Se supone que los fareros debían permanecer en vela para asegurar que la linterna no se apagara. Pero en sa Conillera un avispado farero dio con la solución. Empleando un bote de leche condensada La Lechera, Blas Perelló ingenió una alarma conectada a su dormitorio que le permitiría despertarse si algo fallaba. Le explicó su hallazgo como si tal cosa a un ingeniero madrileño de visita en el faro «y este corrió a patentarlo como si fuera cosa suya», recordó Luis Fernández, quien explicó la anécdota. Antonio Rosselló comentó que su padre, además de esta ´alarma´, ubicó un espejo ante su ventana, que tenía siempre abierta, para que le reflejara la luz del faro. Que se apagara -y sucedió una vez- era una «mancha horrible» en el historial de la instalación.