­Minutos antes de las doce, las terrazas del puerto, el paseo marítimo y la zona de Dalt Vila ya estaban abarrotadas y los últimos en llegar se colaban entre la muchedumbre para encontrar sitios con buena visibilidad. Desde los yates también esperaban impacientes, al igual que los afortunados que pudieron observarlos desde sus balcones.

Como en el año anterior, se utilizó un sistema pyrodigital, que permite que un ordenador envíe la señal a cada cohete para que explosione.

Tras dos avisos, el tercero dio comienzo al espectáculo visual. Las carcasas que explotaron al principio fueron tímidas, pero abrieron paso a un bombardeo de truenos que fue ganando en intensidad y formaron conjuntos de figuras originales, entre los que trataban de mostrar un sombrero de copa, una cara que pasó de triste a sonriente, o una medusa.

Miles de personas mantuvieron sus cabezas en alto a lo largo de las tres fases de las que constó el espectáculo, en el que el cielo se iluminó de una gran variedad de colores como el verde, el blanco, el azul, el naranja o el rojo. Los efectos especiales se sumaron a la original coreografía de formas y colores, que aproximadamente a la mitad formaron un bonito conjunto de pétalos de rosa. La rapidez, la intensidad del color y el ruido aumentaron al final y culminaron con 200 carcasas que estallaron en cuatro segundos, tras lo que el público rompió en aplausos y se despidió de los fuegos hasta el año que viene.

La empresa Ricardo Caballer S.A, que por tercer año consecutivo se encargó de lanzar los fuegos, empleó 488 kilos de masa pirotécnica, tres más que el año pasado. Un equipo de siete personas de la citada empresa se reunió a las 5 de la tarde del jueves y volvió a hacerlo en la tarde de ayer para ultimar los detalles del espectáculo.

En esta ocasión el presupuesto del espectáculo que pone fin a las fiestas patronales ha sido de 30.000 euros, de los que el Consell ha aportado 18.000, y el resto corrió a cargo de empresas privadas. La cantidad es superior a la del año pasado, que ascendió a 25.000 euros. En 2011 costó 30.000 euros, y en 2010, 40.000 euros.