La capilla cuya construcción impulsó hace treinta años el obispo José Gea Escolano se convirtió ayer en la iglesia del barrio de Can Bonet, que fue dedicada por el obispo Vicente Juan Segura. El aforo del nuevo templo, de unos 400 metros cuadrados y que puede dar cabida a unas 260 personas sentadas, se desbordó ayer: casi medio millar de fieles asistieron al riguroso rito que el obispo siguió para consagrar el nuevo edificio. Incluso se llenó el pasillo central.

José Antonio Zornoza, el arquitecto que en 1986 ideó esta iglesia, vivió ayer, en primera fila, cómo se completaba su proyecto: «A mi edad va siendo hora», dijo con una sonrisa en la boca. Tiene 73 años y sigue en activo. Le satisface poder ver, al fin, terminada la obra que inició cuando tenía 43 años. Una de las dificultades arquitectónicas que solucionó fue que el templo fuera totalmente diáfano «sin parecer una nave», para lo cual empleó unas enormes vigas metálicas de más de una veintena de metros de longitud que tuvieron que ser fabricadas fuera de la isla y que se sustentan en unos gruesos muros laterales de hormigón. Ni una sola columna interrumpe la visión de los parroquianos: «Es lo que, ante todo, quería evitar», explica este arquitecto, que es autor de media docena de iglesias, como la del Roser, así como de la capilla del cementerio nuevo y del colegio Sa Real.

300.000 euros

Hace 30 años y debido al elevado coste de la obra, Zornoza solo pudo completar el altar, que desde entonces funcionó como capilla. Terminarlo ha costado 300.000 euros (no el doble, como subrayó un portavoz de la Iglesia), y aun así todavía quedan cosas pendientes, como renovar el altar y mejorar su iluminación, además de forrar su pared posterior. El terreno sobre el que se alza el templo de Can Bonet fue donado en los años 80 por Vicente Bonet, quien fuera cura de es Cubells, Santa Agnès, la Consolación y hasta organista de la catedral.

Y falta algo aún más importante, como recordó el obispo poco antes de la dedicación del altar y toda la iglesia: elevar una altura la parte más antigua para acondicionar ese espacio como vivienda del párroco, que será nombrado el próximo verano, momento que Vicente Juan aprovechará para cambiar la distribución de algunos religiosos en la isla, según anunció a este diario. «La licencia está parada en el Ayuntamiento», se quejaba ayer el obispo, que señaló hasta cuatro casas de los alrededores que han ampliado una altura sin que, asegura, se les pusieran tantos impedimentos como al Obispado. Cuando próximamente Can Bonet se convierta en parroquia, el nuevo párroco deberá alojarse temporalmente en una casa de los alrededores que es propiedad de la Iglesia. Respecto a las obras, iniciadas hace más de un año, el obispo aprovechó para agradecer a Rafael Capitán haber coordinado todos los trabajos.

Para pagar tanto esa obra como lo que queda, se vendían ayer (a cinco euros la unidad) palmas fabricadas por media docena de feligreses con sus propias manos, según Joan Marí y Francisca Planells. El Ayuntamiento les consigue y paga las palmas que luego ellos trenzan.

Vicente Juan inició la dedicación de la iglesia a las 19 horas. Golpeó el flamante portalón y le abrieron (tardaron un poco) desde dentro. Posteriormente, con el hisopo asperjó el recinto, agua bendita que fue portada en un acetre. Asimismo, ungió con el Santo Crisma (el aceite que se consagra el Jueves Santo en la Misa Crismal) el altar y las paredes donde están ubicadas las cuatro cruces del templo, iluminadas por velas.

El obispo introdujo, además, dos reliquias (dos pequeños trozos de huesos) de San Ciriaco y de San Antonio Abad en una pequeña cavidad del interior del altar, que inmediatamente será cerrada herméticamente. El altar fue consagrado por ser de piedra y fijo, mientras que si hubiera sido de madera solo se hubiera bendecido, según explicó Vicent Ribas, vicario general y párroco de Santa Eulària. Detrás del altar se encuentra la imagen de la Sagrada Familia («o cómo debe de ser una iglesia doméstica», señaló el obispo), regalada a la capilla por la familia Botín gracias a las gestiones de Antonio Riera Campos, recordó Vicente Colomar, Pins, administrador de Can Bonet y de Sant Antoni.

Durante la primera hora de la consagración, el templo permaneció prácticamente a oscuras, solo iluminado por un par de focos. «Brille en la iglesia la luz de Cristo», dijo el obispo. Dos sacerdotes encendieron entonces los cuatro cirios colocados sobre el altar y toda la estancia fue iluminada inmediatamente por los focos cenitales. Hoy, ya con luz desde que abra sus puertas, se celebrará allí la primera misa y la primera bendición de Ramos.