Cuando imagino a un púnico, a un hombre de esa época, pienso en esta máscara», manifiesta Benjamí Costa, director del Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera, que explica que aunque puede interpretarse que la pieza de cerámica representa a alguna divinidad, también revela los rasgos, la imagen, que debía tener un hombre púnico del siglo IV antes de Cristo interpretados por un artesano local. Y esa es una de las razones que hacen remarcable esta máscara.

La máscara funeraria barbada, fechada entre el 400 y el 300 a. C., es una obra preciada en las vitrinas del museo de Puig des Molins porque no son muchas las que han llegado hasta nuestros días y ésta, además, puede considerarse «una de las principales obras de la plástica púnica ebusitana». Tal producción local se caracteriza, a partir del siglo V pero sobre todo del IV a. C., por la tendencia de los artesanos de Ibiza a desarrollar un estilo propio, a alejarse de los modelos que pudieran imitar de las piezas llegadas del exterior. Esta artesanía local adopta rasgos de otros emplazamientos del ámbito mediterráneo pero va adquiriendo una personalidad propia, de la que esta máscara es una buena representación.

La máscara, expuesta en el museo del Puig des Molins, pertenecía a la colección Sáinz de la Cuesta y fue donada al Estado en 1964. Foto: Joan Costa

La producción de terracotas ibicencas del mundo púnico se caracteriza por un tratamiento muy elemental, muy esquemático y algo tosco, del cuerpo y las extremidades de las figuras humanas, en contraposición con el detalle con que se trabaja el rostro. En el caso de la máscara, aunque es una figura sin cuerpo, sí puede subrayarse la importancia dada a los detalles, a la fisonomía púnica, a los surcos de la barba, la amplitud de los labios, la forma de los ojos, el tamaño de las orejas o la definición de las cejas.

Por otra parte, la máscara, además de presentar un agujero en la parte interior superior también presenta varios orificios en los laterales, que, según explica Benjamí Costa, hacen pensar que la pieza debía ir colgada o sujeta a un elemento vertical, como un poste o pilar, o que estuviera insertada en algún tipo de guirnalda. Hay que precisar que las guirnaldas de tipo funerario son habituales en los ritos griegos y romanos de la antigüedad, en los que las tumbas eran decoradas con profusión. Y aunque tal escenografía decorativa relacionada con la muerte no es tan conocida en el mundo púnico, podría llegarse a la conclusión de que, «por paralelismo», la comunidad fenicio-púnica hubiera adoptado algunas tradiciones de rituales griegos o romanos. «En el siglo IV antes de Cristo hay una interacción entre todas las comunidades de forma que podríamos hablar de una cultura mediterránea general», explica el director del museo arqueológico pitiuso.

La máscara del púnico barbudo es una de las piezas de la colección Sáinz de la Cuesta, donada al Estado en el año 1964 y expuesta hoy en una de las salas del Museo Monográfico del Puig des Molins. Aunque se desconoce el punto exacto del que procede cada uno de los ejemplares de esta colección, todos fueron hallados en la isla, adquiridos y acumulados, y en buena medida rescatados, por Sáinz de la Cuesta tras la Guerra Civil. Y se considera que la mayoría proviene de excavaciones (probablemente ilegales) de la propia necrópolis del Puig des Molins. La máscara funeraria fue, con toda probabilidad, extraída de este santuario, pero se ignora la fecha y el hipogeo concreto, y por tanto el contexto, del hallazgo.