De haber podido, José Ramón Soler Fuensanta, profesor de la Escuela de Turismo de Ibiza y uno de los principales expertos en la historia de la criptografía en España, habría recomendado a los guerrilleros republicanos españoles que siguieran al pie de la letra la advertencia de Laurence Dwight Smith, autor de ´Cryptography: The Science of Secret Writing´: «Incluso en criptografía, el silencio es oro». Porque si bien eran «buenos luchadores, personas duras, muy valientes», tenían un defecto: «En comunicaciones, fallaban».

Era gente que conocía el terreno, pero en muchos casos, dado que venían de los estamentos más humildes de la sociedad, no eran gente con muchos estudios. De hecho, a la hora de cifrar recibían quejas continuas por lo mal que lo hacían», explica Soler, que junto a Vicente Guasch Portas, también profesor de la Escuela de Turismo y doctor en Derecho, acaba de publicar el apasionante estudio ´Unidos por el secreto. Criptografía y guerrilla en la Guerra Civil Española´ en la revista especializada ´Cryptologia´.

La falta de preparación de muchos de los componentes de los grupos guerrilleros españoles del XIV Cuerpo de Ejército republicano limitaba el abanico de posibilidades en el cifrado. Eso hacía que «no pudieran usar un sistema que fuera muy complicado, pues algunos no tenían conocimientos para hacerlo correctamente». Según Soler, la utilización de la radio en la Guerra Civil, fundamental para llevar a cabo una acción coordinada, «requería una preparación de la que, en general, no disponían los miembros de esos grupos de guerrilleros. Estos estaban formados por gente valiente, voluntarios en su mayoría, pero a pesar de haber pasado por escuelas de guerrillas en las que se impartían cuestiones como manejo de armas y explosivos, y se preparaba a operadores de comunicaciones por radio, no se puede decir que hubiese muchos de ellos, ni que fuesen expertos en comunicaciones. Hay que pensar en la radio de esa época como lo que era, un bien escaso y de muy alta tecnología que solo empezó a utilizarse en grupos de guerrilleros con una cierta frecuencia a partir de finales del 1938.».

Mensajes cazados

Cuando enviaban un mensaje, utilizaban, en la mayoría de los casos, sistemas tan sencillos que «los alemanes e italianos los cazaban cada dos por tres, y los descifraban de inmediato», de manera que ponían en peligro operaciones y vidas de muchas personas. Las claves, como se solía llamar a los métodos de cifrado en la época, eran rápidamente identificadas por el Imker Horch, la sección de escuchas de la Legión Cóndor, o por el catedrático José María Íñiguez, un excelente criptoanalista.

«Durante la Guerra Civil, los alemanes e italianos conocían la ubicación de los guerrilleros y las de sus academias, el éxito o fracaso de sus operaciones, sus intenciones, sus actuaciones de sabotaje y la preparación de operaciones. El descifrado de sus comunicaciones por parte alemana sirvió para ponerles sobre aviso de que estaban en el punto de mira de futuras actuaciones guerrilleras». El descriptado de las comunicaciones guerrilleras continuó hasta el final de la guerra, de manera que el bando nacional estaba al tanto «de la descomposición de la zona republicana».

«Lo ideal, el silencio»

«Lo ideal en esos casos era el silencio de radio absoluto -subraya Soler, de nuevo citando a Smith-. Solo cuando se requería una gran coordinación entre los grupos guerrilleros se usaba la radio». Se les llegó a avisar de que no mandaran los textos «con faltas de ortografía». Incluso algún superior enfadado por el material que recibía, se quejó de que más que descifrar «se intuía» lo que encriptaban los guerrilleros: «Una de las recriminaciones más frecuentes a los guerrilleros era en referencia a la incorrección a la hora de cifrar», comentan.

Pocas radios

Y eso cuando había radios, pues como subrayan Soler y Guasch en su estudio «había pocas en esa época. Ese era uno de los principales problemas que tenían en esos tiempos». Si bien los soviéticos que colaboraban con la República «crearon un taller de fabricación de radios adjunto a la escuela de guerrilla de Benimàmet en Valencia bajo la dirección del radiotelegrafista de la embajada de la URSS en Valencia, no parece que los grupos guerrilleros estuviesen sobrados de este tipo de material», recalcan en el trabajo.

No fue hasta febrero de 1938 («demasiado tarde», a juicio de Soler) cuando se creó una estructura operativa dedicada a operaciones guerrilleras dentro del ejército de la República con el nombre de XIV Cuerpo de Ejército Guerrillero: «Al frente de ella se colocó al mayor de milicias Domingo Ungría González y como su ayudante y jefe del Estado Mayor a Antonio Buitrago Ruiz. Nació así el que es posiblemente el primer cuerpo de operaciones especiales oficial dentro de un ejército moderno».

Concluida la contienda civil, «muchos de los guerrilleros consiguieron huir a Francia y a la Unión Soviética, donde unos años después volverían a tomar las armas contra los alemanes. Iliá Grigórievich Stárinov, militar soviético instructor de partisanos que formó a los primeros guerrilleros españoles, no lo dudó en cuanto Hitler decidió invadir la URSS en junio de 1941: «Lo primero que hizo fue ir a por los españoles para montar grupos de guerrilleros». Su experiencia en nuestra guerra hacía de ellos unos elementos de primer orden para cualquier ejército e Iliá Stárinov lo sabía.