Envuelta de glamour. Así se presenta ahora la moda Adlib. Pero Luis Ferrer, uno de los tres diseñadores que recogerá esta noche (20 horas en el centro cultural de Jesús) uno de los premios Posidonia de la Cámara de Comercio, aún recuerda cómo olía la moda Adlib en sus primeros años: a petróleo. Algunas de las modistas que se dejaban las pestañas, de noche, cosiendo vestidos y camisas, utilizaban una petromax para alumbrarse. Aquellas lámparas necesitaban petróleo para funcionar y cuando entregaban las prendas a los diseñadores, sus talleres se inundaban de aquel olor. «Todo se iba directo a lavar», recuerda Ferrer en su taller del centro de Vila. El olor no era lo único por lo que había que había que pasar la ropa por la lavadora antes de teñirla hace cuarenta años: «Muchas de las piezas estaban llenas de cagadas de mosca». «Pero veías aquellas jaretas, aquellas costuras, que sabías que se hacían con máquinas de coser de pedal, algunas de ellas con agujas como puñales, y a pesar de eso eran maravillosas», continúa.

El glamour en aquellos inicios (el primer desfile se celebró el 27 de mayo de 1971, en el Portal Nou) no estaba en las modelos ni en los invitados vip ni en el front row ni en los flashazos frente al photocall. El glamour estaba en la improvisación, en las bellezas que los diseñadores veían por la calle y a las que pedían que desfilaran para ellos, en la confección artesanal, en los pies descalzos y los bailes espontáneos. «Las chicas desfilaban descalzas porque no teníamos para pagar zapatos», reconoce Ferrer, que esta noche recogerá el premio acompañado de otras dos diseñadoras históricas de la moda Adlib: Maru García y Melania Piris. Ninguno de los tres ha desfilado en las dos últimas ediciones de la pasarela, que Ferrer considera que ya no tiene el espíritu de los primeros años. «Es más profesional, pero no es lo mismo», asegura.

Más naïf, pero con la BBC

Aquellos primeros años los desfiles se llevaban a cabo en la playa de Portinatx o en el restaurante La Masia. Y en ellos los primeros diseñadores de Adlib presentaban los diseños que habían imaginado. «Ahora diseñamos pensando lo que vemos, con las imágenes que hemos visto en la cabeza, pero entonces creábamos lo que queríamos, era todo más naïf, espontáneo, y tenía una repercusión increíble. Hasta vino la BBC a grabarnos», recuerda el diseñador, que lamenta que ya no quede nadie en Adlib de los primeros años. «Ni siquiera yo estuve en la primera edición», matiza. Aquel año se celebraron varios desfiles durante toda una semana y en el primero de ellos mostraron sus creaciones once boutiques de la isla y cuatro sastrerías masculinas. El diseñador recuerda que todo era tan espontáneo que al llegar al lugar del desfile extendían la ropa en el suelo, sobre una sábana, y las chicas a las que les gustaban se los ponían y desfilaban con ellos. Si a alguien se le olvidaban las partes de arriba, las modelos desfilaban con los pechos al aire. Y más valía no estar en los camerinos, porque a veces volaban los tortazos, recuerda entre carcajadas.

Ferrer reivindica la moda Adlib como uno de los emblemas de Ibiza: «En Estados Unidos dices que eres de la isla y todo el mundo te habla de la fiesta y de la moda». Pero destaca la necesidad de mantener la esencia que, destaca, no es el blanco. De hecho, el color es el protagonista de muchos de los modelos de los primeros años que se pueden ver en el tablón lleno de fotos que preside la entrada del taller de Ferrer, que indica que, en ocasiones, el blanco se debía a que, por un motivo u otro, no se podía teñir la ropa. La esencia, afirma, es el trabajo artesanal, la calidad y la intemporalidad. «Adlib es una moda con alma», afirma.

