­ ‘Familiaritzar l’escola i escolaritzar la família’ es el título de la conferencia que ofreció ayer por la tarde la pedagoga y directora del Centre d’Estudi i Prevenció de Conductes Addictives (Cepca), Belén Alvite, dentro del ciclo ‘Parlant d’educació’, organizado por Pitiusas per l’Acord Educatiu.

-¿Qué es familiarizar la escuela?

-Que la familia se sienta convocada, que sienta que cuenta. Ése es un proceso en el que creo que la escuela tiene aún muchas cosas que hacer. Hay muchos centros que lo hacen muy bien, otros bastante bien y hay aspectos que son mejorables. A veces los padres, y ahora hablo como madre, no nos sentimos convocados.

-¿Y escolarizar a la familia qué significa?

-Que la familia entienda que no puede dejar que la escuela sea la que aporte todas las soluciones a las cuestiones importantes en la vida de sus hijos. Ellos tienen que ponerse al servicio de la escuela para que el trabajo cooperativo entre ambos haga que el resultado sea el que todos desean.

-¿Cuál de los dos conceptos cree que es más complicado?

-Eso es algo que va a depender de las familias y de las escuelas. Hay familias que son muy fáciles de escolarizar y otras en las que resultará más complicado. Y hay escuelas en las que es tremendamente fácil que estén familiarizadas y otras que presentan más resistencia.

-¿Por qué son tan importantes estos dos conceptos para educar a los niños?

-Porque las dos referencias fundamentales en las que desarrollan su etapa educable son la familia y la escuela. La incertidumbre es un terreno complicado en el que los adultos no nos sentimos cómodos, pero los niños y adolescentes, menos.

-¿Qué ha pasado para que se produzca esta fractura entre la familia y la escuela?

-No sé si se ha producido una fractura, creo que es más que la sociedad genera mensajes más ambiguos. La escuela de antes daba respuesta a las necesidades de una sociedad que era más parecida, más homogénea. Ahora nuestra sociedad es mucho más diversa en muchos aspectos, más cambiante y, además, los cambios van mucho más rápido. Que la escuela tenga que dar respuesta a todo eso es complejo

-¿Y qué se puede hacer?

-Generar dinámicas en las que nos quedemos con lo bueno. Todos. Esto no ocurre ahora porque estamos en una sociedad en la que nos centramos y le damos demasiada importancia a los errores. A los individuales, a los de las administraciones, a los de todos. A veces, deberíamos cambiar la óptica y pensar que hay cosas que están bien y que deberíamos mantener e identificar las que deberíamos mejorar. Se puede.

-Dice que como madre no se ha sentido siempre convocada por la escuela. ¿Qué quiere decir?

-Pues que el espacio que creo que me corresponde en la escuela lo tengo muy claro hace tiempo, desde que empecé. De hecho, he sido nueve años presidenta de la asociación de padres y madres de mi colegio y es un trabajo en el que me he sentido muy bien. Es fundamental que los padres estén implicados en la vida escolar de sus hijos, cuanto más lo estén, más posibilidades de éxito escolar tienen los menores. A lo largo de todo este tiempo he ido viendo que las familias que me acompañaban se van alejando cada vez más. De hecho, hoy por hoy, cuando hablamos de las asociaciones de padres, las que tienen más presencia y son más activas son las de Primaria. Hay centros de Secundaria en los que las asociaciones ni siquiera existe o cuya existencia es muy puntual. Es en Secundaria, precisamente, cuando los chicos nos necesitan más presentes, no más lejanos, aunque a veces sean los propios hijos los que parece que te ponen una orden de alejamiento para que no vayas al centro. Aún nos queda bastante por hacer.

-Hay familias que piensan que la función educativa corresponde únicamente a la escuela.

-Hay familias de ese perfil, es cierto, pero las generalizaciones no son buenas. Esto es como cuando se dice que los profesores no están motivados. Tengo la experiencia de trabajar con los 45 colegios y los 17 institutos en Ibiza, nos movemos mucho, y vemos que hay mucha gente muy motivada. Hay gente que está haciendo las cosas muy bien en los centros y con las familias pasa lo mismo, hay muchas que están haciendo lo que toca. Lo que ocurre es que las que más trabajo dan y más ruido hacen son aquellas en las que los adolescentes son más vulnerables porque a lo mejor sus familias no están haciendo lo que deben.

-¿Hay que volver al proverbio africano que afirma que a un niño lo educa toda una tribu?

-Sí, es una frase que utiliza mucho José Antonio Marina [pedagogo] en sus conferencias. Es cierto, pero yo haría un matiz: Para educar bien a un niño no hace falta una tribu, hace falta una buena tribu. Ése es le problema, que necesitamos que la tribu sea buena y en la tribu, a veces, hay mucho de todo.

-Para conseguir escolarizar a la familia y familiarizar la escuela es imprescindible que todo el mundo esté dispuesto.

-Sí, todos deben entender que el resultado será óptimo si todos trabajamos en la misma línea. En todos los colegios a los que voy pongo un ejemplo utilizando la cocina. Imagina que en casa hacemos un bizcocho y lo llevamos al cole o al instituto. Si está bien hecho, si tiene una masa dura, potente y que no se baja, el centro pondrá el fondant y la decoración y la tarta quedará estupenda. Pero si el bizcocho está lleno de burbujas o es blandito, pues por mucho que se esmeren en el centro poniendo el fondant, parecerá que a la tarta le ha pasado un camión por encima. El resultado no va a ser el mismo. Nos necesitamos mutuamente porque quienes nos necesitan de verdad son nuestros menores, y ése es nuestro compromiso. El de las familias y el de los profesionales de la educación.

-¿Quién debe dar el primer paso?

-No creo en direcciones sino en actores. Las sinergias da igual por dónde empiecen, aparecen porque los humanos somos muy permeables y si tenemos al lado a una persona que es muy optimista, que nos habla y que nos convoca para algo que creemos que es bueno, ahí estaremos. De un lado y de otro. A lo largo de mi vida profesional he visto movimientos que han empezado unos u otros. Da igual. Lo importante es que se den esos cambios.

-Póngase en modo optimista: ¿Cómo sería la escuela si familias y centros fueran a la una?

-Pues sería mucho más abierta, inclusiva, propondría muchas cosas y los alumnos crecerían sintiéndose parte de algo que merece la pena recordar. Si pienso en mi infancia y recuerdo mi escuela, recuerdo a mis padres en ella. En las fiestas, en las actividades... Eso me aporta mucha felicidad. Es algo que no hay que perder. Se trata de sentir la escuela como una extensión de la familia, formar parte de algo. Creo en la comunidad educativa, el planteamiento que debe tener una escuela es el de ser una comunidad en la que los padres, los alumnos y los profesionales tienen mucho que aportar. Eso enriquece a una escuela.