Colocar una toalla en la arena de la playa de Cala Bassa es una proeza semejante a clavar una pica en Flandes. Situación que se repite en buena parte de las playas de la isla durante el verano. Pero en Cala Bassa es prácticamente imposible. Y entre semana. Las hamacas ocupan prácticamente todo el espacio y a los bañistas que no están dispuestos a pagar (la mayoría ya ha tenido que abonar los 5 euros del aparcamiento casi obligatorio, ya que no hay otro espacio en el que dejar el coche) no les queda otra que colocarse pegados a la orilla, con el borde de la toalla casi en remojo. En los cerca de 250 metros de longitud de la playa apenas hay una franja, en el centro, de escasos metros, en los que colocarse sin pasar por caja. Mover unos centímetros una de las hamacas vacías para tumbarse es jugarse el tipo. En cuanto uno se levanta para ir al agua, un empleado viene corriendo y vuelve a colocarla. De malas maneras. Arrugando la toalla, llenando el cesto de arena y derramando todo lo que hay dentro.

En esta playa de Sant Josep los establecimientos y concesionarios tienen autorizadas 310 hamacas. Sin embargo, contándolas una a una varias veces, este lunes había 433. A esto hay que sumar, en el caso del beach club, las mesas que instala frente a las camas (hamacas dobles) para que los clientes puedan comer. No se trata de pequeñas mesas auxiliares, sino de mesas en toda regla, con espacio para varios platos, cubitera, copas... «No están autorizadas. Al principio había mesitas pequeñas, que no suponían mucho problema, pero últimamente se ha detectado que están ocupando más espacio cada vez y se quiere erradicar», comenta una portavoz del Ayuntamiento de Sant Josep, que destaca que para ello habría que dedicar «más tiempo y efectivos».

Este año, además, el Consistorio ha advertido que en esta playa se han instalado lo que califica como «hamacas triples», por las que deberían pagar más. El Ayuntamiento lo denunció a Costas, al considerar que ocupan más espacio del permitido; sin embargo, Costas afirma que son dobles y las permite.

Otro caso de incumplimiento flagrante del número de hamacas permitidas se da en la zona de Platja d´en Bossa que pertenece a Sant Josep. Están autorizadas 2.596 tumbonas, más 77 dobles, es decir, 2.750 plazas. El número es pura ficción. El lunes a mediodía había 3.435 hamacas (¡685 más!). Además, más de cien eran camas balinesas, o sea, dobles, la mayoría de ellas concentradas en los dos beach clubs del final de la playa. A estas hay que sumar las más de 400 hamacas que la mayoría de los locales (no los concesionarios) tenían apiladas en un rincón, por si en plena temporada no dan abasto.

Precisamente los trabajadores de uno de ellos retiraron el pasado fin de semana las pertenencias de unas bañistas para colocar una de esas mesas que, según el Ayuntamiento de Sant Josep, no están autorizadas. Los del otro increpan al fotógrafo cuando le ven haciendo fotos. Ninguno de los dos locales tiene delimitado el espacio que puede ocupar y uno de ellos, el pasado lunes, tenía media docena de hamacas fuera del frontal del establecimiento, pegadas a la pasarela de madera. La selva de tumbonas, además, dificulta llegar a la torre de vigilancia.

Espacio delimitado

Sólo dos establecimientos tienen marcado con cuerdas el espacio que pueden ocupar. Los bañistas no pueden ocuparlo si no son clientes. Y sus hamacas, sombrillas y mesas no pueden exceder de esos metros.

En la parte correspondiente a Vila todo es muy diferente. El número de hamacas autorizado prácticamente coincide con el que tienen los concesionarios, casi todos ellos de estilo tradicional, es decir, los hamaqueros de toda la vida. En este tramo no puede haber más de 180 tumbonas y el lunes había 194. Además, todas ellas permiten el paso por la orilla. Esto mismo ocurre en Talamanca, también correspondiente a Vila. El espacio entre las diferentes zonas de hamacas y entre éstas y la orilla es suficientemente amplio como para que no haya problemas. Sin embargo, el número de tumbonas también supera las permitidas. El Ayuntamiento de Ibiza asegura que están autorizadas 310. Sin embargo, al contarlas salen 417, teniendo en cuenta que en varios establecimientos, sobre todo en uno de ellos, hay mayoría de camas balinesas, que contabilizan como dos hamacas sencillas.

El Ayuntamiento de Ibiza niega el incremento. Asegura que en el recuento que hicieron los celadores el pasado 8 de agosto únicamente detectaron que había siete hamacas de más, situación que, insiste una portavoz, se había solventado ayer mismo.

En Cala Llenya, en Santa Eulària, no se sabe qué es más complicado; aparcar el coche o encontrar un hueco para la toalla pasadas las doce del mediodía. El espacio que dejan las supuestas 240 hamacas de la playa (este diario contó 260) es ínfimo. Insuficiente para los que acuden con su toalla.

En el arenal principal de Platges de Comte, las tumbonas se concentran en el extremo izquierdo, pegado al restaurante, dejando el resto de la playa para todo aquel que prefiera pegar sus huesos a la arena. En el arenal del centro, algunas de ellas ocupan los espacios de sombra de las terrazas naturales mientras que en el tercer espacio de la playa apenas hay. En Comte hay 104 plazas de hamacas autorizadas (92 individuales y seis dobles) y el lunes por la tarde había 114.

El incumplimiento se dispara de nuevo en Sant Josep, en la playa de ses Salines. No debería haber más de 490 plazas divididas en 310 hamacas simples y 90 dobles, aunque el Ayuntamiento recuerda que los concesionarios pueden intercambiarlas. Es decir, que pueden sustituir una hamaca doble por dos sencillas y éstas por una cama, siempre que no superen el máximo de hamacas grandes previstas. El martes por la mañana había 586, casi cien más de las autorizadas.

Sin paso en la orilla

La mayoría de las tumbonas se concentran frente a los chiringuitos, y sólo ante a uno de ellos quedaba suficiente espacio para que pudieran colocarse los usuarios con toalla. Sin embargo, los trabajadores disuaden a los bañistas de ocupar esta zona pisando sus toallas y llenándolas de arena cada vez que pasan. En otro, la situación es escandalosa: las hamacas llegan prácticamente hasta la orilla y, además, frente a ellas están colocados los velomares, de manera que no respetan la obligación de mantener un paso. Los usuarios que caminan por la orilla no tienen más remedio que meterse en el agua para cruzar este espacio, algo que no ocurre, ni siquiera, al inicio de la playa, donde está la escuela de vela, cuyas embarcaciones sí dejan sitio para que pase la gente.

En ses Salines hay una amplia zona libre de hamacas. Curiosamente, la orilla está plagada de rocas.