar fácilmente las flores.

Las colmenas antiguas se colocaban en los bosques, «dentro o en las afueras, nunca en medio del campo. La abeja siempre ha vivido cerca de la flor», apunta Vicent Marí.

Los investigadores de la asociación catalogaron emplazamientos que ya conocían de antemano, pero durante su trabajo descubrieron otros gracias a la información aportada por los vecinos de cada paraje: «A veces preguntaban por una colmena o pedían permiso para visitarla y les explicaban dónde había otra cerca que desconocían y quién era su propietario. Así, gracias al boca a boca, se consiguió localizar muchas que desconocíamos», asegura.

Cada asentamiento fue fotografiado y localizado geográficamente con GPS. Por cada uno de ellos abrieron una ficha que incluye una breve descripción con datos de su estado, su propietario, su situación, el número de caseres, el material del que están hechas, hacia dónde están orientadas sus entradas... Aun así, deben proseguir: «Ahora iniciamos una segunda fase. Se ha nombrado otra comisión que descubrirá el resto de las colmenas antiguas, pues cuando concluyó la primera fase hubo gente que nos dijo que había otras en otras localizaciones». Pero no cree que sean muchas más.