«Algunas de las modistas de entonces amaban Adlib, les gustaba su trabajo, lo hacían con alma. Y esa alma se transmitía a las prendas y ellas, a su vez, a la persona que las llevaba. Se las ponía y se sentía bien», explica. Por eso considera que la moda Adlib debería ser toda made in Ibiza. «Quizás la elaborada fuera de aquí, de forma industrial, sea más perfecta, pero no tiene ese espíritu, no es lo mismo, es como si le faltara alguna cosa y eso lo nota la persona que se pone esa ropa, no se siente igual», insiste.

El diseñador, cuya ropa han comprado la duquesa de Alba, la reina Sofía o Ursula Andress, reivindica el papel de la moda Adlib en la sociedad de la isla y lo que supuso para muchas mujeres coser las prendas de los diseñadores. «Muchos estudios en esta isla se han pagado con el extra que obtenían las mujeres del campo cosiendo», asegura, un argumento que el actual conseller de Industria, Vicent Roig, reitera cada vez que habla de la moda Adlib, ya que su madre es una de esas mujeres que se sacaba un dinero cosiendo.

Las lentejuelas recuerdan París

Aunque pueda parecer que mira al pasado, en realidad, Ferrer asegura que es «futurista» y que sólo mira hacia adelante. Reconoce que Adlib no está viviendo su mejor momento y que a muchos diseñadores les está salvando la moda nupcial. «Es un producto exquisito y hay gente que lo busca», afirma. Por eso mismo considera que debería controlarse mucho más lo que desfila sobre la pasarela Adlib sea «realmente moda Adlib». «Hay cosas preciosas, pero no lo son. Lentejuelas y telas que te recuerdan a París, pero no a Ibiza», opina. «Tú sabes cuando algo es Adlib o no lo es. Y no es una cuestión de si es blanco o si tiene puntillas. Tú cuándo ves una prenda ya lo sabes. Y ahora no todo lo es», reitera el diseñador. En este sentido, asegura que cuando la princesa Smilja organizaba los desfiles el control sobre lo que subía a la pasarela era férreo. Esto mismo, cree, debería hacerse cuando se ponga en marcha la marca Adlib.

Las oscilaciones del mundo de la moda tienen también, para Ferrer, mucho que ver con los momentos buenos y malos de Adlib. «Es algo cíclico», apunta, encogiéndose de hombros. «El mejor momento fue hace seis años. Estábamos otra vez arriba, volvíamos a salir, se volvía a ver mucho Adlib en la calle», asegura. El peor momento lo sitúa entre los años 2000 y 2002, cuando las ventas y el nombre de Adlib afirma que cayeron en picado y fue necesaria la intervención de las instituciones para volver a levantar la moda ibicenca.

Esta noche Ferrer no se vestirá de blanco -«yo hago Adlib, no me visto de Adlib»- sino que lucirá americana de terciopelo, vaqueros, camisa y hasta corbata. Cuando recoja el premio en nombre de las decenas de diseñadores que han desfilado en algún momento en la pasarela ibicenca asegura que pensará en todo lo que le queda por delante. En las creaciones que aún continúan saliendo de su cabeza y que, en ocasiones, aún, siguen cosiendo en casa algunas de sus primeras modistas. «Y se sigue notando ese alma en las prendas que cosen ellas», concluye.

1971 | El gobernador, Basilio y el diario Pueblo

La primera edición de la moda Adlib no fue un desfile en una noche de primavera, no, fue una Semana de la moda en la que no faltaron, además de los desfiles, actuaciones, excursiones y autoridades. El director general de Promoción del Turismo y el gobernador civil no se perdieron la inauguración de aquella semana de la moda, en la que once boutiques y cuatro sastrerías mostraron sus creaciones por toda la isla. La prensa de la época anunciaba a bombo y platillo la actuación de Basilio en una de las noches de desfiles, la primera tras vencer en el programa de TVE ´Canción 71´. Un corresponsal del diario Pueblo alababa las bondades de la isla y de Adlib en la crónica que escribió tras su visita a la semana de la moda ibicenca. M. T. M. Ibiza