Tras los últimos casos de violencia machista en Baleares, se pretende acelerar la creación del Observatorio de Igualdad previsto en la Ley de Igualdad que aprobó el Parlament el 13 de Julio. Desde los hogares y las aulas podemos apoyar la lucha contra esta violencia criando y educando en el respeto y la igualdad, pero también incidiendo en educar niñas seguras de sí mismas, que se conviertan en mujeres fuertes.

Y es que hoy en día la existencia de igualdad legal no implica una igualdad real. Para hacer frente a este desequilibrio se habla de «igualdad de oportunidades» como principio jurídico y de «equidad de género». Por ello es necesario abordar un cambio más profundo en los valores e ideas que mantienen en la sociedad las desigualdades, con el fin de logar una igualdad real. Una carrera de fondo donde la coeducación desde edades tempranas juega un papel importantísimo. Lo primero que tenemos que tener claro a la hora de educar, en nuestras aulas o en casa, son conceptos como género, estereotipos y roles de género.

Las diferencias biológicas son aquellas diferencias de carácter anatómico y fisiológico entre mujeres y hombres, que son universales y coinciden en tiempo y cultura. Sin embargo, hablar de género es referirnos a la construcción cultural que hace una sociedad a partir de las diferencias biológicas, atribuyendo unas aptitudes, roles y actitudes diferenciadas entre las mujeres y los hombres. De estas diferencias de género surgen los estereotipos de género, como el conjunto de cualidades y características psicológicas y físicas que una sociedad asigna a mujeres y hombres. Estos estereotipos crean los llamados arquetipos, es decir, fijan un modelo de ser mujer y un modelo de ser hombre, que parten por tanto de validación social y generan el sistema establecido de desigualdades por género. Ello se refleja en los roles de género, que son aquellas tareas, funciones y comportamientos considerados propios de hombres o de mujeres, de niños o niñas, por el mero hecho de pertenecer a uno u otro sexo y que se inculcan en todos los contextos desde la infancia.

Y ¿cómo podemos nosotros, desde cada una de nuestras casas o aulas, utilizar la educación como estrategia para lograr mujeres fuertes, seguras de sí mismas, autónomas, sin miedo a tomar decisiones incluso en contra de los arquetipos y roles construidos socialmente? La respuesta es la coeducación desde edades tempranas, y especialmente la educación emocional, educar en una alta autoestima, sobre todo, a nuestras niñas, hijas y mujeres, de manera que en un futuro sean mujeres seguras de sí mismas capaces de seguir luchando por sus derechos.

La autoestima se consigue en los primeros años de vida gracias a la transmisión que los padres hacen a los niños de esa autoestima. Tenemos que prestar mucha atención a los mensajes y al vocabulario que les trasmitimos, ya que a veces, cuando los adultos somos inseguros, bien por la educación recibida, por experiencias vividas muy estresantes, por divorcios que no sabemos afrontar, etc., generamos una ansiedad que les trasmitimos mediante mensajes negativos como «tú no sabes hacer esto», «así no te va a salir bien», «es que no lo vas a aprender nunca», que no ayudan a que los niños y niñas consigan hacer las cosas.

Tampoco se trata de decirles continuamente que son los mejores o lo bien que hacen las cosas, no, pero sí desde pequeños alabarles cuando consiguen sus logros, como por ejemplo el momento en que empiezan a avisar para hacer pipí sin el pañal, o cuando logran ponerse la ropita (aunque se la hayan puesto al revés). De esta manera estaremos recompensando los logros, y esto es dar seguridad, es dar confianza, y la seguridad es la base de la autoestima y la autoestima es la que va a hacer que esta niña o niño afronten la vida con seguridad y sin miedo.

Además de recompensar los logros, tan importante para la autoestima es también educar en el fracaso, puesto que la vida está llena de momentos de fracaso. El fracaso no es malo, es una nueva oportunidad para intentarlo otra vez de una mejor manera. Por ello es tan importante como las recompensas. Pero no con riñas o castigos, sino con la seguridad y motivación que dan los mensajes positivos, despertadores de una actitud proactiva y motivadora. No de miedo a la riña, a hacerlo mal o confundirse.

Confundirse es natural, aprendemos de los errores y de nuevos intentos. Una buena autoestima fomentará que sean adultos capaces de afrontar y enfrentarse a los errores, a los fracasos de la vida, a las injusticias, y les dará seguridad en sí mismas para luchar por sus derechos y sus sueños. Por tanto, desde pequeños fomentemos una buena base de autoestima dándoles confianza en ellos y seguridad:

Recompensando sus logros (sin emplear el chantaje para que consigan cosas, ni recompensando con regalos o premios materiales, sino motivando que alcancen nuevas metas, siempre acordes a su edad, mediante la palabra, el ánimo, el positivismo, el cariño y la emoción).

- Ayudando a gestionar el error y motivando nuevos intentos.

- Trasmitiendo entusiasmo por aprender y descubrir nuevas cosas

- Poniendo importancia, curiosidad y emoción en las cosas que hacemos

Siempre habrá que utilizar

- Mensajes positivos

- El cariño

- La paciencia

- Escucha

- Comunicación

- Emoción

Así:

- Se sentirán seguros de sí mismos

- Sentirán confianza para intentar nuevas oportunidades

- Estarán motivados para aprender

- Serán capaces de hacer las cosas y de luchar por lo que creen

- Solo personas seguras de sí mismas, que se sienten capaces, con motivación y sin miedo a equivocarse, serán valientes para luchar por cambiar los valores y las ideas que sostienen un sistema de desigualdades de género, por un sistema de equidad de género real. Eduquemos.