Música
En recuerdo al maestro Raymond Andres
Se cumplen diez años de la muerte del músico belga en Ibiza, donde pasó los últimos 26 años de su vida y dejó una profunda huella

Raymond Andres, en su último concierto en Ibiza, en 2003, en el que se le tributó un homenaje. / J. A. RIERA
Miguel San Miguel | Ibiza
Este año, hoy concretamente, se conmemora el décimo aniversario del fallecimiento de Raymond Andres y nos parece de justicia recordar la figura del que fue un gran músico, pianista, contrabajista, acordeonista, director de orquesta, pedagogo y compositor, pero sobre todo un hombre afable y entusiasta, un apasionado de la música que sabía crear a su alrededor, allá donde viviera, un cálido ambiente musical envuelto en un aura de respeto y veneración por el poético arte sonoro. Un hombre que vivía por y para la música pero siempre entregándola a los demás en forma de conciertos, composiciones o enseñando a sus alumnos el arte de la interpretación y de la composición.
Solamente por la ingente labor pedagógica que desplegó durante sus 26 años en Ibiza, la figura de Raymond Andres merece agradecimiento y recuerdo. Para enumerar su labor recordemos que además de dedicar gran número de horas diariamente a impartir clases individuales de piano y armonía por toda la isla y en su domicilio, Raymond fue también profesor de armonía y contrabajo en el Patronato Municipal de Música de Vila, donde además dirigía la orquesta de alumnos de cuerdas; daba clases en la escuela de Sant Vicent de sa Cala, junto a su mujer, Anita; dio conferencias en el Conservatorio de Valencia; seminarios sobre armonía para alumnos de la Península vía internet; fue alma mater y jurado del Festival Internacional de Música y Concurso de Piano Pío Tur; y ofreció numerosos conciertos de alumnos por toda la isla, en forma de inolvidables ciclos de creación propia como los ´Conciertos Populares´, ´Música a les escoles´, ´Jóvenes Talentos Ibicencos´, ´Conciertos en Familia´, ´Viure la Música´, ´Activitats Musicals als Centres´, ´Trobades Interescolars´ y en otros ciclos como ´Nits d´Estiu´ o ´Serenatas para la Luna Llena´.
Después de diez años de trabajo como compositor en la Radio Televisión Belga y tres años como profesor de música de cine y montaje sonoro en el Instituto de las Artes de Difusión de la Universidad Louvain, Raymond abandonó la fantástica situación económica y profesional que había alcanzado. Para él, el trabajo de compositor para cine, televisión y publicidad era apasionante, «un trabajo increíble, como de camaleón musical, pasando de un momento a otro de la música clásica a la barroca, impresionista, a la romántica, de jazz, pop, música electrónica», decía. Raymond debía componer, grabar y producir la música en plazos de tiempo muy estrechos, debido a que la banda sonora es uno de los últimos eslabones de la producción cinematográfica o publicitaria. A pesar de su vitalidad y formidable capacidad de trabajo, el exceso de responsabilidades y la fuerte presión a que se vio sometido durante esos diez años le llevaron a tener que abandonar seis meses su trabajo por prescripción médica. Entonces, Raymond reflexiona sobre su vida y decide abandonar definitivamente su trabajo como compositor en la televisión, pues huye instintivamente del exceso de seguridad que le produce un trabajo tan remunerado y consolidado, y teme que su vida quede atrapada en rutinas carentes de estímulo y creatividad. Tras esos diez años necesita renovación. La decisión no debió ser fácil de tomar, teniendo una mujer y dos hijas adolescentes que mantener, por un lado, y una excelente situación laboral por otro; pero a pesar de todo Raymond renuncia a su puesto en la Radio Televisión Belga y a los seis meses de baja médica, pues no se sentía inválido y su conciencia le decía que eso hubiera sido aprovecharse.
Su afición al submarinismo le lleva hasta Ibiza, y en 1978 la familia se instala en el Port de Sant Miquel, en la finca Ses Bardes Blanques. Desde ahí, poco a poco, Raymond Andres va recobrando la confianza en sí mismo y vuelve a desplegar su actividad de compositor, su labor pedagógica y como intérprete al piano. Esa decisión vital, surgida desde su interior y aparentemente en contra de toda lógica, le lleva a nuestra isla. Aquí se recupera psicológicamente y dedicó sus 26 años restantes de vida a volcar en los demás toda la ciencia musical que llevaba en su interior.
Compositor y pianista
Nada desdeñable es la labor que realizó como compositor, dejando obras como el Via Crucis ´Els Passos´, basado en los Passos de Sant Vicent de sa Cala; la fantasía satírico musical ´El Misteri del Palau´, con texto de Julio Herranz; El ´Brindis para el Año Nuevo´ para banda, coro y acordeón; ´Tarda de Festa´ para coro y banda sobre texto de Marià Villangómez, y un largo etcétera que suma un total de 333 obras escritas en la isla, entre ellas 280 de carácter pedagógico y 53 puramente musicales.
Como pianista acompañó a múltiples artistas, como Andrés Piña, Xo Ping, Lina Cardona, Emirkhanian, Susan Krongold, Teresa Verdera, Pascual López, Javier Chivite, Victoria Urculla, Florent Van der Vondel, Helene Philippart, etc. Fue un intérprete temperamental y de gran expresividad, atrevido y sensible, acrobático en ocasiones y rico en matices siempre. Aunque quizás no poseyera la técnica de un gran concertista, pues nunca fue ese su objetivo, su habilidad al teclado, su oficio, expresividad y musicalidad eran innegables, al igual que su capacidad como lector a vista e improvisador.
Raymond Andres dejó una huella y un recuerdo imborrable en todos aquellos que tuvieron la suerte de poder disfrutar de sus clases o de su amistad, entre los que me cuento. Su persona ha sido inspiradora para todos, su humanidad y generosidad, su entrega a la música y a la vida, un ejemplo a seguir.
Fue un hombre que irradiaba vitalidad y entusiasmo por los cuatro costados, y allá donde estuviera, la música le acompañaba como una expresión natural de su personalidad. Pero sería injusto olvidar que Raymond no estuvo solo, sino acompañado, desde que se casó a los 18 años, por una mujer de gran fortaleza e inteligencia, Anita, que supo aportar a la vida del artista el equilibrio y sentido práctico que tanto necesitaba.
Su persona desprendía esa cualidad de accesibilidad de quien siente ganas de compartir sus experiencias y conocimientos y está generosamente dispuesta a darlos. Su manera de comunicarse verbalmente aunaba dos cualidades que también eran propias de su música: por un lado, una diáfana claridad de conceptos, propia solo de una inteligencia superior; y por otro, una atractiva forma de expresarlos por su intensidad comunicativa no exenta de teatralidad y de una gran cordialidad.
No fue un hombre creyente, ni siquiera en una vida después de la muerte; él decía que no había nada después. Sin embargo, eso no fue óbice para que su vida estuviera llena de amor a todos, cordialidad, entrega entusiasta y generosa. En sus clases siempre transmitía ese entusiasmo y vitalidad connaturales a su persona, y siempre era capaz de sacar lo bueno que el alumno tuviera, por muy escondido que pudiera estar.
El ejemplo que dejó como persona y como músico, su legado en forma de partituras y en forma de recuerdo de un ser excepcional sigue sirviendo de fuente de inspiración y ejemplo a seguir, para tratar de dar con humildad y generosidad a los demás lo que cada uno tiene.
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