No quieren jubilarse. Se sienten bien, activos, se divierten en su trabajo y no se imaginan, de momento, retirándose. En esa situación se encuentran la pediatra Cristina Sáenz, el microbiólogo Javier Sánchez, la enfermera Marisa Benito (los tres ya en edad de jubilarse) y la jefa de la UCI de Can Misses, Paz Merino, que ha empezado a tramitar la prórroga. En estos momentos en el Área de Salud de Ibiza y Formentera hay cinco profesionales trabajando pasados los 65 años y otros dos más que han solicitado continuar.

Merino ríe cuando se le comenta que a sus 64 años es la jovencita del grupo. Cumple los 65 el próximo mes de junio y tiene claro que no quiere la jubilación. De momento, se ha planteado seguir, al menos, un año más. Confía en que le concederán la prórroga: «Quiero seguir porque me gusta, porque creo que me quedan cosas por cerrar y porque sigo teniendo ilusión». Merino lleva 22 años en Ibiza y durante este tiempo ha pasado por tres UCI. En estos momentos está muy implicada en la Unidad de Seguridad del Paciente y en las certificaciones de calidad de la UCI: la ISO 9001 de gestión de calidad, la UNE 179003 de seguridad y la UNE 93200 de carta de servicios de compromiso con los clientes. «Cuando vino la auditora de esta última nos dijo que nunca la habían certificado para el sector sanitario», comenta Merino, que recuerda que estas certificaciones se someten a auditorías internas y externas todos los años y se las pueden retirar si no cumplen los estándares de calidad.

Reconoce que también le apetece dedicarse tiempo a ella. Viajar más, mudarse a Madrid, donde viven sus hijos y donde poder disfrutar de lleno de la programación cultural. Ir aún más al gimnasio y volver a la universidad para estudiar Historia. El próximo mes de febrero pedirá la prórroga y, a la espera de que apruebe la nueva normativa y por si no se la conceden, asegura que tiene «planes para las dos opciones», especialmente si no le dejan seguir: «Supondría un salto importante, mudarme, dejar atrás mucha gente y muchas cosas». Ya vivió eso hace 22 años, cuando cambió Alicante por Eivissa: «Me encontré un equipamiento muy malo, pero un personal muy preparado».

Saber cuándo parar

El cambio le costó «física y mentalmente», pero a pesar de algunos «momentos de desesperación» no pensó en mudarse de nuevo, explica la médico, que asegura que aquella primera UCI nada tenía que ver con la que dejará cuando se jubile. Porque se jubilará: «En algún momento hay que decir ´hasta aquí´. Tienen que quedarte años para disfrutar».

Javier Sánchez, que el pasado mes de julio cumplió los 65 años, no se imagina, de momento, jubilado: «Me gusta mi trabajo, me divierte, aún estoy en buena forma y me apetece seguir viniendo todos los días». Además, está convencido de que seguir trabajando previene el alzhéimer. La «buena relación» con los compañeros del servicio de Microbiología tiene bastante que ver con las ganas de seguir, reconoce: «Tenemos que intentar ser lo más felices posibles, pasamos muchas horas en el trabajo». Con alguna de las auxiliares lleva 26 años trabajando, desde que aterrizó aquí en abril de 1990 en una comisión de servicios.

Su llegada a Ibiza se decidió en 30 segundos en la puerta del baño en un congreso médico. Al salir del aseo se encontró con el doctor Negrín, que le explicó que dejaba su plaza en Can Misses y que no encontraba a nadie que quisiera venir a la isla: «Le dije ´bloquea la plaza, que yo me voy´». Era un enamorado de Balears y cambió encantado su plaza en Las Palmas por Ibiza: «Cambié un Jumbo por una avioneta». No le supuso un problema, al revés, aquí, como durante 14 años estuvo solo, podía hacer de todo en vez de especializarse en una cosa. Nunca se ha planteado marcharse y confiesa que la jubilación le agobia. Y eso que tenía algunos planes: dibujar, aprender a tocar la guitarra... Pero le angustia pensar en dejar de trabajar. Al fin y al cabo su horario (acaba a las tres de la tarde) le permite ir al gimnasio, nadar y «disfrutar de las noches y del alcohol». De hecho, comenta con una carcajada, que hace poco su chica le hizo notar que hace «dos años» que no cena en casa. Ahora también tiene un plan, por si acaso: abrir un bar de copas como el que tuvo en los años 90 en Talamanca o montar una óptica con su novia.

