Los símbolos para conjurar espíritus malignos son prácticamente universales, pero la forma perfecta con la que las cruces de cal blanca armonizan con la arquitectura rural pitiusa han propiciado que se conviertan en elementos característicos de las antiguas casas payesas. En sus fachadas, junto a las ventanas o en las torres de refugio, las cruces de cal aluden a un lenguaje mágico y simbólico que puede remontarse al Paleolítico. Al menos tal antigüedad le asignan diversos autores y a ellos se remiten los arquitectos Ferdinand Joachim y Philippe Rotthier en su obra ´Eivissa, el palau pagès´.

Si dejamos a un lado la posibilidad de que estos autores estuvieran exagerando un dato no confirmado, tal afirmación plantea una cuestión fundamental y evidente; si las cruces son parte de una simbología ya usada en la Prehistoria no pueden hacer referencia, al menos en su origen, a la fe católica, porque a Cristo le quedaban incluso millones de años para morir en la cruz y convertirla así en el icono de la Cristiandad. La cruz formaría parte entonces de «un alfabeto mágico de una tradición muy anterior». Tal teoría no puede descartar la más alta probabilidad de que, efectivamente y como podría en principio deducirse, los payeses que en los últimos siglos han pintado cruces en sus fachadas o las han marcado, como grafitos, en las paredes lo hayan hecho reproduciendo el crucifijo de Jesucristo. Al igual que católicas son las cruces que pueden encontrarse también en algunas fuentes y pozos.

Cruz compuesta en una casa de Cala d'Hort Foto: Joan Costa

Estos rituales apotropaicos traducidos en símbolos suelen encontrarse junto a las ventanas, impidiendo así que los malos espíritus penetren por ellas, y existen varios tipos distintos: cruces simples en la pared o simples sobre los marcos también blancos de las ventanas, figuras compuestas por dos o tres cruces y cruces en el interior de círculos, básicamente. Y si bien son signos que pueden encontrarse en las casas rurales de otras partes de Europa, como en algunas regiones francesas, las cruces de Ibiza tienen la particularidad de estar pintadas, habitualmente, en la fachada norte de las viviendas, aunque algunas de las que aún se conservan no lo están y, sencillamente, han sido pintadas sobre los muros no encalados. La explicación de que la pared norte fuera una de las zonas acostumbradas para marcar contra els mals esperits es que era la más desprotegida de la vivienda, ya que la vida se desarrollaba frente a la fachada principal y en el norte podían existir grandes extensiones sin construir y sin cultivos; el lugar ideal por el que hacer acto de presencia los fantasmas y llevarse a los niños recién nacidos (uno de los temores más comunes en épocas en las que la mortalidad infantil era muy elevada).

Si en las fachadas del sur era menos habitual el uso de cruces conjuratorias, sí parece ser que se usaban otra técnicas contra el mal, como la colocación de sal bendecida en los travesaños de las puertas de entrada. Incluso la tradicional trencada de pinyons de Tot Sants está relacionada con estas creencias, ya que un buen plato de estos piñones se dejaba por la noche en la cocina y estaba destinado a complacer a los espíritus. Cabría sospechar que algún habitante de la casa, al igual que hacen hoy los padres con la leche que los niños dejan a Papá Noel, se comía los piñones para que el resto pudiera mantener la fe.

También, al menos para algunos autores que han estudiado la casa payesa y sus particularidades, algunos colores podrían estar relacionados con el temor a los espíritus y la necesidad de protegerse de ellos. Es el caso del pigmento rojo que puede encontrarse en pozos y cisternas, también en algunas torres de refugio. No hay que olvidar, sin embargo, que tal pigmento suele obtenerse con una base de manganeso, con propiedades profilácticas, al igual que la cal, lo que explicaría su uso en fuentes y pozos. Y, a menudo, la explicación más sencilla -y la más pragmática- suele ser la verdadera.