Laia, remangada hasta los codos, entra en la carpa de las pistas deportivas de Sant Mateu. Allí, frente al llibrell y rodeados de niños, están ya Llorenç, Meritxell y Mónica, profesores de panellets, que rápidamente distribuyen las faenas: rallar limón, mezclar azúcar y almendra molida o pelar boniatos. Mario espera su turno con el rallador, Andrea se quita la chaqueta para amasar cómodamente y Lola está tan concentrada en su tubérculo que casi bizquea.

A solo unos metros, boli y libreta en ristre, integrantes de la asociación de vecinos de Sant Mateu apuntan a los más rezagados a la comida (frita de matanzas, vino de Albarca, los panellets que los niños están preparando, fruta y frutos secos), organizada por el Institut d´Estudis Eivissencs (IEE) con motivo del día de Todos los Santos. «Haremos frita para unos 200», informa Pep Toni Ramon, de la ejecutiva del IEE, acabando de descargar del coche casi todo lo necesario para la jornada: música, piñas, carbón... A primera hora de la mañana algunos de los más madrugadores han buscado piñas por los alrededores de las pistas deportivas. Sin mucho éxito. «Este año no hay muchas», apunta Ramon mientras el recinto empieza a llenarse de familias que curiosean entre los puestos de la exposición de la asociación artesanal de Portmany.

A las doce prácticamente en punto se enciende el fuego que servirá tanto para abrir las piñas como para asar los panellets, que el ejército de pequeños chefs se afana en acabar a tiempo para participar en los juegos tradicionales que ha preparado Pere Planells: carreras de sacos, moros i cristians, es carrilet y hasta esquí payés. Decenas de personas, algunas café en mano, se congregan junto a la parrilla a pesar del humo para iniciar una jornada que se prolongó hasta el solpost con cuentacuentos y una xacota. Meritxell sale de la carpa con la primera bandeja de dulces listos para asar, pero bajo el toldo una decena de niños continúa trabajando. Óscar, generoso, reboza con piñones la masa de almendras. De vez en cuando se lleva algunos a la boca. Lola, a su lado, opta por la repostería creativa, convirtiendo un panellet en la cabeza de Mickey Mouse (orejas de almendra, nariz de piñón), una virguería entre más de 20 kilos de dulces.