Una prórroga difícil

La pediatra Cristina Sáenz de Santamaría, que tiene 66 años, también tenía muy claro que no quería dejar de trabajar. Le gusta, se siente útil y, además, afirma que hay «pocos pediatras». Debería haberse jubilado el pasado marzo y unos meses antes ya empezó a mover papeles para poder quedarse.

No fue fácil, asegura que no le quisieron dar ni los formularios para solicitar la prórroga „«me dijeron que les habían prohibido entregarlos»-, así que presentó un escrito. Le denegaron demorar la jubilación. El Sindicato Médico y la dirección de Atención Primaria apoyaron su reivindicación de seguir trabajando y, finalmente, se la concedieron. Sáenz de Santamaría señala que todo este embrollo se debe a que está pendiente de aprobación una ley que regula las prórrogas de la jubilación. La médica entiende que no siempre debe ser fácil determinar si alguien puede seguir trabajando o no, pero afirma, divertida, que algunos de los más mayores están en mejores condiciones que algunos de los treintañeros, cuarentones y cincuentones.

La pediatra es una fiel defensora de la sanidad pública, nunca ha trabajado en la privada, de donde, explica, ha recibido ofertas.

Lleva 42 años de trabajo a sus espaldas, 37 de ellos en Ibiza. Recuerda los primeros años en la isla, cuando atendían pocos pacientes, comparado con los cupos actuales de pediatras. No nota los años: «Soy muy activa, no me canso nunca». Por eso cree que seguirá con su actividad mientras mantenga sus capacidades intactas. En estos casi 40 años de labor en el área de salud pitiusa ha visto cambios. Uno de los más llamativos es el paulatino aumento de padres que acuden con sus hijos a la consulta. En sus primeros años, en la sala de espera sólo había mujeres y niños. Ahora el número de madres y padres están a la par. Recuerda también cuando sólo había cuatro médicos en el centro de salud y ella era la única pediatra. Y las largas jornadas de los sábados.

Denegada dos veces

La popular pediatra no es la única trabajadora del área de salud a la que en los últimos dos años le han puesto problemas para iniciar este trámite. A Marisa Benito González, enfermera de la planta de Pediatría del hospital Can Misses también le denegaron la prórroga cuando la solicitó meses antes de cumplir los 65 años, el pasado mes de marzo. Tanto el jefe del servicio, Bartolomé Bonet, como el gerente del área de salud, José Balanzat, apoyaron su intención de continuar. La enfermera tuvo que pedir el aplazamiento de la jubilación hasta en tres ocasiones: «A la tercera me la concedieron».

Benito defiende el papel de las enfermeras y cree que, desde fuera, puede dar igual que una enfermera se jubile y coloquen a otra en su lugar. Ella reivindica el papel de los profesionales más experimentados y asegura que, a pesar de que sus sueldos son más elevados que los de los recién llegados, esto se compensa con el dinero que ahorran en material y pruebas diagnósticas. Recuerda, por ejemplo, el caso de un pequeño de apenas veinte días al que sus padres llevaron a Urgencias porque no dejaba de llorar. Mientras algunos querían hacerle analíticas, ella prefirió comprobar antes, con un biberón, si lo que le pasaba es que tenía hambre. Y ése era el problema. «También ahorramos tiempo», apunta la enfermera, que asegura que así como se acercaba el momento de jubilarse tenía más claro que no se veía retirada. Le viene de familia, su padre, el fotógrafo Alfredo Benito trabajó hasta pasados los 90 años: «Me gusta mi trabajo, me lo paso bien y no hay muchas enfermeras especialistas en Pediatría».